El 2013 casi termina y a estas alturas en la provincia de Santiago de Cuba todavía hay contribuyentes que no han realizado la Declaración Jurada sobre los ingresos personales obtenidos en el año 2012, en tanto otros falsearon datos e informaron entradas muy por debajo de las realmente alcanzadas.
Más allá del régimen sancionador existente para reprender a los omisos y subdeclarantes, por medio del cual se les aplican diferentes medidas, la cifra de los incumplidores se convierte en un muestrario de indisciplina fiscal y carente cultura tributaria.
Esas manifestaciones erosionan los cimientos de la política establecida en tal sentido en el país, que tiene entre sus objetivos, según se consigna en los Lineamientos, “contribuir al incremento sostenido de la eficiencia de la economía y de los ingresos al presupuesto del Estado, con el propósito de respaldar el gasto público en los niveles planificados y mantener un adecuado equilibrio financiero”.
Algo más que números
“El proceso de liquidación de impuestos sobre ingresos personales correspondiente al año pasado cerró el período voluntario con un total de mil 921 contribuyentes —el 3,7 %— que no presentaron la Declaración Jurada, explica María Marlenis Machado Pedraza, directora provincial de la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) en Santiago de Cuba, de ellos 300 fueron depurados por diferentes causas, dígase fallecimiento, enfermedades invalidantes, reclusos, entre otras.
“La ONAT actuó sobre mil 621 con multas por valor de 453 mil pesos, y quedan pendientes en estos momentos 271 contribuyentes, de ellos seis en el municipio de San Luis y el resto en la cabecera.
“En el caso de los subdeclarantes, acota la directiva, de los 30 mil 656 trabajadores santiagueros por cuenta propia se fiscalizaron mil 637, de las actividades de transporte y elaboración y venta de alimentos.
“De ese total solo 36 cuentapropistas declararon ajustados a sus ingresos, el resto (mil 601) subdeclararon, dejándose de ingresar al presupuesto del Estado 10, 9 millones de pesos.
“Según lo establecido en la Ley 113, precisa María Marlenis, los contribuyentes notificados como subdeclarantes pueden presentar recurso de reforma ante las oficinas municipales de la ONAT, y de no estar de acuerdo con lo que la entidad apruebe, están en el derecho de acudir al recurso de alzada, previo pago, en la instancia provincial por conducto del municipio, y si no les satisface el dictamen es posible realizar una demanda ante el tribunal competente.
“Realmente el actual panorama nos dice que todavía queda mucho por dialogar, acercarnos, informar, orientar en torno a todo lo relacionado con la política tributaria, a los contribuyentes en particular, y de manera general a toda la sociedad, esa es una de nuestras misiones y en ello nos empeñamos, pero para ser justos es necesario reconocer que en materia de cultura tributaria diversos actores sociales deben involucrarse en interés de fomentarla”.
Otros directivos de la ONAT en el territorio santiaguero concuerdan en que se han efectuado acciones de capacitación con trabajadores no estatales, creado círculos de interés en escuelas, diseñado espacios especializados en los medios de comunicación masiva… no obstante, hay mucho camino por recorrer en cuanto al fomento de una conciencia fiscal.
Rafael Puente Alayo, jefe del departamento de fiscalización de la ONAT provincial, considera que: “Junto al escaso dominio del tema tributario a nivel general, también late la indisciplina de algunos contribuyentes, quienes muestran una actitud inconsecuente a sabiendas de lo que hacen, pues sí conocen lo estatuido, tal vez no sean expertos en la materia pero, que tienen que hacer la Declaración Jurada y que esta debe ser fidedigna, es del conocimiento de todos ellos”.
La otra mirada
Conversar con algunos de los omisos o subdeclarantes resultó una misión imposible, ninguno accedió a darnos criterios en torno a la actitud asumida; no obstante, varios trabajadores por cuenta propia ajenos a estos procederes sí se arriesgaron a evaluar la posición de los incumplidores sobre la base de sus propias experiencias.
La mayoría identificó la ausencia de un mercado mayorista de aprovisionamiento como el principal estímulo a la evasión, exponiendo que la adquisición de las materias primas y los recursos necesarios para sustentar la actividad es “por detrás de la cortina”, lo cual “dispara los gastos”, y el porcentaje aprobado para estos dentro de la declaración queda muy por debajo de lo que demanda la realidad cotidiana.
En el caso de los transportistas se suma otro argumento reiterado: “Existe una competencia desleal, son muchos los ilegales, nos comentó un taxista que pidió no revelar su nombre, a esos no les pasa nada, ni nadie les exige cosa alguna, y en verdad hay que andar como fiera en la calle para capturar una carrera; por lo menos en Santiago de Cuba, el ingreso neto no es tan alto como algunos creen”.
Otros cuentapropistas añaden a lo anterior el hecho de sentirse poco atendidos y orientados por la ONAT, así lo consideran, por ejemplo, Armando Real Castellanos, fabricante-vendedor de coronas y arreglos florales, Argelio Carmenaty Llopis, fotógrafo, y Diagna Vargas, trabajadora contratada como modista-sastre.
“Aprecié agilidad en el proceso de entrega de mi patente, narra Diagna, nada de trabas, ni burocratismos, pero tampoco nada de explicaciones de cuestiones legales, de temas referidos a mis deberes y derechos, aquello fue de toma y vete”. Sin duda, en el variopinto escenario del cuentapropismo hay mucho trecho por recorrer.
En materia de cultura tributaria, por ejemplo, son entendibles los vacíos pues el mundo del fisco recién se abre ante los ojos de los cubanos, acostumbrados durante largos años a recibir, más que a dar, de lo cual se desprenden las manifestaciones de indisciplina existentes hoy, precisadas de acciones drásticas para evitar que se extiendan como males incurables.
Lo otro es que la ONAT refuerce sus funciones, tanto las referidas al control y el orden, como a las de educación y comunicación, para que ambas caras de la moneda tangan el mismo brillo.