Al lado de la grúa, Irania Batista Herrera parece aún más pequeña, diminuta ante la mole de hierro que logra levantar entre 15 y 20 toneladas y, sin embargo, ella puede dominar. ¿Cuándo empezó esa pasión? Desde que comenzó a trabajar en los Astilleros de Casablanca le llamó la atención esa labor; no obstante, pensó que era algo inalcanzable.
“Al inicio manejaba un carrito eléctrico en el cual trasladaba cargas de los diferentes talleres hacia donde hiciera falta. Entonces, en 1988, convocaron a un curso para conducir grúas y entré, no quise perder la oportunidad de experimentar”, confiesa a la orilla del dique, en el cual sus compañeros reparan un barco.
Le gusta las alturas, sobre todo si desde ahí puede divisar el azul del mar. “Es una vista preciosa”, expresa, mas resalta que no se puede entretener en ello, pues tiene una gran responsabilidad en lo que hace y debe estar en todo momento concentrada en las técnicas de conducción y la manipulación de las cargas.
“Lo mismo subes un botellón de oxígeno, que una plancha, lo que la fuerza del hombre no puede levantar. Hay riesgos, una avería puede costarle la vida a una persona, todo aquí es complejo, una mala maniobra puede provocar un accidente fatal.
“Cuando uno empieza existen muchas dificultades, pero después vas adquiriendo experiencia; a las mujeres nos gustan los retos, las cosas difíciles”, puntualiza y agrega que en la actualidad dirige una brigada integrada por 14 trabajadores; de ellos, cuatro son mujeres.
“Son varias las que aquí siguen mi oficio. Estamos capacitadas y entrenadas para las tareas que realizamos. Somos muy cuidadosas, celosas con lo que hacemos y lo hacemos bien”, recalca.
Irania destaca el apoyo que tienen en los Astilleros. “Llevo más de 25 años en la empresa y siempre nos han dado oportunidades para hacer cualquier cosa, lo importante es que tengas el deseo de trabajar. Hay compañeras ocupando diferentes puestos y responsabilidades”, dijo.
Con orgullo subraya la profesionalidad de todo su colectivo,en el que también sobresalen las féminas. Ellas también han contribuido a los significativos resultados económicos que tiene la entidad.
“Lo importante es cumplir todas las medidas de protección, algo que se viole puede costarnos demasiado caro; hay que estar con casco, botas, overol,en fin, debes cumplir las exigencias para evitar cualquier situación desagradable”, añadió.
Entre sus regocijos está contar con una familia portuaria, integrada casi toda a las labores del astillero. “Mi hijo, Derwis Aguilera, de 29 años, labora en el puesto de mando y mi esposo, Ignacio Rodríguez, es electricista”, manifestó.
“Ignacio y yo nos conocimos aquí; él me apoya en todo, valora la responsabilidad que tengo; aunque normalmente, las mujeres, como somos pocas, trabajamos de siete de la mañana a cuatro de la tarde, pero si hay necesidad hacemos un segundo o tercer turno, damos nuestro paso al frente, igual que si hay que laborar un domingo”, comenta.
Con añoranza, Irania mira la grúa que conduce una de sus compañeras; entre todas las cosas, prefiere esa mole de hierro, desde donde domina el azul del mar.