En los barrios capitalinos es fácil identificar los días en que “viene el agua”. ¿Cómo? Por la que corre limpia por las calles hasta terminar en las alcantarillas, sin que nadie le ponga freno, y la que se desborda de tanques y cisternas.
La abundancia del líquido en algunos lugares se contrapone a su ausencia en otros territorios. Muchas veces los habitantes de una barriada son víctimas del despilfarro de sus vecinos.
Los salideros en las casas y el mal cerrado de las pilas son manifestaciones de una insuficiente cultura del ahorro.
Estos problemas también aquejan al sector estatal, ya sea por negligencia de los trabajadores o por el propio desgaste de las instalaciones y el poco mantenimiento.
Datos recientes ofrecidos por el vicepresidente del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, Abel Salas García, en el espacio televisivo Mesa Redonda, indican que en la isla se pierde el 58 % del agua que se bombea, debido a roturas en las conductoras y las diferentes redes de distribución.
Ante esta situación, es imprescindible concientizar la necesidad del ahorro y la conservación del preciado líquido, a partir del cumplimiento de las estrategias trazadas por el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos.
En otras palabras, cumplir con el cronograma de implementación de la Política Nacional del Agua y sus prioridades: el uso racional y productivo del recurso natural, el empleo eficiente de la infraestructura hidráulica, la prevención de riesgos asociados a su calidad y los relacionados a eventos extremos del clima.
Parafraseando el refrán popular: agua que no has de beber, ¡ahórrala!