No hay duda de que dirigir el ICAIC en un momento en que se debate el futuro del cine cubano como parte del proceso de transformaciones que está viviendo la Isla es un desafío; la experiencia atesorada por Roberto Smith durante estos años en los que se ha desempeñado en la programación, distribución, exhibición y promoción del cine le auguran un camino de constante quehacer y aprendizaje, ese fue el preámbulo de esta conversación que propone La Jiribilla para acercamos a la agenda de trabajo de la institución.
Asume usted la Presidencia del ICAIC en un momento en que se debate el futuro de la institución y del cine cubano como parte del proceso de transformación de las estructuras del Estado y del sistema institucional de la cultura. Con su designación, ¿puede esperarse un cambio en el punto de vista de ese proceso?
El proceso de transformación del ICAIC, va más allá de la institución y busca propuestas de desarrollo para todo el cine cubano, es un ejercicio de reflexión colectiva que dirige el Ministerio de Cultura, coordinan los directivos del ICAIC, apoyan los principales organismos del Estado cubano y en el que participan, activa y decisivamente, los creadores, tanto los más vinculados a la producción del ICAIC, como otros que desarrollan su obra en otras instituciones o de forma independiente. Cualquier cambio de punto de vista en este proceso sería fruto de esa dinámica colectiva y la opinión de los creadores es esencial. Nuestra misión es continuar trabajando en esa dirección, favoreciendo el diálogo, estimulando la participación de todas y todos.
Desde el mes de marzo, integrados poco a poco los valiosos criterios y propuestas de los cineastas, avanza con resultados el trabajo del Grupo Temporal de Trabajo para la reestructuración del ICAIC y del cine cubano, constituido, como muchos otros, por indicación de la dirección del país y encabezado por el Ministro de Cultura. Se trata de un análisis complejo, que debe encontrar nuevos caminos para el cine cubano dentro y fuera de las instituciones; crear condiciones que aseguren el pleno ejercicio de la creación artística audiovisual; promover el talento, sobre todo, entre los jóvenes realizadores; estimular el clima creador, la calidad de las obras e impulsar su compromiso con la identidad cultural y los valores de nuestra sociedad. El cine cubano, aunque existe desde los albores del siglo XX, es una conquista de la cultura de la Revolución. En este momento, atrapado en una “crisis de desarrollo”, debe liberar sus potencialidades productivas y artísticas.
Del mismo modo, debemos identificar las vías para que la distribución, exhibición y promoción cinematográficas sean una alternativa real para la educación del gusto de los públicos. El cine puede aportar mucho más a la cultura cubana, pero también mucho a la cultura general de los cubanos y cubanas.
De enorme importancia es garantizar la conservación y socialización de nuestro patrimonio fílmico. Esa es una de las principales preocupaciones de los realizadores. La cultura cuenta con la enorme riqueza de los fondos cinematográficos que atesoran desde las lejanas imágenes de nuestro cine, hasta los filmes más recientes. Y no se trata solo de cuidar, sino de favorecer el acceso público a esa riqueza.
El Grupo Temporal trabaja y los cineastas discuten con el estímulo de contar con el permanente apoyo del Estado cubano, pero con el compromiso de buscar las mayores posibilidades de autosostenimiento del cine cubano y de nuevas formas de mecenazgo y subvención, sin renunciar a la calidad artística, ni a los objetivos culturales de la gestión de las instituciones y entidades cinematográficas.
En esa búsqueda de nuevos caminos para el cine cubano, ¿cuáles son los principales retos?
El ICAIC del futuro será el mismo y, a la vez, diferente, porque lo es la época en que vivimos, tanto en el mundo que nos incluye, como en nuestro propio país. El cine, con frecuencia sumergido en ese universo casi infinito que es el audiovisual, debe revisar sus formas de producción, que deben ser más eficientes, pero sobre todo, debe revalidar su rango como obra de arte comprometida con su tiempo.
En marzo de 2014, el ICAIC llegará a su 55 aniversario. Si a esta altura se revisa la Ley que funda la institución en 1959, puede corroborarse la vigencia de sus principios fundacionales. Los nuevos retos son la defensa de esos mismos principios en las nuevas condiciones del mundo y del país, en los escenarios marcados por el desarrollo tecnológico y por el dominio global de los poderes hegemónicos en la producción, distribución y exhibición audiovisual.
Vivimos simultáneamente una época de oportunidades para la creación artística y de pérdida de la jerarquía artística de una producción cultural destinada al mercado, que condiciona la masiva formación o deformación de las audiencias. Comparado con décadas anteriores, cada vez es más fácil producir un filme y más difícil que la obra, sobre todo si se aparta de los estereotipos comerciales, sea apreciada por grandes públicos, a pesar de las alternativas que ofrecen las propias tecnologías.
La Ley fundacional del ICAIC define como primer objetivo de la institución: “Organizar, establecer y desarrollar la Industria Cinematográfica, atendiendo a criterios artísticos enmarcados en la tradición cultural cubana, y en los fines de la Revolución que la hace posible y garantiza el actual clima de libertad creadora”. Hoy es necesario reorganizar esa Industria, aún cuando ha sido fragua de más de 3500 filmes, documentales, animados y noticieros; aún cuando fue y es la herramienta de los grandes cineastas de nuestro país.
La Industria cinematográfica cubana tendrá un centro en las productoras del ICAIC, pero debe estar multiplicada en otras productoras estatales y no estatales, legalmente reconocidas e integradas a un sistema de producción audiovisual nacional.
La Industria multiplicada enfrentará desafíos comunes. El primero, el financiamiento imprescindible. Confiamos en que el Estado y el Ministerio de Cultura continuarán apoyando la producción cinematográfica, sobre todo, los proyectos de mayor vuelo artístico. Sin embargo, serán necesarias otras fuentes de financiamiento y entre estas, las coproducciones que no atenten contra la soberanía y la calidad de la obra cinematográfica.
Otro reto lo plantea la tecnología, tanto en la producción, como en la exhibición. Desde hace años se anunciaba que la tecnología digital desplazaría completamente a la analógica, que las copias de las películas no serían más lo que continuábamos llamando celuloide. Parecían presagios apocalípticos, pero hoy son una realidad. El cine digital es el cine actual. Los equipos de filmación y de exhibición que utilizamos durante años se están convirtiendo en piezas de museo.
Una urgencia está en la necesidad de normativas jurídicas que ordenen y aseguren la producción cinematográfica nacional, atendiendo a su singular especificidad, a su complejidad como arte e industria y a sus siempre elevados costos. En este sentido, la meta final debe ser una Ley de Cine, como existe en muchos otros países.
Una nueva realidad genera una nueva demanda. Aunque La Habana continúa siendo el centro de gravedad del cine nacional, crecen los realizadores que desde las provincias producen obras de creciente calidad. La producción cinematográfica deja de ser una expresión capitalina como parte del desarrollo cultural del país.
Cuando afirma que la Industria tendrá un centro en las productoras del ICAIC ¿se refiere a las que existen actualmente o a otras que pueden surgir después?
En principio, a las que hoy existen, aunque en el futuro se debe esclarecer cuáles son las mejores alternativas. El ICAIC cuenta con la Productora Audiovisuales, que se encarga de largos y cortos de ficción, y de los documentales. Los Estudios de Animación producen los animados. La Productora Internacional gestiona proyectos de coproducción y de servicios a la producción. El Proyecto Palomas es la casa productora de audiovisuales para el activismo social.
Al mismo tiempo, en otras producciones culturales, se editan libros de cine, la revista Cine Cubano, los reconocidos carteles de cine y las versiones digitales de los filmes para el mercado en DVD.
Usted se refirió antes a las condiciones necesarias para la educación del gusto cinematográfico, para la formación de los públicos. Este siempre ha sido un objetivo de trabajo del ICAIC, pero, ¿en qué medida lo podrá continuar siendo si atendemos el estado de las salas de cine y la creciente proliferación de otras alternativas para ver películas, lo mismo en los espacios domésticos, que en las nuevas “salas privadas”?
La educación del gusto es una de las metas más difíciles, pero sin dudas, se confirma como uno de los objetivos fundamentales del ICAIC y del sistema de relaciones del cine cubano. El arte necesita la sensibilidad de un público que lo reconozca. Creo que debemos pensar en positivo y considerar la creciente fuerza del cine y del audiovisual en nuestra contemporaneidad como una ventaja. El problema no es que no se vea cine, porque se ve más cine que nunca. El problema es el tipo de cine que se ve, como resultado de patrones de gusto modelados por el cine, la televisión y el audiovisual comercial.
El gusto cinematográfico es un fenómeno complejo porque además, si es legítimo, es expresión de la individualidad humana. Su educación requiere un trabajo sistemático que incluye a la familia y la escuela. Ese es el objetivo de nuestro Programa de Fomento de la Cultura Audiovisual, que nos permite coordinar acciones entre las instituciones culturales y educativas que producen, programan y promueven las obras audiovisuales.
Para la educación del gusto es esencial la calidad de la programación y de su promoción. En este sentido, será preciso continuar buscando alternativas para la adquisición de filmes recientes de calidad, aspirando a la mayor diversidad cultural. A los filmes que se estrenan en nuestras salas, se continúan sumando los muy numerosos que se presentan en semanas, muestras y festivales internacionales.
Otro asunto son las salas de cine. En Cuba funcionan 257 cines, a los que se suman las salas de vídeo y videoclubes juveniles. A pesar de nuestros esfuerzos, solo la minoría de estos cines se encuentra en buen estado constructivo. En muy pocos funciona la climatización. Desde el punto de vista tecnológico, ninguno alcanza los estándares de calidad de proyección que es norma en el resto del mundo. Aún en nuestras mejores salas, las películas no se pueden ver y escuchar con el máximo de la calidad con que fueron producidas. El cine cubano, las películas nacionales, también enfrentan este problema adicional.
Este asunto no tiene fácil solución porque los equipos de proyección modernos con tecnología digital son extremadamente caros. También lo son el resto de los componentes de las salas, en particular, las butacas. Modernizar un solo cine puede superar el medio millón de euros, porque todo debe cotizarse en el mercado internacional. Y como sabemos, hablamos de una actividad cultural con un precio de entrada mínimo.
Sin embargo, debemos continuar buscando alternativas de solución. Nadie discute que una obra de ballet, o de artes escénicas, o un concierto de la sinfónica, se disfrutan con mucho más riqueza en el mismo teatro, que en la pantalla de un televisor. Del mismo modo, nadie debería dudar que una película se aprecie mucho mejor en pantalla grande y en un cine con todas las condiciones, que en un televisor o en un cine sin condiciones. La percepción de la obra cinematográfica, su impacto estético, también depende de cómo y dónde la vemos.
Desde hace varios años se escuchan voces de alarma sobre el estado del patrimonio cinematográfico. Algunos hablan de la pérdida total de valiosos filmes. ¿Cuál es la situación real y cómo será enfrentada por la nueva dirección del ICAIC?
Preservar el patrimonio fílmico es uno de los principales intereses del ICAIC. En los últimos años, con mucho esfuerzo y con el apoyo de un proyecto de colaboración con la Junta de Andalucía, se han logrado importantes avances en la recuperación de las instalaciones donde se archivan las películas. En las condiciones de temperatura y humedad de nuestro país, la cinta cinematográfica se descompone si no se encuentra en un ambiente con parámetros regulados. Con la reconstrucción de las instalaciones se aceleró la recuperación del fondo de 4889 filmes patrimoniales del cine cubano.
Las técnicas modernas para la recuperación de los filmes obligan a su digitalización con scanners de alta definición y su preservación en soportes confiables. En este momento, se buscan alternativas para completar estas costosas inversiones.
Un acuerdo con el Instituto Nacional del Audiovisual (INA), de Francia, está permitiendo la recuperación del valioso fondo de Noticieros ICAIC, declarados por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
En realidad, durante estos años, en una suerte de Arca de Noé, se logró preservar las copias negativas del cine y la mayor parte de las positivas. Es decir, a pesar de la catástrofe pasada, sobre todo la de los años 90, el cine cubano puede salvarse para el futuro.
Se hace necesario, además, conocer al detalle la situación del patrimonio audiovisual de otras instituciones y contar con las estrategias adecuadas y proveer recursos para su preservación y socialización.
El ICAIC ha consolidado un sistema de eventos cinematográficos que se convierten en importantes acontecimientos, con muy alto impacto cultural. El Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano es uno de los espacios culturales más importantes del país. ¿Cuáles son las perspectivas de estos eventos en las nuevas condiciones del ICAIC?
Los eventos cinematográficos deben ser defendidos como espacios de participación activa de público y creadores en una programación excepcional. Al mismo tiempo, debe revisarse el diseño de cada festival de cine para incrementar su impacto cultural, ajustar su presupuesto y buscar el autofinanciamiento.
En este momento, está muy adelantada la organización del 35 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que se ratifica como el principal evento cinematográfico del país. La alta cifra de filmes inscritos permite asegurar que, tanto su selección competitiva, como el resto de su programa, alcanzarán una alta calidad y atractivo.
También se trabaja en la organización de la 13 Muestra Joven ICAIC, que es un espacio consolidado para el cine realizado por los jóvenes. Este es un evento que multiplica su valor al visibilizar y estimular los nuevos talentos del cine cubano.
Se busca, en coordinación con las provincias que son su sede, alternativas para defender la continuidad del Festival Internacional de Documentales “Santiago Álvarez in Memoriam”, en Santiago de Cuba, y del Festival Internacional de Cine Pobre, en Gibara, Holguín.
Este año se organiza, además, una austera Muestra Nacional, como una primera exploración de lo que puede ser en un futuro el Festival Nacional de Cine.
En una época en que las tecnologías sugieren la idea o ilusión de que se puede aprender a hacer cine solo sobre la marcha y de forma autodidacta, ¿qué valor le concede a la formación de los cineastas?
La formación de los cineastas es básica, aún cuando exista talento natural y habilidades en el manejo de las tecnologías que son cada vez más “inteligentes”. El cineasta necesita no solo el dominio del lenguaje del cine, sino también el sedimento cultural que nutra su sensibilidad, su capacidad poética, la profundidad humanista que distingue al arte.
En nuestro país contamos con la prestigiosa Escuela Internacional de Cine y Televisión, de San Antonio de los Baños, y la Facultad de las Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual, del Instituto Superior de Arte, con sus filiales de Camagüey y Holguín. En nuestras escuelas de cine se han formado las nuevas generaciones de cineastas que están renovando el cine cubano. De forma paralela, en muchas universidades se imparten materias relacionadas con el cine.
El ICAIC continuará apoyando la formación de los jóvenes en estas escuelas y, al mismo tiempo, continuaremos explorando todas las potencialidades de nuestra vida cultural en función del mismo objetivo.
Usted es el cuarto Presidente del ICAIC en los 54 años de existencia de la institución. Su formación en el séptimo arte, a pesar de no ser específicamente la de un creador, está relacionada con esferas como la promoción, la distribución y la programación del cine cubano. ¿Cómo asume Ud., a partir de la experiencia de estos años, los desafíos que entraña tan alta responsabilidad?
Dirigir el ICAIC es un reto enorme. Creo que siempre lo ha sido. No imagino que a Alfredo Guevara, Julio García Espinosa y Omar Gonzalez, aún con sus estaturas intelectuales, les haya sido fácil dirigir una institución que siempre ha apostado por la diversidad creadora, la experimentación y el desafío.
El reto es preservar la continuidad, la identidad propia del ICAIC, forjada durante casi 55 años, y al mismo tiempo, trabajar por la imprescindible actualización de la institución. Este último proceso, como hemos hablado, está en marcha, adelantado bajo la dirección de Omar, pero debe recorrer todavía mucho camino en interacción permanente con los creadores e incorporando a todos los que puedan aportar en la búsqueda de soluciones para los nudos críticos que limitan al cine cubano.
Más allá de mi carrera como psicólogo en la Universidad de La Habana, después de 34 años de labor en el ICAIC, soy definitivamente un hombre de cine. Por supuesto, como muchos de mis contemporáneos, era desde antes un cinéfilo empedernido, pasión inculcada por mi madre desde la niñez.
Comencé en el ICAIC en noviembre de 1979, justo un mes antes del 1er. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Como Alfredo Guevara había solicitado personalmente mi ubicación como graduado, de inmediato me incorporó al grupo que organizaba el evento y en particular, a los que elaboraban la ponencia de la institución para el primer espacio teórico.
Trabajé también como investigador, aunque rápidamente me sedujo el mundo de la programación, distribución, exhibición y promoción cinematográfica. En aquellos años no creía que pudiese existir una mejor ocupación en el mundo, porque pasé de ser un estudiante universitario cazador de los estrenos semanales del ICAIC, a integrar como profesional el equipo que seleccionaba y programaba las películas en los cines. Todos los días veíamos películas de cualquier parte del mundo, por supuesto, en 35 mm, porque todavía faltaban años para poder hacerlo en vídeo.
Al mismo tiempo, participaba en la intensa vida cultural del ICAIC, en los cinedebates semanales, en las polémicas sobre temas artísticos. Después de Alfredo y desde muy temprano, conocí a Titón, Humberto Solás, Santiago Álvarez, Octavio Cortázar, Pastor Vega. Me formé, mientras trabajaban en sus primeras películas, junto a Fernando Pérez, Daniel Díaz Torres, Rigoberto López, Gerardo Chijona y muchos otros de su generación. En poco tiempo, aprendí más que en toda mi carrera.
De cualquier modo, por mucho que se conozca, ante los desafíos de la siempre cambiante realidad, no queda otra opción que seguir estudiando y continuar aprendiendo.
(Tomado de La Jiribilla)