por Georgina Camacho Leyva
El pasado 1º de octubre se produjo el llamado cierre del Gobierno de Estados Unidos, al no ponerse de acuerdo los congresistas de los partidos Demócrata y Republicano en la aprobación del presupuesto para el año fiscal que comenzó ese día. El último
cierre había ocurrido en el período 1995-1996 durante la administración de William Clinton.
El punto álgido de la negociación fue provocado por la entrada en vigor el primer día del mes de la reforma sanitaria aprobada en el 2010, uno de los pocos supuestos “logros” de la gestión del presidente. El programa establece como obligatorios los seguros de salud y asigna fondos públicos para subsidiar a las personas que no tienen capacidad de adquirirlos, unos 48 millones de ciudadanos. Los republicanos consideran que esta Ley de Asistencia Asequible, incrementará el déficit fiscal.
La Cámara de Representantes, dominada por estos últimos, envió al Senado un proyecto de presupuesto que postergaba el Obamacare por un año, pero el Senado, con mayoría demócrata, rechazó la propuesta. De esta forma el Gobierno comenzó el
nuevo año sin dinero. Posteriormente, la Cámara de Representantes aprobó varias resoluciones de gastos que permitirían al Gobierno financiar al Distrito de Columbia, los Institutos Nacionales de Salud y el Servicio de Parques Nacionales, algo que rechazaron el Senado y la Casa Blanca.
Ante el giro de los acontecimientos, el presidente Obama ha dicho que los republicanos paralizaron el Gobierno para poner trabas a la reforma sanitaria, por influencia de los ultraconservadores del Tea Party. También advirtió que si el Congreso no eleva el límite de la deuda para el 17 de octubre, EE.UU. caerá en una paralización económica.
Mientras, el Departamento del Tesoro ha anunciado que el país puede entrar en suspensión de pagos, algo que nunca antes ha sucedido y que podría desatar una nueva crisis como la del 2008.
El Gobierno se vio obligado a despedir a unos 800 mil funcionarios por falta de fondos. Según cálculos, el cierre de una parte de las instalaciones oficiales, museos y parques nacionales, no representará ningún ahorro y costará al presupuesto federal más de mil millones de dólares, unos 300 millones diarios.
Por su parte, el director de los Servicios de Inteligencia Estadounidenses alertó que no es posible garantizar la seguridad del país en medio de la situación reinante, cuando cerca del 70 % de la plantilla de esos servicios, incluido el personal de la CIA, la Agencia de Seguridad Nacional y la Agencia de Inteligencia de la Defensa, ha quedado suspendida de empleo.
El Tesoro había advertido en agosto de este año que el país alcanzaría su límite de endeudamiento de 16,69 billones de dólares a mediados de octubre, y que probablemente no sería capaz de financiar todos los gastos del presupuesto federal, también anticipó que la situación podía conducir a una escasez de recursos, la inactividad y el consiguiente daño irreparable a la economía. Alertó asimismo que sería muy perjudicial otro atasco parlamentario en el Capitolio, como ocurrió en el 2011.
En un reciente artículo de Paul Craig Roberts, republicano y exasesor económico del Gobierno de Reagan, reproducido por RussiaToday, se señala: “…Es probable que este otoño o invierno, y casi seguro que antes de 2014, los Estados Unidos afronten
una grave crisis económica (…) El duradero abuso del dólar estadounidense como moneda de reserva mundial que llevan a cabo la Reserva Federal y la Tesorería de EE.UU., la emisión incesante de nuevas deudas y la impresión de dólares para financiarla
(…); así como la esperada crisis política del déficit y techo de la deuda no resueltos todavía, esperan a los congresistas, que regresarán a Washington en septiembre, y harán colapsar el mercado laboral y hundirán la economía del país(…) Los ricos exigirán que los pobres sean sacrificados(…) El ‘Siglo Estadounidense’, proclamado por los neoconservadores, ha terminado sin empezar”.