Toda ciudad que se precie de cosmopolita y civilizada necesita de un teatro. O mejor, de varios teatros. Y esa era una de las urgencias de La Habana a finales del siglo XIX, cuando no bastaban el Principal (Alameda de Paula, 1773-1846), el Tacón (Prado y San Rafael, 1838), el Albizu (luego Campoamor, en San Rafael e Industria, 1870- 1919), el Payret (Prado y San José, 1877) ni tantos otros que se extendían al mismo ritmo que crecía la solvencia de la emergente burguesía capitalina.
Signado por la prosperidad económica y la necesidad artística, nació entonces, en 1884, el teatro Irijoa, nombre con que hacía honores al inmigrante vasco que costeó su construcción. Años más tarde fue rebautizado como Martí, y así llegó a nuestros días en que seremos testigos de su renacer.
El teatro de las cien puertas, como también se le conocía, ha sido sometido a una reparación capital en la que se ha respetado la arquitectura original y se han empleado modernas técnicas constructivas. Han sido fieles a sus decorados interiores y exteriores, en los que predominarán los tonos verde y dorado tan caros al neoclásico, corriente arquitectónica a la que responde la edificación.
El techo, con su vistoso plafón central y la enorme lámpara cocuyera, fue uno de los elementos en los que más rigurosamente trabajaron los alumnos y profesores de la escuela taller Gaspar Melchor de Jovellanos, quienes, a pie de obra, cooperaron con los obreros y técnicos de la empresa constructora Puerto Carenas, de la Oficina del Historiador.
Entre los elementos originales del teatro fueron rescatados las vigas de la cubierta, algunos decorados y el estilo afrancesado de puertas y ventanas exteriores que otrora permitían el paso de la brisa vespertina. Hoy el ruido ambiente demanda de otras soluciones, y es por ello que se ideó un sistema de carpintería de aluminio y cristales, el cual hermetizará el teatro y favorecerá la climatización y la acústica.
El nuevo Martí contará con un sistema automatizado para la mecánica escénica (luces, tramoya y telones). Modernos son también el audio y el dispositivo de prevención de incendios. Se incrementaron la cantidad de camerinos y se construyó un nuevo bloque de servicios sanitarios. Recuperaron la cafetería y uno de los edificios aledaños quedará incorporado al teatro para ubicar en él las oficinas socioadministrativas, almacenes y otros espacios vitales para el funcionamiento de la instalación.
Muy pronto, cuando la platea, los dos pisos de balcones y la tertulia o gradería en el tercero, con que se completan las 720 capacidades del Martí, ovacionen quién sabe qué espectáculo, pocos recordarán los más de 30 años de espera. Todos se alegrarán, en cambio, de este nuevo espacio que para el arte y la cultura se regala la ciudad.