Por: Jesús González Barriga
Desde niño consideré a mi padre como un erudito en materia de deportes, era fiel seguidor de casi toda las disciplinas, asiduo lector y conocedor de cada detalle, récord y curiosidad. Junto a su sillón de limpiar zapatos estaba su peña La Peña de Blas, reconocida como insignia dentro del territorio por ser la primera en crearse y una de las más concurridas.
Hace unos años el viejo falleció y realmente fue un duro golpe para todos. Recuerdo con emoción y tristeza sus berrinches, principalmente cuando se discutía del deporte de las bolas y los strikes. Heredé su influencia y hasta su carácter. Recientemente tuve un sueño donde estaban presentes mi progenitor, los peñistas y quien les narra.
Caminaba por mi pueblo natal y como de costumbre llegué a la peña, mi papá laboraba e intentaba dirigir la tertulia. Después de los saludos fluyó el diálogo.
-Viejo, llevo días analizando el equipo Cuba de béisbol que ganó la corona en el mundial de La Habana 1984; recuerdas que me dijiste que para tí fue el mejor de todos.
-Te lo dije y lo mantengo, lo que sucede, hijo, es que cuando días atrás discutíamos el tema y veíamos varios team Cuba, tú no acababas de meterte en la cabeza que siempre van a quedar fuera peloteros superestrellas, pues le tocó jugar épocas diferentes. Al final, si tu gusto es otro equipo Cuba, vas a encontrar esa misma situación.
-Te entiendo perfectamente —repliqué—, pero a lo que me refería es que da lástima dejar fuera a peloterazos como fueron Omar Linares, Kindelán, Pedro Luis Lazo, etcétera.
-Cosas imposible muchacho —contestó sin dejar de trabajar—, aunque te puedo asegurar que en el año 1984 estaban presentes los tres mejores jardineros cubanos desde 1959; los números y la historia lo reflejan. Cuando se hable de peloteros de pies a cabeza allí están el oportuno Lourdes Gourriel, la centella Víctor Mesa y el pelotero completo Luis Giraldo Casanova. Han existido otros muy buenos, pero nadie dudaría de mi elección.
-Licenciado —dije en broma— ante estos monstruos ¿tú sabes lo que voy hacer? quitarme el sombrero; pero bueno continúa, continúa…
-Soy del criterio que nunca asistieron a un evento fuera del país tres estelares receptores como lo fueron Juan Castro, Alberto Martínez y Pedro Medina. Los dos primeros eran doctores en mascoteo y Albertico fue un bateador destacado en el extranjero. De Medina te puedo decir que defendía bien, pero bateaba mucho mejor. Hijo, te lo recalco, no había fisura atrás del home, eran tres maestros.
-Padre, sin menospreciar a nadie, solo me faltaría un Ariel Pestano, pero sé que no es posible, ya me lo explicaste. Sin embargo, faltan varias posiciones.
-Efectivamente, en la lomita de pitcheo te voy a poner a cuatro grandes, el meteoro de la maya, Vinent, no perdía en eventos internacionales, cincuenta y tantas victorias y solo cuatro derrotas y escucha, frente a Estados Unidos fue un verdugo; otro grande, Rogelio García, el hombre que mejor tiraba el tenedor; Tati Valdés, un verdadero zurdo de oro, y por último Julio Romero, que lanzó el juego decisivo del mundial.
-Para terminar, mi equipo contaba con un infilder de lujo; el gigante del Escambray, Muñoz, en primera; Urquiola en segunda; Pacheco como torpedero ¡Qué clase de pelotero!; y el señor jonrón, Cheíto, en la esquina caliente ¿Quién nos ganaba? Y me falta el designado que podría ser Junco, Verde o Jova. Para dirigir esa tropa quién mejor que Pedro Chávez. Para que tengas idea, seis cubanos se colaron en el todos estrellas; además les caímos a palos a los yanquis.
-Viejo, no te has referido a la jugada del mundial, somos todo oído.
-Es el más famoso intento de robo de home que he visto en mi vida, fue frente a Estados Unidos. Víctor Mesa, luego de salir tres veces para segunda base y tener que regresar por foul, logra adelantar, seguidamente roba tercera y de inmediato se lanzó al robo del home. La jugada fue cerrada, llegando y llegando, pero el árbitro decretó out, el pueblo lo disfrutó mucho. El increíble Mesa se llevó además cuatro récords individuales y uno empatado, también…
Dando vueltas en mi cama me despierto, me toco, enciendo la luz, veo la realidad y murmuro bajito: gracias padre, gracias por tus enseñanzas, por esos ídolos, por todo.