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Curas para el alma

Ahora Melissa quiere ser enfermera. Foto: De la autora.
Ahora Melissa quiere ser enfermera. Foto: De la autora.

La mañana era gris y la lluvia insistía en perturbar  la normalidad de la ciudad, pero eso no tiene  importancia para los niños que por enfermedades  o malformaciones congénitas pasan largas  estadías en los hospitales. Para ellos, el lenguaje  y la vida allí se relacionan con pinchazos, heridas,  descifrables equipos, medicamentos; con el  afecto de sus padres y de los médicos y enfermeras  que los cuidan.

Sin embargo, de cuando en cuando, un ángel  pasa entregándoles algo más que un beso, una  sonrisa, una caricia. Algunas empresas, organizaciones  e instituciones se toman muy en serio  eso de regalar juguetes a los hospitalizados en un  gesto de bondad, solidaridad y humanismo.

Gracias a ello, los niños cardiópatas que tienen  su tránsito por el Cardiocentro Pediátrico  William Soler tuvieron una mañana diferente: la  Delegación de la Agricultura en La Habana los  sorprendió con un juguete para cada uno; un hecho  que repiten año tras año en un hospital diferente  de la capital.

Los presentes fueron entregados por Gisela  Fernández, jefa del departamento de Cuadros, y  Brigitte García, ambas representantes del Comité  de Género que funciona en la Delegación. “Es  una actividad que hacemos con mucho amor, que  comienza en nuestras entidades a partir de la solicitud  que hacemos a los trabajadores y tiene su  final cuando vemos la sonrisa de los niños.

“Ya estuvimos en el Oncológico y ahora decidimos  venir al Cardiocentro y a las salas de Oncología,  Trasplantes y Hematología del Hospital Pediátrico  William Soler, donde sabemos que hay niños  en estado de salud crítico; algunos padres ni siquiera  tienen tiempo para salir a comprarles un juguete  y estos necesitan distracción durante los días que  pasan aquí”, explicó Gisela.

La alegría beneficia su estado de salud

Yoandy Garrido, psicólogo del Hospital, confirmó  el efecto beneficioso que tiene la entrega  de estos juguetes en la recuperación y estado  de ánimo de los pacientes ingresados en ambas  instituciones.

“Estos niños, sobre todo los que tienen edad para  entender lo que sucede a su alrededor, asocian al  hospital con algo malo, y cualquier cosa que les produzca  alegría tiene un impacto psicológico positivo  que puede repercutir en una mejor recuperación; es  algo que los distrae y evita que se depriman.

La alegría viene al rostro de cada niño que recibe un juguete nuevo.

“Por eso concedemos mucha importancia a  ese gesto de algunas instituciones y agradecemos  a todos los que tienen iniciativas para favorecer  estas acciones. A veces viene el payaso Mantequilla,  que hace actividades terapéuticas en las salas  o en los propios cubículos, según sea el caso, y se  percibe la alegría de los niños, un mejor estado de  ánimo y disposición para los tratamientos.

“Son importantes las condiciones de los inmuebles  donde ellos se encuentran; las salas de  Oncología y de Trasplantes de nuestro pediátrico  están muy bonitas, pintadas y decoradas para  que pacientes y acompañantes se sientan mejor.  Nosotros no tenemos juguetes, pero tratamos de  atender las espiritualidades de los niños y de sus  padres, porque estos pasan mucho tiempo en el  centro”.

La doctora Lysmara Senra, jefa de la sala 1A,  del Cardiocentro, también elogió este gesto, pues  los pacientes lo toman con mucha alegría y los  padres sienten que además de los profesionales de  la salud otras instituciones se ocupan de la atención  a niños que muchas veces tienen pronósticos  de vida reservados.

“Son cardiópatas a quienes nosotros les brindamos  todos los servicios necesarios para mejorar  su calidad de vida, desde las pesquisas durante el  embarazo hasta la cirugía, la recuperación, estudios  y tratamientos posteriores. Cada juguete  que recibe un niño es un estímulo en su vida y un  motivo para desatar la alegría”.

La pediatra María Elena Santos, de la sala de  Oncología del Pediátrico William Soler, agregó que  entre las donaciones que se hacen se incluyen libros,  lo mismo de texto, de muñequitos o para colorear, y  con eso les ayudan, además de entretenerse, a aprender  porque muchos permanecen largo tiempo en el  hospital y no asisten sistemáticamente ni al círculo  infantil ni a la escuela, y por esta vía se suple en  algo esa ausencia. 

Quiero ser enfermera

Melissa, de ojos claros y pelo ensortijado que en  el Cardiocentro recibió como presente un juego  de enfermería, parece haber descubierto su vocación  con solo cuatro años. Minutos antes estaba  llorosa, “tirada” sobre la cama y con el rostro  cubierto por las sábanas; instantes después ya  había desplegado su “equipo” y simulaba a una  enfermera que inyectaba a un bebé. Su mirada  adquirió brillo y jubilosa dijo a su mamá: “Quiero  ser enfermera”.

La alegría contagió a la joven Geidy Calzada.  “Yo no tengo tiempo para salir del pediátrico a  comprarle un juguete a mi hijo Víctor Manuel; vivimos  fuera de la capital y a veces hemos pasado  hasta dos y tres meses en la sala de Oncología,  por eso agradezco este gesto de amor que tienen  con nosotros personas que ni conocemos”.

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