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El esplendor de Málaga y la angustia de Reme

René Camilo García Rivera, estudiante de Periodismo

Una mujer que venda un órgano para mantener a sus hijos es conmovedor, sin dudas.

Me contaba un amigo, residente en España, que a Málaga no había llegado la crisis económica; que la perla del  Mediterráneo no perdía su brillo y que el turismo europeo impulsaba el  mercado inmobiliario. En su relato me detallaba cómo las empresas constructoras acondicionaban los barrios residenciales, donde en verano merodea la clase media alemana. De tal modo, los residentes en la ciudad andaluza no vivían en la zozobra de Madrid o de Valencia, aseguraba. Pero Reme, la joven que publicó por estos días un anuncio proponiendo vender uno de sus riñones para mantener a sus hijos, no debe estar de acuerdo con tales alabanzas.

Málaga es la cuarta urbe española  en cuanto a actividad económica, según el  Anuario Económico de la Caixa 2011, y  “como capital de la Costa del Sol tiene en el turismo una considerable fuente de ingresos; es una ciudad de servicios, con una significativa actividad en la industria de nuevas tecnologías.” Sin embargo, Reme no encuentra empleo.

Luego de que hace dos años perdiera la plaza que mantuvo durante una década, la malagueña de 36 años sobrevivió con un subsidio de 426 euros y de lo que su padre, con una exigua pensión, pudiera ofrecerle.

Reme es divorciada y tiene dos hijos: el mayor de nueve años y el segundo de cinco. Hace unos meses pidió una hipoteca de 5000 euros para evitar el desahucio inminente.  Si ni ella ni sus hijos comieran, ni pagaran alquiler, calefacción, transporte,  gas  y teléfono, en doce meses podrían amortizar la deuda que tienen con el banco. Pero no pueden  prescindir de estas necesidades, por lo que Reme venderá un riñón, probablemente en 30 mil euros.

Lo que se ha narrado es motivo de noticia en los más diversos medios de comunicación. Una mujer que venda un órgano para mantener a sus hijos es conmovedor, sin dudas. Pero si Reme viviera en Tailandia, donde los órganos humanos se comercializan a precio de baratija, el anuncio se perdería en el silencio y ella se vería obligada quizás a vender su propio corazón para saldar la deuda.

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