“Les doy una canción como doy el amor” fue el título escogido para un espectáculo que disfrutaron las casi cinco mil personas que colmaron el coliseo, entre las que se hallaban el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer secretario del PCC y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministro; miembros del Buró Político, dirigentes del Estado y el Gobierno, y algunos de los familiares de los Cinco.
Fueron la música, el verso y la danza los dueños de la noche. Con ellos se hilvanó un mensaje de solidaridad conducido, en buena medida, por el lirismo de Silvio Rodríguez —Te doy una canción, El hombre de Maisinicú, El necio, Te conozco y El dulce abismo— y el verbo de René y Tony de quienes se declamaron textos y poemas.
Silvio, con la mesura habitual, cantó acompañado por la flautista Niurka González, el percusionista Oliver Valdés y el grupo Trovarroco. Además de los temas mencionados, se dejó escuchar en Todavía cantamos, junto al trovador argentino Víctor Heredia quien además presentó Razón de vivir y Sobreviviendo . El otro invitado extranjero de la noche fue el cantor puertorriqueño Dany Rivera. Inolvidable será su melodiosa voz, acompañada al piano por Alejandro Falcón, en Gitano .
Ernesto Blanco y su grupo aportaron una sonoridad más contemporánea a la gala, mientras que David, su hermano, se ganó una cerrada ovación con la versión que hace unos años realizara de Yo soy el punto cubano, y que esta noche cantó, a solas, con el piano.
La Compañía Folclórica Banrarrá hizo sonar los tambores de la rumba y el guaguancó, mientras que el Ballet de Lizt Alfonso evocó esos ancestros ibéricos que cargados de fuerza y ritmo nos legaron el flamenco en sus diferentes versiones. Emotiva fue, sobre todo, la coreografía Agobio, de Diana Fernández y Risel Mayor.
Completaron el elenco los bailarines del Ballet Nacional de Cuba Amaya Rodríguez e Ignacio Galíndez, casi un centenar de niños estudiantes de guitarra y miembros del proyecto comunitario Clave de Sol, además de la actriz Corina Mestre y sus colegas Lester Martínez, René de la Cruz, Jorge Enrique Caballero y Denis Ramos. La dirección general, artística y el guión del espectáculo, que fue transmitido en vivo por la televisión cubana, fue de Alberto Méndez.
El buen gusto y el alto nivel artístico signaron un espacio que se inició con el justo reclamo de una hija —Laura Labañino Palmeiro, hija de Ramón— a recibir un beso paterno sin estar custodiada por los guardias de una prisión y denunció la posibilidad cierta de encontrarlo, un día, en una de esas visitas supervisadas, imposibilitado de caminar por no haber recibido la atención médica que la dolencia de sus rodillas demanda. Con emotiva serenidad habló de recuerdos y esperanzas, entre ellas esa de que no sea un presagio el sueño que desde hace algún tiempo le atormenta: la imagen del avión donde regresa su padre y una silla de ruedas.