“América para los americanos”, apunta la doctrina Monroe. Hablando de Monroes, Marilyn Monroe, la actriz californiana que ascendió a la cresta de la belleza estadounidense, tenía un padre noruego.
Para ampliar, acordémonos de que el padre de Rita Hayworth, otra emblemática que fue símbolo sexual de los años 40, era español. Rita Hayworth, en realidad, se llamaba Margarita Carmen Cansino.
A ella tuvieron que hacerla parecer más americana. Le hicieron electrodepilación, le ampliaron la frente y le acentuaron el pico del pelo.
A decir verdad, EE.UU. ha alimentado barrigas y espíritus a costa de la gente que viene de afuera. Haré una breve ejemplificación. Superman, llegó del planeta Krypton; los extraterrestres se hicieron populares en Roswell, Nuevo México; los personajes de los Grimm, de Andersen, de Perrault y de Collodi, fueron a parar a las industrias del entretenimiento estadounidenses, a entretener.
En contra de unos cuantos, de orgullos nacionalistas y racistas, el país se ha ido mestizando, haciéndose multicultural. Pero creen que los americanos son ellos y llaman, al resto, latinos. Se niegan a interpretar una sola América, sazonada de mezclas.
Añado un dato antes de continuar con el personaje central de estas líneas: Ellos alaban la casta que llegó en el Mayflower desde Inglaterra y no la de los nativos que exterminaron para arrebatarles sus posesiones. Este orgullo nacionalista estadounidense tiene una rareza extraordinaria.
Nina Davuluri
Nina Davuluri, de 24 años, se convirtió en la primera participante de ascendencia india en ganar el concurso Miss América (Miss Estados Unidos), en su edición número 87. Se presentaron 53 participantes en total, una de cada estado, incluyendo el Distrito de Columbia, Puerto Rico y las Islas Vírgenes estadounidenses.
Davuluri representaba a Nueva York. En la competencia de talentos, que es parte de la lucha por coronarse, bailó una danza típica de Bollywood, la fecunda industria cinematográfica de Bombay, en la India, después de prepararse con el coreógrafo Nakul Dev Mahajan.
«Fui la primera Miss Nueva York de origen indio, y estoy muy orgullosa de ser la primera Miss Estados Unidos india», dijo luego de que la proclamaran ganadora.
La elección de la joven desencadenó la polémica en las redes sociales. En Twitter, donde Davuluri tiene alrededor de 6.000 seguidores se iniciaron, de súbito, los comentarios racistas. La llamaron “Miss Seven-Eleven”, aludiendo a la notoria cadena de tiendas norteamericana, de locales que suelen administrar indios. «¿Qué demonios hace una extranjera ganando Miss Estados Unidos? No es estadounidense, es árabe. Idiotas», opinaban en un tuit.
Unos más ofensivos la nombraron “Miss 11-S” y “Miss al-Qaeda”. Definitivamente existen limitaciones culturales para diferenciar a un árabe de un indio, o será que hay una enmascarada y perversa intención de someterlos a una sola categoría.
Davuluri no es la única que ha alzado polémicas. En 2010, Rima Fakih, de origen libanés, fue electa reina de la belleza estadounidense, y no hubo demora en relacionarla con el grupo terrorista Hezbolá.
En EE.UU., el tema de la raza sigue servido sobre la mesa de la controversia. A ese país, cada año llegan indios esperanzados, con la esperanza a cuestas que llevan los emigrantes. La poderosa NASA se nutre con continuidad de los científicos que vienen de la India.
De la India son las raíces de Daluvuri. Ella aspira a ser médica, como su padre. Ella es la mujer más bella de Estados Unidos en estos momentos. Aunque moleste. Aunque allá no agrade del todo. Aunque la salsa curry siga sin figurar en la dieta de los estadounidenses, y les deje un sabor chocante en las papilas gustativas.