El jueves 11 de junio de 1868 Diego José Batista, vicario de la Parroquial Mayor de Bayamo vistió sus mejores galas. Dorados y blancos eran los ornamentos que le daban mayor prestancia a su figura de venerable anciano.
El altar también se había engalanado para la fiesta del Corpus Christi y entre la muchedumbre que se agolpaba en el templo había una ansiedad inusual. Perucho (Figueredo), Aguilera (Francisco Vicente) y Maceo Osorio (Francisco) estaban pendientes de la liturgia como nunca antes. De soslayo miraban al gobernador, el coronel Julián Udaeta, y al maestro de capilla Manuel Muñoz Cedeño. Este último se había comprometido a tocar La Bayamesa en el lugar del te deum y repetirla varias veces durante la procesión que recorrería las principales calles de la ciudad.
Udaeta nada sabía de música, pero bien conocía el padre Batista a sus feligreses, especialmente a aquellos que anhelaban una Cuba independiente y por los que sentía una empatía sincera. No podía culparlos cuando él mismo pensaba que tal como España era para los peninsulares, igual debía ser Cuba para los nacidos en la isla.
“Los patricios bayameses de la generación del 68 eran cercanos al padre Batista —asegura Raynor Rivera Licea, historiador de la Catedral de Bayamo—. Consejos les debe haber dado y también es probable que algunas de las edificaciones de la iglesia, si no el templo mismo, fueran empleadas para conspirar. Su figura ha sido poco estudiada a pesar de la innegable influencia que tuvo en el pensamiento de nuestros próceres.
“Reconocía con orgullo ser un sacerdote bayamés. Se sabe que nació en 1778 en la calle Martí, entre José Antonio Saco y Cacique Guamá, y que murió el 14 de febrero de 1876 en Santiago de Cuba, pero muchos detalles de su vida están aún por ser investigados o descubiertos.
“Algunos documentos lo colocan en 1864 como párroco de Bayamo, pero es posible que estuviera desde antes. Lo cierto es que aquel día en que se estrenó el Himno Nacional, era el padre Batista quien oficiaba una de las ceremonias más valiosas para un sacerdote: la eucaristía.
“No me atrevería a decir que hubo complicidad, veneraba tanto el sacerdocio como el amor patrio, pero sí recibió a Carlos Manuel de Céspedes cuando entró triunfante en Bayamo el 20 de octubre y dos días más tarde bendijo la bandera del Padre de la Patria en una ceremonia en la que también participaron los sacerdotes criollos Juan Luís Soleilac y Jerónimo Emiliano Izaguirre (1)”.
Ahora, a propósito de los 500 años de la fundación de la villa de San Salvador de Bayamo, el obispado de esta urbe y su Catedral (2), han decidido exhibir los atuendos ornamentales que posiblemente usara el padre Batista en el acto de bendición de la bandera, y quizás, por qué no, también en aquellas fiestas del Corpus Christi, las últimas que probablemente oficiara en Bayamo, y en las que se escuchó el Himno por primera vez.
Todas estas valiosas piezas —estola, dalmática, casulla, manípulo y capa pluvial— integraban su ajuar personal. Según Raynor, se desconoce quién y cuándo fueron devueltas a las autoridades eclesiásticas de Bayamo, pero estas las exhibieron con celo en el bautisterio de la Catedral hasta finales de la década de los años 90 del siglo XX, cuando fue preciso retirarlas a la espera de una restauración que finalmente fue realizada por monjas españolas especializadas en esas labores.
En breve la hermosa Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, anexa a la Catedral, verá enriquecido su patrimonio con una vitrina que mostrará y conservará esos ornamentos cargados de historia y significado. Esperemos que desde allí el recuerdo del padre Batista se convierta en aliento para seguir escribiendo el libro de su vida.
(1): Del padre Juan Luis Soleilac se presume un cambio posterior a favor de España, pues se le permitió regresar a Bayamo y seguir oficiando en uno de sus templos. Al padre Jerónimo Emiliano Izaguirre, en cambio, se le recuerda como el primer sacerdote mambí. Algunos documentos lo ubican, en 1869, oficiando una misa ante el Gobierno de la República en Armas.
(2) El 9 de diciembre de 1995 una bula papal firmada por Juan Pablo II convertía en Catedral a la Parroquial Mayor de Bayamo.