Observadores políticos estiman entre los orígenes de la crisis el hecho de que en su primer y único año de gobierno Mursi, líder de la Hermandad Musulmana, movimiento islamista, prohibido durante varias décadas, comenzó a distanciarse de instituciones claves y de varios sectores de la sociedad; a demandar poderes omnímodos y a no emplearse a fondo en resolver los grandes problemas económicos y sociales que afectan a la mayoría de la población.
Sin embargo, la medida coercitiva de la cúpula castrense que ejerce de nuevo el poder, dividió más aún a la mayor de las naciones árabes entre los partidarios del depuesto mandatario y sus oponentes izquierdistas, liberales y seculares, y aquellos que apoyan el golpe, dando origen a masivas concentraciones, manifestaciones y violentos enfrentamientos, cruentamente reprimidos por los cuerpos de seguridad con un elevado número de muertos, heridos y detenidos.
Durante varias semanas los simpatizantes de Mursi colmaron las principales calles y plazas de El Cairo y otras ciudades exigiendo la restitución del mandatario y desafiando las amenazas del ejército de ser desalojados mediante todos los medios a su alcance.
La toma este miércoles por las fuerzas de seguridad egipcias del principal campamento de protesta en la mezquita Rabaa al Adawiya en El Cairo, utilizando helicópteros, vehículos blindados y gases lacrimógenos en la encarnizada ofensiva, con un saldo centenares de víctimas fatales y heridos, y la imposición del estado de emergencia, indican la negativa del gobierno de facto, encabezado por el primer ministro, Hazem Beblawi, a la restitución de Mursi, mantenido bajo arresto y supuestamente acusado de espionaje, corrupción y otros severos cargos.
Acciones similares contra los manifestantes antigubernamentales se llevaron a efecto en diversos campamentos y localidades en el interior del país. A consecuencia de estos actos de inusitada violencia el vicepresidente del gobierno interino, Mohamed El Baradei renunció a su cargo, alegando no apoyar tales excesos.
A pesar de los llamados de Naciones Unidas a la mesura y al no uso de la violencia, de los intentos de Estados Unidos y la Unión Europea por mediar en un conflicto que les preocupa y que ahora escapa de sus manos por la falta de seguros aliados con sus objetivos geopolíticos, lucen inciertas las probabilidades de que la situación no siga deteriorando y se halle una solución a corto plazo que ponga fin a las confrontaciones entre la sociedad civil y el poder militar, la cual permita el retorno a las vías institucionales, son por el momento muy escasas dado el grado de beligerancia entre los sectores que conforman el panorama político egipcio y que mantiene también es ascuas al Estado sionista de Israel por sus vínculos con El Cairo.