El estadio se fue llenando poco a poco. Ante el picheo certero de Feddy Asiel Álvarez los aficionados fueron acudiendo al Sandino hasta colmarlo.
Primero lo aplaudían, luego lo aplaudían de pie, más tarde lo aplaudían de pie y clamaban su nombre. Más allá de hacerlo casi perfecto, yo que soy su vecina, sabía que daba el corazón.
Cerca de las 2.00 pm. de la tarde lo vi partir de su casa, en su rostro había preocupación: dejaba al más chiquito de sus hijos, de cerca de tres años, que confieso es casi su mascota, con fiebre y la posibilidad de cualquier enfermedad complicada.
Cuentan que cuando dio la base por bola a Fredery Cepeda, la fiebre del niño subió tanto que hubo que llevarlo para que lo atendiera un especialista. Sin saber cómo la temperatura de Yasyel fue bajando mientras el padre dominaba cada entrada.
Aunque para los muchachos este era un juego más, porque no comprenden la hazaña del padre: su primera lechada, la 53 en nuestras series nacionales, juego sin hit y sin jonrrón, querían estar allí.
Llegaron al estadio villaclareño terminada la primera parte del octavo episodio. Puedo asegurar que Freddy no sabía de la presencia de la familia y que luego del primer lanzamiento del noveno capítulo los descubre con la mirada.
Vi iluminarse al picher, a los niños hacer señas infantiles, pedirle con la mirada ganar rápido. Cómplice de la hazaña la esposa sonreía serena.
Disfrutó ganar. Saltó del montículo con la satisfacción del triunfador que sabe haberse empinado, también sentí que en aquel emotivo impulso, luego del último lanzamiento, había la seguridad de que Yasyel estaba bien.
El estadio desbordaba de alegría, los aficionados gritaban su nombre, las autoridades, los amigos y el pueblo lo felicitaban. Pocos sabíamos, que había jugado y ganado como un héroe, con una preocupación adicional.
Luego callado, concentrado y calmado, lo vi llegar a la casa; todos sin excepción lo siguieron aplaudiendo…