La distorsión provocada por la circulación de dos monedas, una fuerte y otra débil, por llamarlas de alguna forma, provoca que algunos —no pocos por cierto— consideren módicos precios que están lejos de serlo ante el alcance real del salario.
Y pudieran ponerse muchos ejemplos ilustrativos. Citaré solo algunos.
En la recién finalizada etapa veraniega escuché una información, acompañada con “bombos y platillos”, que daba cuenta de la posibilidad de que la población accediera a un centro recreativo, el cual posee, entre otras atracciones, una bella piscina. Para entrar a la instalación era preciso abonar el “módico precio” —así dijeron— de 20 pesos en moneda nacional por persona y 20 más para disfrutar de la alberca. O sea, 40 pesos en un abrir y cerrar de ojos, solo por entrar y bañarse. Multiplique la cifra por el número de integrantes de una familia promedio que haya ido a veranear. ¿Quiénes pueden disfrutar de ese sitio? La respuesta es obvia.
Los más quejosos en ese sentido son los jóvenes, sobre todo los estudiantes. Para entrar a cualquier discoteca o centro nocturno deben abonar un importe que por lo general no está acorde a sus posibilidades financieras ni a la de sus padres. Uno de ellos me contaba recientemente, que el costo está casi siempre en dependencia de la popularidad de quienes actúen. Si es reconocido a nivel nacional y de los más difundidos por la televisión y la radio, el acceso puede superar hasta los 10 CUC por persona. Y si es solo con música grabada nunca está por debajo de los 2 o los 3, en dependencia del día de la semana.
¿Cuánto cuesta una noche de diversión? ¿Quién establece esos precios? ¿Dónde aparecen regulados? ¿Quién controla el destino final de ese dinero?
A esas interrogantes lógicas debe sumársele que no siempre se garantiza un espacio adecuado, una silla cómoda y la atención merecida. El propio joven me explicó que ha estado con su novia en un centro nocturno, después de pagar 3 CUC por cada uno, y ambos han tenido que ver el espectáculo de pie.
Ningún tiempo pasado fue mejor. Concuerdo con esa frase, pero de etapas anteriores debe tomarse lo bueno y desechar lo malo. Cuando estudiaba en la universidad (ya paso de los 50 años) en los centros nocturnos tenían establecido el “consumo mínimo”, o sea, una cuota fija, que se abonaba en la puerta y por la cual te entregaban un comprobante. Eso garantizaba que no te pasaras la noche disfrutando del lugar sin consumir, algo lógico, dadas las reglas del comercio.
Pero ese “consumo mínimo” resultaba valedero a la hora de pagar, o sea, podías sufragar con él parte de lo que compraras o ajustarte a esa cantidad, según anduvieran las finanzas. Ahora no es así; gastas en la entrada y gastas adentro, sin que el primer desembolso signifique garantía alguna más allá que la de atravesar el umbral. Y vuelvo a preguntar: ¿Cuánto cuesta una noche de diversión? ¿Quiénes pueden pagarla?
Volvamos a los “precios módicos”. No puede calificarse de esa manera el importe de un jabón de baño a 11 pesos; ni un tubo de pasta dental, con una calidad en franco descenso, a 8, y mucho menos un vasito plástico desechable de cerveza dispensada a 6. La relación ingreso-gasto queda notablemente deteriorada en esos y otros muchos casos y la economía familiar se resiente sobremanera.
Los precios fueron considerados en los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, aprobados en el VI Congreso del Partido, pues seis de ellos están referidos a tan sensible asunto. No obstante, a la estrategia planteada y claramente definida le falta aún coherencia y más materialización y control.
En ocasiones tenemos la sensación de que quienes los establecen no toman en cuenta la situación real de la economía en la mayoría de las familias cubanas, ni tampoco los costos de la producción. El valor de algunos productos cuadruplica y quintuplica lo que costó fabricarlo, lo cual hace demasiado elevado el margen comercial.
Y en los servicios sucede otro tanto. En el espectro cultural, por ejemplo, no creo que cualquier espectáculo artístico, por muy elevada calidad de tengan quienes intervienen en él, justifique el cobro de la entrada a un centro nocturno en una cuantía de 5, 8 o 10 CUC por persona. Una sencilla multiplicación para determinar la equivalencia en moneda nacional evidencia que cualquiera de esos valores significa un porcentaje bastante elevado del salario mensual de un trabajador honesto.
Y para dar el calificativo de módico, debe pensarse muy bien antes, porque en nuestras condiciones financieras, en la mayoría de los casos ese vocablo no se ajusta a la realidad.