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Vacuna para una emergencia

En la recuperación de los ómnibus fue decisiva la labor de los mecánicos. Fotos: Augusto César Rodríguez
En la recuperación de los ómnibus fue decisiva la labor de los mecánicos.
Fotos: Augusto César Rodríguez

Durante varias semanas Mario Montalvo abandonó el timón de la guagua que conduce para ser simplemente un mecánico. Fue él uno de los principales impulsores del grupo de trabajadores que, en la terminal de San Agustín, emprendieron el desmontaje y montaje de 12 motores a igual número de ómnibus Yutong pertenecientes a ese depósito.

De finales de agosto a inicios de septiembre la plataforma de la terminal se convirtió en un taller al aire libre: bajo el sol y más allá del atardecer, mecánicos y choferes hicieron una proeza con la motivación principal de recuperar sus carros y ponerlos al servicio de la población.

Graduado hace años como mecánico A y convertido después en chofer, Montalvo destacó que la tarea aunque compleja, pues las condiciones en el lugar no eran las apropiadas, se hizo en el tiempo previsto. “Empezábamos a las seis de la mañana y terminábamos después de las siete”.

Diestro en la mecánica, Cosme Moracén puso todo su saber en función del colectivo. Lleva más de 14 años en San Agustín y desea que su base pueda contar con las guaguas que el pueblo necesita.

Lo que ocurrió en ese sitio del municipio capitalino de La Lisa no fue único en La Habana. Según explicó a Trabajadores Jorge Luis León Linares, director adjunto de la empresa Metrobús, en agosto hubo una paralización grande de ómnibus debido a roturas en los motores, y ante un llamado de las autoridades de la provincia, convocaron a los trabajadores para alistar los carros de forma emergente en las propias instalaciones.

“Como resultado, entre el 23 de agosto y el 2 de septiembre se montaron 23 motores: en San Agustín (12), Alberro (6), Santa Amalia (2) y Alamar (3). Durante más de 30 días, por dejar de funcionar esas guaguas, se dejaron de transportar más de 2 mil 400 pasajeros diarios.

El directivo aseguró que el valor de esos trabajos está en el orden de los 20 mil CUP y unos 10 mil CUC.

De izquierda a derecha, Mario Montalvo, Rosendo la Rosa, Lázaro Fernández y Elpidio Pupo.

Alternativas ante las complejidades

La población que diariamente debe utilizar el transporte público en la capital sabe la complejidad de poder coger una guagua, mucho más si está en los llamados horarios pico.

No obstante los recursos que el Estado ha puesto en función del transporte, el coeficiente de disposición técnica de los ómnibus sigue siendo el talón de Aquiles de ese vital servicio. “Las piezas de repuesto, aunque llegaron tarde al país, en estos momentos están casi completas. Lo importante es recuperar el tiempo perdido y trabajar, hacer una buena labor para que los carros rindan más”, añadió.

Con seis terminales, la empresa Metrobús opera las líneas principales de La Habana. “Debemos dar 3 mil 8 viajes diarios y transportar 500 mil pasajeros, para así aportar lo que nos corresponde como entidad al más de un millón que como mínimo se aspira en la capital; sin embargo, solo llegamos a 420 mil”, afirmó León.

Cuestiones subjetivas afectan esas intenciones. Entre ellas, enumeró las indisciplinas técnicas en los talleres y en la vía. “Sabemos los padecimientos diarios de las personas: el chofer que no para en el lugar establecido, la guagua que no cumple con la frecuencia y como consecuencia se unen en los recorridos unas con otras.

“En el ómnibus suceden otros problemas, por ejemplo, la molesta música alta o cuando se conduce inadecuadamente el carro. También está el tema de la recaudación incompleta a la alcancía. En ocasiones porque las personas no pagan o porque el chofer desvía parte de ese dinero; por eso se contabilizan 420 mil pasajeros cuando sabemos que realmente se transporta mucho más”.

Según Jorge Luis, para dar los 3 mil 8 viajes, la empresa precisa de 287 ómnibus y en la actualidad posee 242. “Las líneas más afectadas son las del corredor de Boyeros porque el parque automotor de esa zona está muy deprimido”.

Explicó que ante esa situación han reforzado con equipos de otras terminales a fin de lograr que todas las líneas tengan el mismo nivel de cumplimiento.

“También hay apoyo de otros transportistas como los de Labiofam y Transmetro, que cuando terminan con sus trabajadores cooperan con el servicio; en las vacaciones los carros de escolares fueron de gran ayuda en ese corredor y en otros”.

León reconoció que persisten dificultades concretas con el mantenimiento y la revisión mecánica. “Si a un ómnibus no se le hace correctamente, cuando sale a la calle se puede producir el trasbordo debido a una rotura y a veces, en la hora pico hace falta que la guagua esté en la calle y debido a una mala revisión permanece todavía en los talleres”.

Una página dejada atrás

Una llamada al periódico Trabajadores abrió la incógnita: Yolanda Molina, madre de Elpidio Pupo, chofer del carro 468, en San Agustín, solicitaba que fuéramos allí: su hijo, junto con otros compañeros, había recuperado una guagua que casi estaba desechada.

En el colectivo varios hablan de esa hazaña. Lázaro Fernández, electricista, y Daniel González, mecánico, manifestaron que ya casi no contaban con ese ómnibus; sin embargo, está a punto de salir a la carretera.

Para Elpidio es como si tuviera en las manos un juguete nuevo. Y es que un chofer que ame su profesión, no es nadie si no tiene su carro listo.

El cambio en San Agustín es notable. Durante varios años los problemas de disciplina, organización y control afectaron sus resultados. En los últimos tiempos distintas administraciones pasaron sin dejar huellas. La presencia desde hace nueve meses de un nuevo consejo de dirección, con un estilo de trabajo diferente, es evidente.

Con certeza, Yosvany Azcona, chofer del carro 469, señala que si no hay un buen administrador, tampoco habrá un buen colectivo. “Antes de subir a la oficina, el nuestro llega al taller, pregunta qué carro está ahí, qué problemas tenemos, qué necesitamos”.

Malvis Lebrigio, secretaria general del buró sindical en ese centro, se refirió al entusiasmo que existe entre los compañeros, la disposición para trabajar en cualquier circunstancia. “Hacía rato que no veía eso”, afirmó.

Rosendo de la Rosa, administrador, ve el impulso actual como un resultado de todos.

Con el olfato del maestro que lleva en el corazón, sabe que hay que acercarse al trabajador y sensibilizarse con sus problemas.

No teme hablar del pasado de la unidad, pues “no hay historias bonitas si no se cuentan todas las partes”. Sin embargo, reconoce, lo importante es mirar al futuro, utilizar bien los recursos disponibles que tanta falta hacen en la recuperación del transporte de pasajeros.

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