Ernesto y Antonio son dos camagüeyanos a los cuales es difícil encontrar en su puesto de trabajo. Uno es el secretario de la sección sindical y el otro el mejor de los activistas; tal vez por eso es que dejan su labor a un lado, a veces hasta un día entero, por tal de cumplir con sus responsabilidades: recoger la cotización, cotejar planteamientos y quejas, entre otras.
Ambos son cocheros y creen que esta profesión, que ha traspasado la barrera del tiempo, gana en reconocimiento social. Y es que este trabajo, tanto en Camagüey como en toda Cuba, contribuye al traslado de la población y además, a la preservación de tradiciones, pues, entre la modernidad de las calles y avenidas, transitan con los rasgos del pasado.
Hoy, ellos son conocidos como trabajadores por cuenta propia que aportan con sus ingresos al crecimiento económico del país. A pesar de los visibles beneficios, todavía algunos conservan inquietudes con respecto a esta variante laboral y buscan conocer el nivel organizacional que han adquirido, tal como cualquier empresa. Un ejemplo lo constituye la piquera La Borla, en el reparto La Vigía, de la ciudad agramontina, donde alrededor de 50 cocheros comparten espacio y profesión.
El sindicato: bien vale la pena
Antonio González Díaz no sabe hacer otra cosa que cochear. Lleva casi 20 años en la misma profesión y se ha ganado el sobrenombre del padre de los nuevos que se insertan en la piquera, porque a él no hay quien le haga un cuento sobre una faena que ha sido el sustento de su familia durante años.
Tal vez ese amor fue el empuje para dar el primer sí, cuando aquella muchacha del sindicato del Transporte de la provincia se acercó con la “locura” de formar un sindicato. Muchos de los presentes llevaban tiempo como cocheros y no creían en la necesidad de esta variante; en cambio otros sí porque ya habían tenido vínculos laborales de forma estatal y confiaban en su importancia.
A casi un año de creada la sección sindical, Antonio considera que “el sindicato es algo grande, pero que debía haberse formado hace muchos años y así, a lo mejor, no hubiéramos pasado tanto trabajo”.
Pero, la labor sindical no es tarea de un solo hombre, por lo que al objetivo de defender al cochero se une Ernesto López Acevedo, quien funge como secretario de la sección sindical de la piquera. Esta decisión, para nada arbitraria, se basó en la experiencia de casi 20 años que ha acumulado como dirigente de la organización en sus anteriores profesiones estatales.
“Yo esto lo llevo en la sangre –apunta Ernesto – mi abuelo y mi padre fueron dirigentes sindicales y desde muchacho los veía en esas funciones. Además, siempre me gustó eso de defender a los trabajadores, por lo que mientras tenga fuerza voy a estar representando a los cocheros.
“El sindicato en un centro de trabajo es el máximo representante de los trabajadores. Para los cocheros, quienes hemos estado durante varios años dirigiendo inquietudes a todos los organismos, significa que ahora tenemos un defensor que tramita las problemáticas y juega un papel importante”.
A pesar de la organización lograda aún persisten nubarrones que empañan la imagen lograda: los ilegales. Contra ellos, bien dice Antonio, que “no podemos hacer nada, eso es cosa de la policía, pero nos afecta grandemente. Te llevan los pasajeros y nos dificultan la recogida de dinero; por ejemplo, yo siempre como 10 % de impuesto entrego cerca de 80 pesos y, a veces, he tenido que bajarlo porque solo doy una vuelta”.
Al trabajo no estatal todavía le falta para optimizar su papel, pero en un futuro representará un porcentaje significativo de la fuerza laboral del país. Aún cuando proliferen las secciones sindicales en esta variante y, como la analizada, muestren éxito en su funcionamiento, es necesario que el movimiento sindical consolide su estilo y métodos para atraer más hombres.
Ser cuentapropista no significa ser diferente al resto de los trabajadores, porque todos tienen problemas que solucionar, y el sindicato, como para Antonio, puede ser “lo mejor”.