Desde pequeño, Manolito se caracterizó por acometer tareas solo reservadas a gente mayor, pero su estirpe era la de hombres que parecían no cansarse cuando se proponían llegar a una meta.
Nacido en marzo de 1930 en tierra de grandes, Birán, Holguín, Manuel Fernández Contreras tuvo la misma infancia azarosa que los niños pobres de su terruño, y desde los 16 años se inició en la vida laboral para contribuir con su esfuerzo al sustento de la pobre familia.
Trabajó como dependiente de bodega, en el ferrocarril, como mecánico, en fin, en lo que pudiera conseguir —como él mismo solía recordar—. Su carácter indoblegable se fue curtiendo y en 1958 —tras varias acciones clandestinas— se incorpora a la lucha insurreccional en el recién fundado Segundo Frente Oriental Frank País García, bajo el mando del entonces Comandante Raúl Castro Ruz.
Como combatiente del Ejército Rebelde cumplió diferentes misiones y concluyó la guerra con el grado de Teniente.
Luego del triunfo revolucionario de enero de 1959 fue designado para desempeñar diferentes responsabilidades dentro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Alcanzó el grado de Teniente Coronel, y entre otras tareas, cumplió misión internacionalista en la República Popular de Angola.
Se desmovilizó de las Fuerzas Armadas en 1986, pero continuó vinculado a los quehaceres militares, esta vez como trabajador civil de las FAR, específicamente como jefe de la unidad básica Ciudad Jardín, de la Unión de Construcciones Militares, donde permaneció hasta su jubilación.
Manolito, como todos le llamaban cariñosamente, fue fundador del Partido Comunista de Cuba, de los Órganos de la Seguridad del Estado, y en mayo del 2001 llegó a su pecho la insignia de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, la más importante entre las ya innumerables órdenes, medallas, distinciones y condecoraciones que atesoraba.
Los grandes nunca se despiden. Fue solo un adiós a Manolito la sentida manifestación de duelo ante su fallecimiento en La Habana, este 14 de agosto.