La madrugada en silencio. Una lamparita alumbra la casa de Aida Elena, la mujer que espera al esposo luego de varios días de ausencia. Los hijos, que saben del regreso del padre, están dormidos aunque inquietos en sus camas.
La llave entró en el cerrojo del apartamento. Al abrirse la puerta entraba la felicidad por unos minutos y la muerte también. Llegaba Fabric, alegre de haber cumplido el deber cotidiano, de haber impartido clases. Su rostro era de un hombre que va al remanso tierno del hogar.
De pronto un sonido ensordecedor lo dejó sin vida. Una bomba estallaba dentro de aquel apartamento. Era el 5 de septiembre de 1963.
El Gobierno de los Estados Unidos perpetraba un bombardeo a la población civil de la ciudad de Santa Clara en el centro de Cuba, exactamente en el reparto conocido como 31, donde radicó el cuartel de la guardia rural de Batista, zona donde la Revolución construyó varios edificios para el bienestar de trabajadores.
El artefacto explosivo cayó dentro de la casa de Fabric Aguilar Noriega. Él moriría al instante, además les ocasionaba lesiones graves a tres de los cuatro hijos: Sofía (tres años) quién aún conserva parte del plomo en uno de sus pulmones, Abraham (dos) y Francisco (cinco), quienes fueron alcanzados por esquirlas de los cohetes.
En esta acción terrorista se utilizaron dos aviones piratas que lanzaron bombas contra la población civil, fue una de las tantas misiones nocturnas realizadas con los motores apagados para escapar silenciosamente del territorio nacional.
Esta maniobra enemiga formó parte del intento de bombardear la base aérea ubicada en el territorio central, los que fueron ahuyentados por la defensa antiaérea cubana y en la huida los terroristas arrojaron la carga mortal sobre la población civil.
Fabric era un hombre noble, un joven que alfabetizó y siguió superándose como pedagogo, pero que además soñaba con ser arquitecto. Desde el mismo triunfo de la Revolución como muchos de sus contemporáneos se incorporó a las tareas del proceso revolucionario. Era demasiado joven para morir y sus hijos demasiado pequeños para quedar sin padre.
Este fue un vil asesinato, hoy es denunciado y se pide justicia. En Santa Clara, escuelas, centros laborales y otras entidades llevan el nombre de este hombre, entre ellas una de las fábricas fundadas por el Che en esta ciudad: Planta Mecánica, industria insigne del territorio que se convirtió en fábrica de fábricas.
Hoy por Fabric aún se llora.