El pasado 6 de julio pudo ser un día feliz para los profesores del departamento de Ingeniería Hidráulica de la Facultad de Construcciones de la Universidad de Oriente, en la ciudad de Santiago de Cuba; pero lo que parecía ser una jornada de éxitos académicos y de festejo bien merecido por los resultados de todo un curso, se convirtió en un momento de decepción y vergüenza.
Basta con leer la carta dirigida a Buzón abierto por el Doctor en Ciencias Segundo Pereda Hernández, y por los másteres en Ciencias Onell Pérez Hernández, Pedro M. Cabrera Castro y Eudel Michel Rojas.
“Fuimos a festejar sanamente los resultados de nuestros estudiantes en las defensas de los trabajos de diploma —explican los docentes en su misiva—, para ello escogimos el Ranchón ubicado en las Alturas de Quintero, en la ciudad de Santiago de Cuba.
“En el restaurante fuimos atendidos con cortesía por una compañera, la ración de comida estaba bien elaborada y aparentemente con buen gramaje”.
Hasta ahí todo bien, según consignan los profesores, pero —qué lamentable que casi siempre aparezca un pero que empañe los buenos deseos de encauzar por la excelencia los servicios gastronómicos estatales— “todo comenzó cuando decidimos comprar cerveza dispensada en una balita (recipiente plástico de 1 500 ml)”.
En el momento de la visita de Segundo, Onell, Pedro y Eudel al Ranchón de Quintero la dispensada “se estaba vendiendo en vasos plásticos desechables, de dudosa procedencia, además de que su capacidad, estamos seguros, no se corresponde con el mensaje pegado en la pared del fondo que decía: Cerveza dispensada, vaso de 350 ml, 6 pesos.
“En este punto, acotan los firmantes de la misiva, debemos hacer el siguiente comentario: la balita debería llenarse con 4 vasos, más 100 ml, de modo que, aun completamente llena, no debe costar 30 pesos, como estaban cobrando, sino 25,70 pesos.
“Como se sabe, precisan, en nuestra ciudad existe una situación epidemiológica compleja en cuanto a las enfermedades diarreicas agudas, por lo cual llevamos el recipiente para comprar la cerveza.
“Durante el despacho observamos que el dependiente echaba en nuestra balita parte de la cerveza que depositaba en una vasija de dudosa higiene, en la cual caía el producto del llenado de los vasos de otros consumidores.
“Ante nuestro reclamo el cantinero nos espetó, ¿qué voy a hacer con la que deposito en la vasija?, yo le pago extra al carrero 200 pesos por cada tonel y además 150 pesos extras por el hielo.
“Esto último, explican los profesores, no sabemos si realmente es así, pero estando allí fuimos testigos de que un camión de Almacenes Universales S.A. —que nada tiene que ver con la actividad del Ranchón— descargaba cierta cantidad de hielo”.
Para colmo de males, los docentes del departamento de Ingeniería Hidráulica de la Facultad de Construcciones de la Universidad de Oriente exponen otros hechos que no pueden menos que provocar vergüenza, a juzgar por la implicación moral que tienen.
“Cuando volvimos a comprar cerveza se repitió lo mismo: nos despacharon la cerveza desechada en una vasija y no la tomada directamente de la llave del dispensador; como no estuvimos de acuerdo con este proceder y con seguir pagando 5 pesos de más, y teniendo en cuenta que el cantinero no entraba en razones, procuramos la presencia de la administradora, la cual no se encontraba en la unidad.
“El cantinero, notablemente incómodo por nuestra actitud exigente, y para demostrarnos que a él no le hacía falta el dinero, cogió dos billetes de 10 pesos y los rompió a la vista de todos.
“Fuimos a pasar un rato agradable en una instalación estatal recientemente inaugurada y todo se echó a perder por el proceder inadecuado, irreverente e irrespetuoso de un joven dependiente nacido con nuestro proceso revolucionario, que de no ponérsele coto a su proceder seguirá haciendo de las suyas.
“Raúl nos ha convocado a todos a combatir y terminar con estas lamentables manifestaciones, con la pérdida de valores en nuestra sociedad, con la corrupción, la chabacanería, el maltrato y la falta de respeto. Entonces —se preguntan finalmente los profesores de la Universidad santiaguera—, ¿hasta cuándo estos hechos quedarán impunes?”