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Rosario Cárdenas visita El Monte

Tributo a El Monte subirá nuevamente al escenario del Mella este fin de semana. Foto: Del autor

Los que esperaban un acercamiento  folclorista al libro inmenso de Lydia  Cabrera habrán salido decepcionados  del teatro Mella. Tributo a El Monte, el  más reciente estreno de Rosario Cárdenas  y su compañía, más que homenaje  desde la recreación involucrada  parece diálogo problemático e innovador  con un texto fundacional. No se  asume El Monte (que para muchos es  la Biblia de las religiones afrocubanas)  como pauta inamovible, sino más bien  como punto de partida o como rampa  de lanzamiento de un conglomerado  multicolor y chispeante de imágenes  danzadas, hermosas por momentos  y por momentos grotescas, lúdicas e  imaginativas, violentas y sensuales,  muy físicas o muy metafóricas…

La creadora se ha zambullido sin  prejuicios en el laberinto palpitante de  nuestra cultura, en su génesis y consolidación.  Pero Rosario no ha querido  ser simplemente cronista. En el “viaje”  están sus “fantasmas” de siempre: esa  deconstrucción del hecho representado,  esa indagación en un mundo soñado,  esa espectacularidad algo agreste…

Muchos puntos en común tiene  esta propuesta con grandes creaciones  (obras para toda una función) de la  laureada coreógrafa y bailarina. Como  María Viván, Dador o Zona Cuerpo,  Tributo… se sostiene en el devenir de  cuadros disímiles, con una autosuficiencia  incuestionable, que se encadenan  con una lógica que no siempre resulta  aristotélica. Eso sí, aquí esos lazos  son menos evidentes, la fragmentación  del discurso pudiera parecer accidente  o falta de coherencia. La proyección de  imágenes fílmicas no siempre se implica  bien con el resto del entramado. La  aparición en escena de cantantes del  grupo Fuera de Norma está justificada,  pero no del todo resuelta en términos  coreográficos.

Tributo a El Monte es un espectáculo  con pretensiones y a todas  luces difícil de representar. Afortunadamente,  los bailarines nunca  pierden el sentido de la puesta, siempre  lucen comprometidos, defienden  con organicidad y suficiencia técnica  los retos que plantea la muy peculiar  visión de la coreógrafa.

Como en buena parte de la obra  de Rosario, aquí no hay medias tintas.  Esto gusta o no gusta. No hay concesiones  ni fórmulas seguras. Después de  tantos años de trabajo, Rosario Cárdenas  sigue apostando por el riesgo.

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