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Algo más que pagar el pasaje

Por: Yuneimys Silva Echevarría, estudiante de Periodismo

¿Acaso es tan difícil pagar los 40 centavos?

¡Al fin viene la guagua! Como si fuera ritual más de uno lanza la pregunta a su acompañante o persona más cercana: ¿Tienes menudo? No pocas veces la interrogante suele ridiculizarnos ante aquellos que responden , “vamos, deja eso, esto es gratis”,  o “tengo diez centavos, basta para los dos”.

Entonces, comienza el abordaje. El sonido de las monedas al caer en la alcancía es inconstante. No corresponde el dinero que se paga con el número de pasajeros y mucho menos la cantidad que se abona con el precio del pasaje —casi siempre menos de lo establecido—. A algunos les da igual pagar o no, el caso es que avance la fila.

Las estrategias para evadir este deber social son múltiples. No pagar es fácil, se trata de hacerse el bobo, el inocente, el despistado. Existe el que espera la guagua mientras observa quién tiene un peso en la mano para simular que viajan juntos. Sin olvidar a los “ágiles”, los rápidos, aquellos que suben por la puerta de atrás atropellando a cuantos se bajen para que no le cierren el trecho.

¿Acaso es tan difícil pagar los 40 centavos? Habría que preguntarle a los que, sin el más mínimo respeto hacia nada ni nadie, echan botones, piedras, pedazos de metal, y todo cuanto simule el sonido de las monedas. Lo peor es que se sienten tranquilos con lo que hacen y disfrutan su accionar cual si fuera una gran hazaña.

Durante el período especial el transporte urbano estuvo seriamente afectado y todavía no se recupera del todo. En la actualidad suple las necesidades de la mitad de los pasajeros que se transportaban en los años 80. Para nadie es un secreto que todavía queda mucho por mejorar, pero si no valoramos aquello con lo que contamos, ¿a dónde vamos a parar?

A pesar de ser escasas, las rutas existentes constituyen hoy la principal vía de transporte para muchísimas personas. Si estudiantes van y vienen a la escuela en ómnibus, trabajadores aguardan ansiosos por estos para llegar temprano y todos contamos con este medio para ir de un lugar a otro… ¿por qué no concientizar de una vez sobre nuestros deberes como pasajeros?

Muchos de los que no pagan ofrecen un sinnúmero de justificaciones: que si nunca consiguen cambiar el dinero, que si la cantidad de guaguas que deben pagar diariamente agotan todas sus monedas, que si no es necesario pagar siempre…

Es una realidad que enfrentan no pocas personas que en ocasiones, teniendo la voluntad de pagar, no tienen menudo para hacerlo. Situación de la que ni siquiera escapan los propios establecimientos comerciales, a veces imposibilitados para devolver el cambio a los clientes. ¿Qué hacer entonces? No existe un lugar donde cambiar determinada cantidad por su equivalente en pesetas y la opción de echar un peso, aunque recurrente, no es rentable.

El acomodo de muchos ligado a la imposibilidad de otros radica, en gran medida, en la poca importancia que en nuestra sociedad le atribuimos al pago de la guagua. ¿Qué sucede si una persona no abona el dinero del pasaje? Nada. Sube al vehículo y avanza mientras los otros también caminan. Toma asiento, si tiene la oportunidad, y viaja tranquilamente. No existe nadie que se le acerque y le exija los 40 centavos y mucho menos que le impida permanecer en el ómnibus. Los inspectores de transporte, que a propósito no están en todas las paradas, se limitan a controlar, entre otras cosas, que las personas no suban por las puertas traseras, pero de control de pago adolecen.

La clave para solucionar el problema no es perseguir a los pasajeros, se trata de articular los mecanismos necesarios para lograr que se pague bien el transporte público.

Hay que  tener  claro que no hablamos de abonar los 40 centavos por la simple cuestión de hacerle un favor al chofer o no ser mal vistos por el señor que montó detrás de nosotros. Nos referimos al tema como responsabilidad de cada ciudadano. A nadie le pasaría por la cabeza ir al cine si no tiene dinero, o comer en un restaurante si no puede cubrir los gastos de su consumo ¿Entonces…?

Basta de actuar a la ligera, a todos incumbe el cuidado de la propiedad social. Es posible acabar con la indisciplina y para ello el aporte de todos cuenta. Se trata de que cada parte cumpla su función, solo así avanzaremos en el camino rumbo a una sociedad mejor.

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