Vayamos por puntos: S.O.S… apuesta por una televisión que no se suele hacer entre nosotros. Hay una pretensión de espectacularidad, un celo con la puesta en pantalla, una vocación integradora que no abunda en las producciones nacionales. Pero al observar la debilidad de muchos de sus presupuestos se llega a pensar que se ha querido cambiar más por pura reacción que por potencialidades intrínsecas.
¿Por qué se insiste en el contexto si la serie lo transfigura sin mucho orden ni concierto? Se nos dice que la historia sucede en Cuba, pero a todas luces es imposible que algo así ocurra en este país. No hay ni puede haber aquí compañías como esa, los integrantes de las agrupaciones cubanas suelen venir del sistema de escuelas de arte. Mejor hubiera sido que ignoraran el contexto.
Claro, aquí también resulta inverosímil buena parte del sustento de las acciones. Es imposible ensayar y tomar clases de ballet con ese vestuario casi barroco; el “plan de estudio” parece más carcelario que educativo; no se puede pretender que en unos pocos meses un elenco consiga un nivel de profesionalidad que lo ubique entre los mejores del país. Se puede apelar a la tan llevada y traída “abstracción de la realidad”, pero hasta un punto.
Los conflictos, que son presentados con mucho énfasis, resultan bastante superficiales. Los personajes están concebidos como arquetípicos, pero terminan careciendo de matices. Muchas de las peripecias están mal calzadas dramáticamente: son simplemente consecución de actos poco enlazados e injustificados. La violencia física y verbal es por lo general banal y vacía de verdaderas implicaciones.
En los capítulos suele haber rupturas de la unidad dramática. Un personaje que está en medio de un conflicto grave puede aparecer en la próxima escena como si no estuviera pasando nada con él. Y a veces da la impresión de que se escamotean escenas importantes.
No nos detendremos mucho en la concepción escenográfica, está muy por encima de la media de nuestra televisión. Apuntaremos que aquí también hay algunas incoherencias entre los exteriores y los interiores: la gran escalera del Centro Asturiano no cabe dentro del palacete de la finca Las Delicias.
La música y las coreografías, tan importantes en la trama, no están a la altura. Se intenta hacer una serie “pop”. Pero el pop de S.O.S… luce algo viejo. No suena como el de ahora mismo, tiene ciertas resonancias del pop cubano de los años noventa. Los diseños coreográficos son también bastante planos, algo que no se puede disimular con la edición vertiginosa, el aparataje lumínico ni la cámara en mano.
En fin, lo apuntábamos: se quiso transgredir, pero al final no se transgredió mucho. Hay una vocación de rebeldía que no encuentra raíces: rebeldía sin causa.
Hay que aplaudir, eso sí, la voluntad de revolucionar una televisión sosa y bastante chapucera: la que suelen hacer no pocos de nuestros realizadores de dramatizados. La serie está contada con buen ritmo, la puesta en pantalla es pirotécnica, el balance entre temas musicales y acción dramática está bien conseguido, la iluminación es buena, la fotografía es interesante y cuidadosa, los decorados son muy plásticos, el doblaje de las canciones es más que correcto…
Da gusto ver a tantos jóvenes actores, más allá de ciertos desniveles. De acuerdo: algunos son más viejos que los personajes que interpretan, pero en sentido general la selección fue acertada.
S.O.S. Academia ha llamado la atención de un público que hace tiempo necesita productos mejor empacados, más cercanos a lo bueno que se hace en el mundo. Ojalá que sea un referente para futuros empeños. Ojalá que esos empeños superen al referente.