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Alimentación-salud: una depende de la otra

Foto: René Pérez Massola

El consumo de alimentos sanos contribuye a la salud de la población. Fotos: René Pérez Massola

El tema escogido por la Organización de Naciones  Unidas para la Alimentación y la Agricultura  (FAO) para la celebración este 16 de  octubre del Día mundial de la alimentación  entrelaza sistemas alimentarios sostenibles y  salud, dos de las aristas más comprometidas  con la supervivencia humana, porque ¿cómo  pensar en una población sana sin los debidos  consumos de nutrientes?

Es por eso que al diseñar una estrategia para  concientizar a los Estados sobre la necesidad de  erradicar el hambre, la FAO se planteó metas que  contribuyen a la comprensión de los problemas y  las soluciones en la lucha contra ese flagelo.

Los esfuerzos no son en vano. A principios de  la década de los años 90 del siglo pasado, la subalimentación  afectaba a más de mil millones de  personas: Hoy la cifra se ha reducido en casi 30  millones.

Aun aquellos países donde el hambre no  constituye un problema de salud, como Cuba,  deben continuar en la búsqueda o perfección  de sistemas alimentarios saludables, basados  no solo en la producción (que es imprescindible),  sino también en la promoción de hábitos  que garanticen la satisfacción de las necesidades  nutricionales por encima de los gustos del  consumo.

Otra alerta de la FAO es válida para todos:  también hay que corregir los modelos insostenibles  de desarrollo, porque están degradando  el ambiente natural, amenazando los ecosistemas  y la biodiversidad que serán imprescindibles  para nuestro abastecimiento futuro de  alimentos. Los sistemas alimentarios están  formados por el entorno, las personas, las instituciones  y los procesos mediante los cuales se  producen, elaboran y se llevan hasta el consumidor  los productos agrícolas.

Comer mucho no es comer bien 

La política de alimentación en Cuba garantiza  seguridad alimentaria y nutricional para toda la  población y enfatiza en los segmentos más vulnerables  como son los niños, las embarazadas,  ancianos y enfermos crónicos. El país tiene el  mérito de haber eliminado la desnutrición infantil;  la aguda en niños menores de cinco años no  constituye un problema de salud y el retardo del  crecimiento y la desnutrición global presentan  índices muy bajos.

No obstante, los malos hábitos alimentarios  prevalecen en la población cubana —nada tienen  que ver con necesidades puntuales— y son de larga  data. La II encuesta nacional de factores de  riesgo arrojó que el 24 % de los adultos consultados  no tiene costumbre de desayunar, el 28 %  usa sistemáticamente manteca para cocinar y el  12 % agrega sal a los alimentos en la mesa. Solo  aproximadamente el 14 % consume frutas y vegetales  diariamente.

Este registro también hizo una alerta por los  elevados porcentajes de mujeres y hombres que  tienen algún grado de sobrepeso u obesidad, condiciones  que pueden propiciar el padecimiento de  una amplia gama de enfermedades crónicas no  transmisibles, que nunca llegarían a aflorar si se  eliminaran los riesgos antes mencionados.

La agricultura debe garantizar cantidad, calidad y diversidad
de alimentos, para que además sean asequibles a la
población.

En las áreas de la atención primaria de salud  se deben promover conocimientos sobre la  relación entre alimentación y nutrición con relación  al grado de salud, la manera más sana  de preparar y consumir los productos con que  contamos actualmente y su conservación, con  lo cual también se evitan brotes de infecciones  gastrointestinales.

A los agricultores corresponde la tarea de  diversificar la producción de alimentos y buscar  por todas las vías posibles la obtención de mayor  cantidad de renglones que hayan sido tratados  con la menor dosis posible de sustancias químicas  —sin proponernos la utopía de que todos sean  productos orgánicos—, lo que redundará en consumos  más sanos.

Cuba cuenta también con guías alimentarias,  derivadas de investigaciones desarrolladas por el  Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos,  sobre la base del cuadro de salud de la población  en relación con la dieta, la disponibilidad y accesibilidad  a los alimentos.

Diversificar la producción  

Si para muchos países, e incluso para la FAO,  todavía la tenencia de la tierra, la mitigación y  adaptación al cambio climático, la volatilidad de  los precios de los alimentos y los biocombustibles  constituyen un problema esencial en la seguridad  alimentaria, está claro que el reto en Cuba está  en aumentar y diversificar las producciones no  solo para contar con variedad y calidad, sino además,  contribuir a que los precios sean asequibles  a la población.

El desarrollo de los programas de la agricultura  urbana y suburbana y el rescate de las producciones  de viandas, granos, frutales, carnes y  lácteos, deben dar el espaldarazo que reclama el  país. La FAO recuerda que son las zonas rurales  donde más azota la pobreza, por lo que insta a  hacer inversiones en la pequeña agricultura, una  alternativa viable. Una población sana depende  de sistemas alimentarios saludables.

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