Aquel caluroso día ni siquiera hallamos un batido de la deliciosa fruta, ni a alguien que supiera por qué se nombra El Mamey, la unidad básica de producción cooperativa (UBPC), del municipio de Bolivia, al nordeste de la provincia de Ciego de Ávila.
Tampoco satisface nuestra curiosidad la obrera Silvia Alarcón Cabrera; no obstante, ella revela la esencia de la zozobra: “Aquí solo quedan las tierras llenas de hierbas y sigo en mi casa, como mis compañeros de trabajo, esperando un milagro, pues hace ocho meses que no nos pagan”.
Rememora Santiago Alarcón Verdecia, jubilado, que “antes había alimentos de todo tipo y el pago era puntual, pero el cambio constante de los jefes, la mayoría de ellos con pocos conocimientos de la actividad agropecuaria, fue una de las cosas que hizo ‘leña’ a la cooperativa”.
Los ingredientes del “batido”
Una de las ubepecistas interrupta, llamada Concepción Buzó Martínez, opina que el deterioro comenzó hace dos años aproximadamente, período en el cual la UBPC tuvo cinco administradores. Aunque fue en el presente año que El Mamey “se acabó de podrir”.
Cuenta Alberto Arzuaga Arjona, operador de la máquina de riego Fregat, rodeada de herbazales, que el maíz pasó tremenda sed en las más de 22 hectáreas sembradas, pues desde abril tumbaron la corriente, debido a su deuda con la empresa eléctrica. El plaguicida llegó tarde, por lo que muy pocas mazorcas sirvieron para harina o tamales.
Mala suerte tuvo también el boniato, la yuca, el plátano. La exigua ganadería tiene allí 268 hectáreas y las 924, que completan el total del patrimonio para cultivos varios y otras funciones, les fueron arrebatadas por el marabú y otras malezas.
De 127 trabajadores en la plantilla aprobada, quedan 42, y la mayoría de ellos aguarda sin salario en sus viviendas. Los demás se fueron a hacer carbón, limpiar patios y otras actividades estatales o por cuenta propia.
Luciano Martínez, jefe de producción de El Mamey, identifica entre las causas del caos, la falta de apoyo: “La empresa agropecuaria Bolivia presta servicios, pero lo que uno pide llega tarde y así no podemos preparar bien las tierras. Contamos con un solo tractor funcionando, de un total de cinco, y no está apto para esas labores; la picadora sigue rota…”.
Concuerda tal criterio con el de Orlando Núñez Ávila, director económico de la agropecuaria, quien refiere que las pérdidas económicas de esta entidad hasta julio pasado, superiores a los 200 mil pesos (en el 2012 totalizó 4 millones 37 mil 900), se concentran en la unidad de servicios técnicos que incumplió el plan de ingresos, en lo fundamental, por el mal estado del transporte y la maquinaria agrícola.
También coincide con la opinión de Luciano la de Nirelys Ruiz Águila, técnica de recursos humanos de la unidad improductiva: “Pasó largo tiempo que por aquí nadie venía; todo el mundo fue olvidándose de nosotros con la justificación de que las UBPC son autónomas”.
Jacinto Vega Hernández, quien labora allí hace 40 años desde que era un distrito cañero, no le achaca todo el mal a la responsabilidad ajena. “Nos faltó más trabajo a los obreros y mayor organización, control y exigencia a las administraciones”.
Corrobora ese razonamiento Vilma Carballosa Ramírez, contadora, quien subraya que “hubo mal manejo de los créditos bancarios, pues el asignado para el fomento de la yuca, por ejemplo, se cogió para salario.
“¿Que le enseñe una copia del balance?, ese lo hacía la económica nuestra en la empresa agropecuaria y allá dejaba los modelos, ella se fue hace ocho meses”, confiesa Vilma.
Si la UBPC tuvo 777 mil 300 pesos de pérdidas en el 2012 —según Núñez Ávila—, y desde febrero pasado no se realiza el balance económico, ¿cuál será el saldo actual del detrimento?
Una evidencia como respuesta: “Se le dio un tratamiento a la deuda y nuevos créditos, pero malgastaron el financiamiento”, testifica Eduardo Espinosa Gómez, director de la sucursal 5401 del Banco de Crédito y Comercio, quien añade que el endeudamiento rebasa los 3 millones de pesos.
A la hora de los mameyes…
En el momento de la verdad, de tomar una decisión, cuando el 2013 se acerca al fin, se maneja la solución más fácil: “Desintegrar la unidad. Ese fue el acuerdo en la última asamblea general de asociados”, informa Ernesto Hernández, secretario general del buró municipal del Sindicato Agropecuario y Forestal.
“La idea es que sea otra base productiva, cambiará el nombre de UBPC por UEB, pero ello requiere de un proceso que finalmente aprueba nuestro organismo a nivel central”, expresa Maday Castillo Álvarez, delegada de la agricultura en Bolivia.
Argumenta la dirigente que es necesario disolverla, pues el Estado ha puesto su aporte, pero ellos no se han organizado por problemas de la junta directiva, desinterés, falta de sentido de pertenencia e incumplen requisitos básicos como la vinculación del hombre al área, el pago por los resultados finales, el correcto uso de los créditos bancarios.
Ramón Pereira Pérez, presidente de la UBPC, reconoce que no pudo “timonear” la situación que ya andaba de mal para peor cuando le asignaron la tarea, ni cumplir el compromiso realizado por él en la conferencia municipal de la CTC de Bolivia: “Nos corresponde eliminar las chapucerías, pues nuestra entidad está responsabilizada con el 75 % de la comida destinada a la comunidad”.
Y que bien hubiese venido el vuelco de ese colectivo laboral en la etapa de actualización de su modelo económico, pero allí no se pudo celebrar en septiembre último los 20 años de fundadas las UBPC porque todo se complicó con la inadecuada selección de los cuadros, el descontrol, la desatención, los bajos rendimientos, la improvisación, los excesivos gastos y las reiteradas pérdidas.
El Mamey se “pudrió”, y lo más lamentable es que no se sabe hasta cuándo los trabajadores estarán sin percibir salario alguno.