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Maceo: “raíz, necesidad y futuro”

CARPoco después del ciclón del año 1926 (20 de octubre, Isla de Pinos y La Habana: 600 muertos), el emblemático músico cubano Sindo Garay (Antonio Gumersindo Garay y García, Santiago de Cuba, 12 de abril de 1867 – 17 de julio de 1968) escribió la canción titulada El huracán y la palma, motivado por una fotografía que registró un insólito hecho ocurrido tras el paso del meteoro: una palma real atravesada por un listón de madera. Golpeado de muerte, el suntuoso árbol se mantuvo de pie, erguido en medio del destrozo.

Ese acontecimiento tocó las hondas fibras patrióticas y poéticas del autor de La Bayamesa. Y compuso esta pieza cuyos versos evocan que todos los árboles sucumbieron ante la temible tormenta, pero hubo una palma, “erguida y valiente” que “batió el huracán”.

Inspirado en aquella legendaria canción, el reconocido actor, dramaturgo, poeta y ensayista Carlos Padrón Montoya (Santiago de Cuba, 21 de marzo de 1947) escribió la obra de teatro homónima, dada a conocer en el Grammercy Theatre, de Nueva York, hace exactamente 17 años (5 de septiembre de 1996) y posteriormente estrenada en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba (marzo del 2001), por el grupo Teatro en las Nubes.

Impresa el año pasado por la casa editora Colección Sur, bajo los auspicios de la Comisión Aponte, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), El huracán y la palma es uno de esos libros que rememoran a nuestros mártires por la independencia nacional y pueden disfrutarse de principio a fin. Y no solo por el sostenido ritmo de una dramaturgia muy bien hilvanada, sino, ante todo, por el respetuoso tratamiento de la figura del Lugarteniente general del Ejército Libertador, Antonio Maceo y Grajales (Santiago de Cuba, 14 de junio de 1845 – Punta Brava, 7 de diciembre de 1896), visto desde sus más sensibles aristas como hombre y patriota.

“Traté de humanizar su imagen a veces sacralizada y también la de Mariana y la de María; los parlamentos de Mariana ahí son los de la madre, también preocupada por las angustias del hijo”, ha dicho el escritor, quien goza de popularidad por sus actuaciones en la televisión, el cine, el teatro y la radio.

Concebida en su guion para diez actores, El huracán y la palma, según se expresa en el prólogo del también dramaturgo, actor, crítico y periodista Amado del Pino, es “una pieza clave en la educación patriótica de las últimas generaciones de cubanos. Me consta que la acción y el pensamiento de Maceo han estado en el centro de las pacientes investigaciones de Padrón”.

Escrita en dos actos, la obra sintetiza asimismo el ideario independentista y la virilidad del militar más bravo de nuestras guerras. Y aunque no tiene sentido biográfico, la dramaturgia recrea su enigmática personalidad desde ángulos eminentemente emocionales, realzando la poética y la belleza espiritual del Titán de Bronce a través de alegorías extraídas de valiosos legados históricos escudriñados por el autor.

En tal sentido, en la ficción literaria de Padrón no puede dejarse de mencionar el solemne encuentro de Maceo con ese gran poeta, escritor y periodista del siglo XIX Julián del Casal y de la Lastra (La Habana, 7 de noviembre de 1863 – 21 de octubre de 1893), uno de los máximos exponentes del modernismo en Cuba, oportunidad en que el dramaturgo instruye, desde una postura maceísta, sobre la relación entre política y arte.

Pensada desde el mundo de las sombras, el lector-espectador se introduce en el místico reino de la muerte (humanizada en el personaje Señora), para rememorar al hombre, al héroe, al hijo ilustre de la nación —poco tratado en las tablas en sus disímiles facetas, humanísticas— y redimensionar un símbolo que también es “raíz, necesidad y futuro en el inconfundible e irreductible color cubano de nuestra cultura”, como expresó en una ocasión el escritor y poeta Miguel Barnet, presidente de la Uneac”.

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