Julia irradia sencillez, alegría, y a pesar de su edad, es una mujer muy entusiasta, que adora el deporte, conversar… vivir. Y solo cuando avanza la conversación sobresale la atleta consagrada que fue. Julia Pérez Castillo, gloria deportiva de Camagüey, otrora saltadora de altura y miembro de la histórica delegación del Cerro Pelado a los X Juegos Centroamericanos y del Caribe en San Juan, Puerto Rico 1966, es una mujer feliz.
Su currículo y la curiosidad me guiaron al encuentro con quien se contoneó en épocas pasadas como toda una dama en las pistas deportivas y que, por el azar del destino, comparte con la reportera un municipio camagüeyano rico en azúcar y deportes: Vertientes.
Ella misma lo confiesa: su felicidad se sustenta en hacer lo que le gusta sin medir las consecuencias, por lo que cuando quiso ser atleta, hasta se enfrentó al padre. “En 1961, mientras estudiaba en la secundaria Reinaldo León Llera, el profesor de Educación Física me dijo que tenía condiciones para el atletismo. Le creí y me entrenó para participar en las competencias provinciales.
“A mi padre no le gustaba eso porque era la única hembra que entrenaba en el estadio. Iba escondida, mi mamá me apoyaba y algunos amigos de él le decían que me dejara, que a lo mejor sería mi porvenir. No entendía y me castigaba, pero me escapaba.
“En aquel 1961 participé en el primer torneo nacional y obtuve bronce. Al año siguiente, cuando fui al mismo torneo me quedé en la preselección nacional. Así fue como se tranquilizó mi papá”.
El deporte de tiempos y marcas se había convertido en su pasión, por eso no fue extraño que la seleccionaran años más tarde para los X Juegos Centroamericanos y del Caribe, en San Juan, Puerto Rico. “Estábamos preparados para salir hacia la sede, pero el Gobierno de los Estados Unidos obstaculizaba nuestra presencia. Entonces Fidel se reunió con toda la delegación y nos dijo que con visa o sin visa, Cuba participaría en los Juegos.
“Salimos en avión para Santiago de Cuba sin saber en qué nos iríamos. Pasamos una noche en Camagüey, donde les explicaron a los padres cómo era la situación y que podían retenernos. Algunos le dijeron a mi madre que estaba loca al dejarme ir.
“En Santiago nos enteramos de que saldríamos en un barco de carga que se había habilitado: las mujeres en los camarotes y los hombres en la bodega”.
¿Qué recuerda de la travesía y la llegada?
La travesía fue mala. Entrenábamos en el barco y cuando estábamos en aguas internacionales nos tiraban proclamas para que nos quedáramos en Puerto Rico; los barcos se acercaban, los helicópteros nos asediaban… fue tremendo, pero no les hacíamos caso. Cuando llegamos casi comenzaban las competencias y los “gusanos” que estaban ahí nos tiraban hasta piedras y palos.
¿Cómo pudieron competir sin desconcentrarse?
Era mi primer evento fuera de Cuba y la presión del trato con los cubanos pesaba, pero nos preparamos psicológicamente para los insultos en el terreno y lo que hacíamos era ignorar todo eso.
El deseo y la pasión permitió que estos casi niños crecieran ante las adversidades e hicieran mucho más de lo que podían. “Éramos 21 saltadoras y en la discusión final quedamos tres cubanas. Para clasificar debíamos hacer un metro 35 centímetros, que era mucho para mí, así que cuando salté 1,55 no lo podía creer. Quedé tercera y cuando me vi con la medalla sentí una alegría enorme”.
En el recibimiento también traía un cúmulo de sentimientos…
Cuando salimos de Puerto Rico ya en alta mar se apareció Fidel en una torpedera. Fue muy emocionante. Hubo quien se preocupó porque aún estábamos en aguas internacionales, pero él tenía que recibirnos. Después de tanto trabajo, verlo fue un incentivo.
Tal como la propia Julia argumenta, haría falta un libro para contar todas las “aventuras” que vivieron para competir y ejercer su derecho como atletas. Tras este suceso, según señala, el deporte cubano arrancó con más dignidad, por eso solo se alejó cuando los riñones no le permitieron continuar tras 11 años de vida deportiva.
¿Qué necesitan los nuevos deportistas cubanos?
Ahora lo que falta es amor al deporte. Hay atletas que se unen por interés y en eso los entrenadores deben trabajar y fomentar la pasión, más ahora que tienen mejores condiciones. Para obtener buenos resultados, hay que enamorarse de su deporte, llevarlo en el corazón y consagrarse, no por un viaje sino por amor.