La receta mediadora llegó desde Washington, en manos de Benjamin Sumner Welles. Luego de ocho años de mandato presidencial, Gerardo Machado Morales resultaba un estorbo para los intereses norteamericanos en Cuba, y era preciso frenar el movimiento revolucionario reinante en el país y buscar una salida pacífica a la situación.
En entrevista con Trabajadores, el Doctor en Ciencias Históricas Jorge Renato Ibarra Guitart, nos acerca al contexto y a las acciones que condujeron a los sucesos del 12 de agosto de 1933.
Hay quienes han enmarcado aquella tiranía en dos momentos: un “Machado bueno” y un “Machado malo”, cuando los hechos han demostrado con creces que no solo endeudó a la nación, sino que robó sin escrúpulos y la ensangrentó mediante el crimen y la represión, como modus operandi contra la clase obrera, el estudiantado universitario, el Partido Comunista y cualquier fuerza opositora.
“Machado llegó al poder en unas elecciones legítimas, frente a un desacreditado Mario García Menocal, de tendencia bastante conservadora, quien había perdido simpatía.
“Al asumir la presidencia se propuso renegociar con Estados Unidos un nuevo Tratado de Reciprocidad Comercial, revisar la Enmienda Platt y facilitar los intereses de las corporaciones económicas cubanas que representaban a la alta burguesía. Se encontró con algunos obstáculos y tuvo que establecer la reforma arancelaria como mecanismo de presión para subir los precios de los productos estadounidenses en busca de una reducción de los aranceles a los artículos cubanos en el vecino país”.
Puntualiza Ibarra que para entonces nuestro azúcar no accedía con facilidad a aquel mercado, debido al incremento de las tarifas y a la competencia que representaban las producciones de Filipinas y Puerto Rico que por su condición colonial lo hacían libremente.
“En realidad su política no era antimperialista, ni la de promover el consumo de productos nacionales, limitando así la entrada de los de factura estadounidense”.
Con medidas como esa y la realización de un amplio plan de obras públicas logró en esa primera etapa cierto nivel de aprobación en la población. No obstante, Machado planteó abiertamente “la necesidad de reprimir al movimiento obrero y al Partido Comunista, e incluso proclamó que durante su mandato una huelga no duraría más de 24 horas”. Tal expresión reafirma el carácter represivo de su Gobierno, de francos rasgos dictatoriales.
¿Qué papel desempeñó la clase obrera en el derrocamiento del machadato?
Huelgas como la de marzo de 1930 estrecharon más los vínculos de los trabajadores con el Partido Comunista y el estudiantado. La ascendencia de esa organización política en el movimiento obrero, se vio obstaculizada desde los primeros momentos de la administración machadista por la represión y la persecución a que fue sometido; no obstante, tuvo gran influencia dentro de la Confederación Nacional Obrera de Cuba, cuyos dirigentes eran figuras revolucionarias que actuaban a favor de una alianza entre los sectores obreros.
Aún en esa etapa, en la clase obrera cubana predominaban los gremios, las pequeñas industrias y el artesanado, y era muy difícil movilizar a toda la sociedad porque estaba muy dispersa, sin mucha influencia en el desarrollo de las fuerzas productivas. Pero en ese momento se unió.
“En realidad, en los años 30 había mucha fragmentación, diversas organizaciones que conspiraban y luchaban contra Machado, por lo tanto resultaba difícil establecer un protagonismo, un liderazgo entre todas ellas, porque cada una ocupaba un espacio en detrimento de la necesaria unidad entre todos los sectores, por la situación de represión.
“Cuando en Cuba se supo la reducción de la cuota azucarera, las corporaciones económicas convocaron a una huelga general patronal, que no se efectuó por la intervención del embajador de Estados Unidos, y el Secretario de Hacienda de Machado”. En contraposición, los trabajadores que eran quienes sufrían con más fuerza los efectos de la crisis económica, sí se lanzaron a la huelga, la cual fue determinante, porque hizo que los sectores de las clases medias tomaran iniciativas en la revolución que comenzó a gestarse a partir de ese momento.
“Ahí es que asomó el rostro la revolución. Esos tres meses, del 8 de mayo al 12 de agosto, fueron decisivos porque demostraron que Machado había entrado en un laberinto y no tenía salida”, concluyó el doctor Ibarra Guitart.
Acerca del autor
Graduada de Licenciatura en Periodismo, en 1972.
Trabajó en el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el desaparecido periódico Bastión, y como editora en la Casa Editorial Verde Olivo, ambos también de las FAR. Actualmente se desempeña como reportera en el periódico Trabajadores.
Ha publicado varios libros en calidad de autora y otros como coautora.
Especializada en temas de la historia de Cuba y del movimiento sindical cubano.