Ella está como siempre: coqueta, seductora, llena de encantos y anda vestida de reina para la fiesta. No invitó en esta ocasión a su adelantado fundador Don Diego Velázquez, ni a los comerciantes dedicados al contrabando de maderas preciosas, ganado, cacao y miel de abeja, ni a los piratas que asechaban sus costas.
Podría imaginarse que están presentes en cambio, aquellos que llegados de Europa, buscan un nuevo futuro para sus hijos, quienes se mezclan de inmediato con los taínos descendientes de la Arauca continental, que ahora bailan areito, mientras otros les apuntan con arcabuces, intentando imponerles una cruz que no conocen.
La oriental Baracoa –nombre que evoca la cercana presencia del mar- viste de reina en su más de cinco siglos de su fundación. Sus hijos, herederos de ensueños y secretos, de historias y leyendas, de rebeldía y tradiciones celebran el acontecimiento con el orgullo de vivir en la primera en el tiempo, la villa prístina del territorio cubano, la ciudad paisaje, de las lluvias, de las montañas y de las aguas.
Este año a Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, volvió a caracterizarla el ajetreo propio de una ciudad que festejó su onomástico 502, con un grupo de actividades socio culturales.
Como parte de la celebración se realizó la copa nacional de paracaidismo 13 de agosto, y se sucedió el encuentro de balseros del río Toa, y los festivales del agua y el de platos típicos y ritmos autóctonos en la fiesta del Nengón y el Kiribá.
En La Plaza Cacique Hatuey se realizó una gala cultural por el 502 aniversario de la Villa, y una sesión solemne de la Asamblea Municipal del Poder Popular, donde se entregó el escudo de la ciudad a hijos ilustres de esta tierra con una destacada trayectoria en diferentes esferas de la sociedad.
