Por René Camilo García Rivera, estudiante de Periodismo
Antes que el resto de los latinoamericanos, los patriotas de Quito proclamaron su independencia el 10 de agosto de 1809. A las cinco de la mañana de ese día las tropas criollas sitiaron el Castillo Real, actualmente Palacio de Carondelet, y le arrebataron el poder al conde Ruiz de Castilla. En consideración a la avanzada edad del depuesto regente le permitieron permanecer en la fortaleza.
La fecha, devenida Fiesta Nacional del Ecuador, se conmemoró en La Habana con sendas ofrendas florales, al apóstol cubano José Martí, en el parque Central, y a Eloy Alfaro, en la Avenida de los Presidentes.
El Excelentísimo Señor Edgar Ponce Iturriaga, embajador de la nación sudamericana, expresó durante la ceremonia el agradecimiento a sus pares latinoamericanos y al resto del personal diplomático que asistió al homenaje. Dijo también que “la causa de cualquier país de América Latina, grande o pequeño, es también la causa del Ecuador”.
En declaración exclusiva a Trabajadores, Ponce Iturriaga recalcó la importancia de la cooperación entre los pueblos de América y aseguró que los cambios en la región deben erigirse sobre la solidaridad, el afecto y el compromiso.
El alzamiento del 10 de agosto de 1809 apenas pudo sostenerse en el poder hasta 1812, pero regó el germen independentista entre los criollos. Una vez que Ruiz de Castilla reasumió el poder, ordenó la ejecución inmediata de 32 de los patriotas rebeldes.