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Una cinta de amor

El capitalino Hotel Nacional muestra sus cintas amarillas. Foto: Agustín Borrego.
El capitalino Hotel Nacional muestra sus cintas amarillas. Foto: Agustín Borrego.

Un hombre sencillo, de una humildad y dignidad  tremendas, pidió a los cubanos que este 12 de septiembre pusiéramos alrededor de un árbol ― o simplemente nos colocáramos en la ropa ― una cinta amarilla para pedir que sus cuatro hermanos, presos injustamente en cárceles estadounidenses, regresen a su patria, a su familia, a su pueblo.

René González lo dijo desde el fondo del corazón. Y los cubanos lo escucharon. Niñas y niños; mujeres y hombres han dejado volar su imaginación: unos ataron cintas en sus brazos, otros en sus blusas, en las mochilas, en los autos, en los árboles, en las puertas de las casas…. Hoy me he puesto una cinta amarilla en mis cabellos, lo hago por los hijos que no pueden besar a sus padres; por las madres encanecidas que añoran el retorno de sus muchachos; por las esposas que no pueden abrazar a sus amados, por las familias que permanecen separadas; lo hago por Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y también por René, que no estará tranquilo hasta que no vea a sus hermanos retornar a la Patria.

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