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Las perspectivas dependen de nuestra habilidad

Doctor Ricardo Torres Pérez, jefe del equipo de Economía Cubana del CEEC. Foto: Heriberto González Brito
Doctor Ricardo Torres Pérez, jefe del equipo de Economía Cubana del CEEC.
Foto: Heriberto González Brito

El doctor Ricardo Torres Pérez ocupa, con solo 32 años de edad, una importante responsabilidad en el Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), de la Universidad de La Habana.

Su investigación para el doctorado estuvo centrada en un tema de mucha significación: Impacto del cambio estructural en el crecimiento económico de Cuba. Ha impartido conferencias en Japón, Noruega, Suecia, España, Sudáfrica, Nueva Zelanda, Singapur y Estados Unidos. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Las políticas industriales en la transformación del modelo económico cubano, Economía cubana: ensayos para la restructuración necesaria y Problemas estructurales y cambios en el modelo económico de Cuba, entre otras.

Recientemente usted presentó una ponencia sobre el desarrollo industrial cubano en un nuevo contexto. ¿Pudiera resumir algunos de los aspectos planteados sobre ese tema?

El objetivo fundamental de esa ponencia fue explicar algunas de las tendencias principales del desarrollo industrial en el mundo y la implicación que estas tienen para las perspectivas de la industria en Cuba. Varias de las lecciones más importantes tienen que ver con la relevancia de la inversión extranjera directa, el comercio y la creación de cadenas de valor a escala global para explicar el desarrollo industrial de países que hasta hace poco tiempo estaban fuera del mapa manufacturero internacional. No obstante, los que mejor lo han hecho, también han puesto en práctica una activa política hacia el sector, creando capacidades endógenas en nuevas empresas.

Cuba debe hacer adecuaciones de acuerdo con sus condiciones particulares, pero sería arriesgado pensar que nos podemos sustraer de estas tendencias y aun así aspirar a tener un sector manufacturero viable, que haga un aporte neto positivo a nuestro desarrollo económico.

En el más reciente Congreso de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC) se reiteró que la economía cubana presenta serios problemas estructurales. ¿Qué consideraciones le merece ese asunto?

Existen al menos dos perspectivas cuando se trata de hablar de problemas estructurales. Según una corriente de pensamiento económico de gran arraigo en nuestra región geográfica, el estructuralismo “cepalino” (se refiere a la Cepal: Comisión Económica para América Latina y el Caribe), la deformación estructural de una economía tiene mucho que ver —aunque no exclusivamente— con las características de los sectores que la conforman y sus dimensiones relativas, como por ejemplo: manufactura, agricultura e industria pesada o ligera, y más recientemente, los servicios productivos (finanzas, asesoría legal y técnica…) o las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC).

El otro criterio se refiere a “estructural” en oposición a “coyuntural”, “superficial” o de corto plazo. Hago esta aclaración porque Cuba tiene problemas estructurales en sentido amplio, es decir, de acuerdo con ambas acepciones. Esto es relevante porque los conceptos deben utilizarse adecuadamente, y muchas veces nos encontramos con el uso y abuso de términos que solo conducen a crear confusión.

Nuestra economía, por diversas razones que sería muy complejo y dilatado abordar en este momento, padece en la actualidad de numerosos problemas que están retrasando enormemente su desarrollo presente y futuro, y el bienestar de nuestra gente. Según la primera acepción explicada, podemos decir que la producción material (agricultura, industria, construcción…) está muy por debajo del potencial existente y padece de un severo retraso tecnológico. Esto tiene impactos en el precio real de los alimentos que consumimos, la elevada dependencia importadora y la posibilidad de ofrecer más empleos productivos y bien remunerados, entre otros aspectos. También se observa un sobredimensionamiento de los servicios sociales o personales, tanto desde el punto de vista de la estructura del producto interno bruto (PIB), como en la de los ocupados. Es bueno que se tenga en cuenta que estas actividades, en nuestro caso, solo se sostienen a través de asignaciones del presupuesto.

Dentro del segundo concepto, que es más amplio, podríamos mencionar los deprimidos niveles de inversión; el deterioro de la infraestructura física, incluyendo la que tiene que ver con las TIC; el bajo coeficiente exportador; el enorme tamaño de la administración pública para nuestras posibilidades económicas; el insuficiente aumento del salario real que tiene impactos negativos en el consumo; la distorsión de los precios relativos en la economía a partir de la doble circulación monetaria y los múltiples tipos de cambio que operan simultáneamente, y el escaso número de empresas de clase mundial, entre otros aspectos de influencia.

Debido a la propia naturaleza de estos elementos y sus interrelaciones, podemos estar seguros de que su solución es una labor a mediano y largo plazo, que requiere de un programa estratégico coherente, que se conciba y ejecute con la participación activa de los distintos actores de nuestra sociedad: gobierno, ciudadanos, sector productivo, territorios, comunidades, obreros e intelectuales… De esta pluralidad pueden salir grandes ideas y el consenso necesario para labrar con éxito nuestro camino. Dicho de otra manera, los retoques cosméticos no nos permitirán acometer esta tarea de forma exitosa. Se requiere una gran dosis de conocimiento y audacia para construir una economía próspera e incluyente.

Hay quienes señalan que la implementación de los Lineamientos marcha muy despacio. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Todo proceso, como el que se vive en Cuba actualmente, genera ansiedad, resistencia de diversos sectores e incertidumbre. Considero que el ritmo actual consigue ser adecuado para algunas tareas, pero en muchos asuntos se puede ir más aprisa. Por ejemplo, las medidas en el sector agrícola fueron muy tímidas al inicio. La mayoría de los especialistas estaba de acuerdo en eso. Nos ha tomado casi seis años para empezar a cambiar algunos de los “cuellos de botella” reconocidos, como la comercialización, la venta de insumos (no resuelto aún) y el status de las UBPC, por citar algunos. El resultado es que la producción de alimentos apenas ha crecido, los precios reales son muy altos, la calidad es insuficiente y todo el mundo está insatisfecho, desde los productores hasta los consumidores. No creo que podamos darnos el lujo de consumir seis años más en otros temas igualmente relevantes. Te menciono cuatro de ellos que son esenciales y en los que se debe avanzar a mayor ritmo: las cooperativas (no existe una ley, estamos a nivel de experimentos), cambios en la planificación y autonomía real de la empresa estatal, dualidad monetaria y multiplicidad de tipos de cambio, e inversión extranjera.

Con reiteración se subraya que la economía cubana está en un proceso de actualización. Para una mejor comprensión, ¿qué significa en la práctica?

A juzgar por los propósitos declarados del presente proceso de transformaciones, lo que está ocurriendo en el plano económico es más que una actualización. Entiendo que se actualiza algo que funciona, para ponerlo a tono con nuevas exigencias. El modelo económico cubano, teniendo en cuenta los desafíos que enfrenta nuestra sociedad (por ejemplo el demográfico), necesita una cirugía profunda que le permita construir una economía productiva y sustentable social y ambientalmente. Una de las grandes contradicciones de nuestra sociedad estriba en haber logrado la formación de una fuerza de trabajo con niveles de calificación muy dignos para un país en desarrollo, pero que al propio tiempo no es capaz de emplear suficientemente ese potencial para generar riqueza y bienestar. Téngase en cuenta que una economía saludable es una buena garantía para el mantenimiento y la mejoría continua de nuestras generosas prestaciones sociales desde la educación y la salud, hasta el entrenamiento adecuado de nuestros deportistas o el sostenimiento de las enseñanzas artística y especial.

En su opinión, ¿cómo puede evaluarse la situación actual de la economía cubana y cuáles son las perspectivas más inmediatas?

Nuestra economía está en estos momentos atravesando una etapa de bajo crecimiento, anclada por los problemas que mencioné antes, junto con otros más específicos, como la crisis financiera que sufrió el país entre el 2009 y 2010 y la debilidad de la economía mundial. El ritmo de expansión económica actual es claramente insuficiente para tener un efecto significativo en el nivel de vida de las personas. Tampoco es un buen escenario para comenzar a revertir algunos de los desbalances más importantes. En esta situación se requieren acciones que rompan la inercia en ciertos puntos críticos. Algunas de estas fueron mencionadas anteriormente. Creo que el país tiene un enorme potencial en la creatividad y energía de su gente, pero también algunos recursos claves como un potencial agrícola, minero y turístico deficientemente aprovechado, las fuentes de energías renovables (la caña de azúcar, por ejemplo) y un clima político y económico favorable en América Latina y el Caribe, entre otros muchos.

Las perspectivas dependerán de nuestra habilidad para crear un modelo económico que permita que todo ese caudal se exprese a plenitud. En ese caso, no me caben dudas que nos aguarda un futuro muy luminoso.

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