El privilegio y la oportunidad de dirigir el equipo de científicos que encontraron los restos del Che y demás guerrilleros en Bolivia siempre es un tema recurrente al abordar al doctor Jorge González Pérez, experto en el campo de las Ciencias Forenses.
El acontecimiento que sin duda marcó al perito de medicina legal, Rector de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, le acompañará durante toda su vida, pues como él afirmara: “El Che es un ícono, un paradigma, algo muy puro”.
Este diálogo, que tuvo lugar el pasado año en el Palacio de Convenciones —durante el XI Encuentro Internacional Ciencias Penales— es fruto de las interrogantes de algunos colegas que por esos días daban cobertura al evento, donde el destacado especialista impartió una conferencia acerca del trabajo en la escena del crimen, “uno de los aspectos más importantes en la investigación forense”.
Científico consagrado, sencillo, afable, conversador incansable, cubano genuino. Todos estos atributos facilitaron una conversación prolongada, interesante y cautivadora sobre un hecho que enlutó a nuestro pueblo en 1967: el asesinato del Guerrillero Heroico y de otros combatientes en tierras bolivianas.
“Los cubanos y los revolucionarios del mundo recordamos ese día de una manera luctuosa. Fue un crimen, le dispararon estando en el suelo, amarrado. Pero también nos alienta el simbolismo de lo que el Che significa, es el hombre nuevo, que no está muerto, porque no han podido —ni podrán— matar sus ideas.
“Haber participado en este hallazgo fue una posibilidad que me dio la vida. Tuvimos el altísimo honor de representar a los científicos cubanos, muchos de los cuales contribuyeron aunque no estuvieron presentes en ese país latinoamericano.
Hallazgo
“No solo buscamos al Che, sino a todos los guerrilleros que murieron con él, independientemente de la nacionalidad. De 36 encontramos 31, faltan cinco: dos cayeron en los ríos (Grande y Ñancaguazu), los hemos buscado durante todos estos años y nunca hemos tenido noticias.
“Uno fue lanzado desde un helicóptero en Curuyuqui, una zona montañosa y distante. Y los otros dos casos son más complicados, pues fueron enterrados en las afueras de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, que ha tenido un desarrollo vertiginoso. Sería necesario desbaratar muchas cosas y contar con un permiso para hacerlo.
“Fueron más de 23 entierros, en unos 300 kilómetros de campo y monte. Eso nos costó mucho tiempo de trabajo (en Bolivia, cinco años y medio) tratando de encontrarlos. Fue una labor sistemática, minuciosa, de conjunto con personas que allí nos ayudaron”.
Cuando hallaron los restos del Che, Jorge sintió la satisfacción del deber cumplido. No era una simple tarea, esta tenía una gran trascendencia política. “Fue un logro de la ciencia y la técnica cubanas, un diseño hecho por nuestros científicos, el resultado de una labor colectiva, donde todos eran importantes, desde el geofísico, el geólogo, el informático, el historiador, el antropólogo, hasta el arqueólogo y el médico forense. Ninguno pudo hacerlo sin el otro”.
El hallazgo se produjo el 28 de junio de 1997 en la pista aérea de Valle Grande, a las nueve de la mañana del noveno día de búsqueda de excavación, de los 10 autorizados. “Llevábamos más de dos años trabajando, y la noche antes del descubrimiento las autoridades bolivianas vinieron para recordarnos que nos quedaban dos días, según la orden del Presidente. Cuando se fueron reuní a los compañeros y acordamos que no dormiríamos. Ya lo habíamos hecho en otras ocasiones”.
Esto sucedió al poco tiempo de haber encontrado el lugar donde se había abierto una zanja con buldócer, según cálculos de los especialistas, de unos cuatro metros de ancho, dos de profundidad y de 10 a 15 de longitud. Empezaron a cavarla, y al aparecer los restos el médico forense sintió la tranquilidad de “que habían llegado al final de la tarea dada por la Revolución, la misma que nos había formado”.
Al Che lo capturaron vivo el 8 de octubre y lo asesinaron alrededor del mediodía del día 9. “Se sabe que le cortaron las manos y las llevaron para La Paz —explicó Jorge González—. Había que demostrar que era él, pero cometieron el error de colocarlas en formol. Luego, los peritos argentinos que viajaron hasta allí con la ficha de identificación, realizaron una labor de rehidratación, hicieron el cotejo y confirmaron que eran del Guerrillero Heroico, pues había la creencia de que él tenía dobles”.
Detalles
Por fotos y otras investigaciones, los expertos sabían que en esa fosa se había producido el entierro de siete cuerpos. Realizaron un estudio retrospectivo y conocieron que un camión los había volteado de madrugada, alrededor de la una de la mañana. “Pensamos que alguien los movió, porque el del Che estaba separado del resto y su abrigo le tapaba la cabeza, para que no se supiera quién era”.
Señaló que el cadáver estuvo expuesto durante el 9 y el 10 de octubre, y en esa madrugada se produjo el entierro, amparado en una orden dada por el propio Gobierno boliviano, el general René Barrientos. “Había urgencia, pues el hermano del Che había llegado a La Paz con la intención de reclamar el cadáver.
“En algunos casos los entierros los hizo la propia guerrilla, generalmente ellos abrían el suelo con el plato de comer, no tenían picos, ni palas, hacían un hueco muy ligero, superficial y, en ocasiones, los campesinos encontraban los cuerpos, delataban el hecho al ejército, que luego los sacaba y los volvía a enterrar”.
Junto al equipo que le acompañaba, Jorge González tomó la decisión de cavar más de lo planificado. “Realmente el entierro estaba a 167 centímetros de profundidad, quiere decir que cuando la retroexcavadora pasó la pala enganchó una faja militar, y movió restos, que en un primer momento no sabíamos de quiénes eran”. Trabajaron en el sitio hasta el cinco de julio cuando se hizo la exhumación. Después, en el hospital japonés de Santa Cruz de la Sierra, donde había más condiciones, se llevó a cabo el proceso de identificación, de conjunto con los expertos del equipo argentino de antropología forense.
Entre sus misiones, Jorge González también tenía “el encargo” de representar a los familiares. Por tanto, después de terminar con la documentación requerida, reclamó la entrega de los cadáveres de los combatientes cubanos. ”En la pista del aeropuerto de Viru Viru, en esa ciudad, se divisaba una aeronave de Cubana de Aviación en la cual estaba el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, quien a nombre del pueblo cubano, recibió en primera instancia los restos del Che y demás combatientes, encontrados ese día”.
Presagio
Bajo la presión de un centenar de periodistas de todo el mundo, el equipo de búsqueda laboraba en una fosa que tenía alrededor de dos metros de profundidad. El comportamiento de muchos de los especialistas frente a los restos delató quién podría ser el Che, entre los cadáveres encontrados.
“Como parte de la profesión, de la ética, los médicos forenses de cualquier parte del mundo tenemos un sentimiento de respeto y de total cuidado en lo que hacemos. Pero en este caso, lógicamente, se sumaba la admiración por el héroe y el resto de los compañeros. Todos fueron capaces de dar la vida por un ideal. El tiempo lo ha demostrado, y ahora tenemos una Bolivia diferente”.