La expansión de los intereses norteamericanos hacia esta parte del archipiélago cubano y las magníficas condiciones naturales fueron los cimientos de lo que es hoy el Puerto de Manatí, un enclave situado a 18 kilómetros de la cabecera municipal, en el norte de la provincia de Las Tunas.
Fue por el año 1912 cuando la voraz Manatí Sugar Company, emporio económico al servicio de intereses foráneos, inició la construcción del ingenio y las líneas férreas en Manatí; y, ante el imperativo de encontrar vías para la entrada de maquinarias requeridas por la industria en ciernes y la comercialización de azúcar y miel comenzó la construcción del espigón.
Casi simultáneamente erigieron los almacenes de azúcar, de aduana y de cabotaje; la vivienda del administrador; la cuartería para los obreros; la tienda y la fonda con cuartería. Transcurrido un tiempo fueron levantadas 12 casa para familias.
Esa es, en síntesis, la génesis de lo que es hoy el Puerto de Manatí -devenido centro urbano del Consejo Popular número uno del municipio de Manatí- un apacible poblado costero que ha resistido con estoicismo los embates del tiempo y hasta de devastadores huracanes: 1932 y 2008 para seguir erguido como un pintoresco y controvertido sitio de la geografía tunera urgido de mayores atenciones.
El primer atributo (pintoresco) se lo atribuyo a los atractivos propios del lugar, a veces intangibles ante el tránsito rutinario de residentes y apurado de visitantes, que les impide disfrutar de un entorno casi mágico que va más allá de los rasgos distintivos de estas áreas limítrofes con el mar, de la idiosincrasia de su gente y de un paisaje que desde tierra adentro suma elementos que complementan la belleza.
Y, el segundo (controvertido) tiene su expresión en la manera transparente y diáfana con que los vecinos exteriorizan expectativas insatisfechas, formas en ocasiones malinterpretadas, pero en todos los casos urgidas de atención, ya con soluciones concretas o con respuestas objetivas, porque la falta de comunicación es fuente de conflictos y de incomprensiones.
Un intercambio franco
Desde mi punto de vista, Ariel Santana Santiesteban, primer secretario del Partido en la provincia, después de visitar este lugar investido de su cargo, captó las esencias espirituales y materiales de los porteños y los convocó al diálogo sincero, abierto que dejó expedito el camino a la sensibilidad de los encargados de propiciar cotidianamente el mejoramiento del nivel de vida de los lugareños.
Hasta el cine de la localidad llegaron el domingo Ariel Santana; y, Liliam González Rodríguez, presidenta de la Asamblea Provincial del Poder Popular, miembros del Buró del Partido y del Consejo de la Administración y directores de organismos a ese nivel y del municipio, los últimos relacionados con reclamos populares irresueltos.
Este encuentro, constituido práctica común del proyecto comunitario Por nosotros mismos, que promueve la protagonismo de la comunidad, estuvo antecedido por un conjunto de acciones que cambiaron para bien la imagen del poblado y dejaron un aliento de reanimación que debe perdurar y fructificar en una obra mejor con protagonismo popular y el apoyo de las autoridades locales.
Casos resueltos y por resolver
La intervención estatal en los asuntos prioritarios posibilitó la transformación de un panorama, hasta entonces decadente con signos de abandono que alimentan la apatía y el remozamiento embelleció la escuela Camilo Cienfuegos, las fachadas de numerosas viviendas, de edificios públicos, el consultorio del Médico y la Enfermera de la Familia, la farmacia, la clínica estomatológica, el parque infantil…
También recibió mantenimiento la conductora de agua, suprimieron salideros, instalaron un nuevo hipoclorador, quedó resuelta la venta de sellos para cartas y la recepción de giros – dos servicios que solo se prestaban en la cabecera municipal, distante a unos 18 kilómetros-…
Otros asuntos serán atendidos, aseguraron los encargados de buscar soluciones o explicaciones convincentes. En ese ámbito está el añorado tránsito hacia la playa de Chapaleta, hasta ahora solo autorizado a los patrones de barcos y sus familiares, en menoscabo del deseo de otros vecinos y visitantes de disfrutar las bondades de ese sitio ubicado, mar por medio, en el otro extremo del litoral.
Los reclamos incluyen, además, el mejoramiento del terraplén que los comunica con la capital del municipio, cuyo deterioro lo hace casi intransitable, mientras el marabú que crece a su alrededor va poco a poco invadiendo el espacio vital, cuya chapea no debe esperar de una inversión y restablecer el enlace que fuera tradicional del transporte Puerto-Manatí-Las Tunas.
Hubo anuncios de programas encaminados al aumento de las suscripciones de prensa, de ventas en la escuela de publicaciones infantiles y juveniles, de dotar al correo de medios que posibiliten la imposición de giros y dotar al territorio de cobertura para telefonía celular.
Tan diáfano como sus interlocutores fue el primer secretario del Partido en la provinvia, quien encomió las realizaciones, pero las consideró ejemplos de cuanto se deja de hacer oportunamente a favor del bienestar colectivo y convocó a la comunidad a elevar su participación en las tareas encaminadas al mejoramiento del entorno.
Los anhelos y la gente
Bajo los influjos del proyecto Por nosotros mismos y la Fiesta del Mar, el domingo fue en tierra firme un día inolvidable para los porteños: unidades de Comercio, Gastronomía y Servicios engalanadas con variadas ofertas al aire libre, ventas de pescado frito a orillas del mar –algo inusual incluso en verano-, cerveza y diversos comestibles.
Pero, “y mañana qué”, me dijo una porteña de pura cepa, criterio sustentado en la ausencia de esas propuestas necesarias y ansiadas más que nunca en las jornadas estivales en un lugar donde la rutina y el desazón tienen un paraíso edificado por la desidia. Basta señalar que un poco de arena y las sombrillas llegaron al área de baño cuando el período de vacaciones masivas casi daba el último adiós.
“Ahora hay otro ambiente”, dijo Agustín Rodríguez (Tino, para sus coterráneo), líder natural del barrio, y enfatizó: “Lo que hace falta es consolidarlo”, un anhelo solo alcanzable con la contribución de cada uno de los más de sus 900 habitantes y de los organismos e instituciones encargados de propiciar las acciones y suministrar, en lo posible, lo recursos materiales requeridos por el empeño.