Fotos: Yoel Farramola Yero
En la ciudad de Matanzas, frente a su antigua Plaza de Armas, hoy Parque de la Libertad, existe una edificación que se distingue por su donaire. Años atrás exhibía un farol cuya luz ganó más de un suspiro de tranquilidad a quien anhelaba ayuda urgente. Si estaba encendido, el necesitado sabía que podía tocar y el boticario pondría pronto remedio a su mal, o al menos lo intentaría. Es la Botica Francesa Triolet, hoy museo de la farmacia.
No es esta la única institución que preserva el arte de los ungüentos y jarabes medicinales. En La Habana, por ejemplo están la Johnson y la Sarrá , con excelentes muestras de equipos y productos de la época de mayor esplendor de estos negocios en Cuba. Pero la Botica Triolet es la más completa de cuantas existen en el mundo dedicadas al arte farmacéutico francés.
La afirmación no es vanidad de aldeano, sino una realidad reconocida por visitantes y especialistas de distintas partes del mundo, quienes alaban el estado de conservación de los espacios y muestras. Visitar sus salas es como asistir a una de aquellas jornadas previas al cierre, en enero de 1964. A pesar de los años y de la curiosidad de más de un millón de personas que la han visitado de entonces a la fecha, la Botica se mantiene como detenida en el tiempo.
Tener un museo como este se debe, en gran medida, al historiador Julio Le Riverand, quien junto a otro grupo de personas, consiguió que luego de la nacionalización, el 23 de noviembre de 1963, la edificación no pasara al Ministerio de Salud Pública, como hubiera correspondido, sino que fuera preservada por los organismos que desde entonces ya se preocupan por el patrimonio. Es así que, en mayo de 1964, nace el primer Museo Farmacéutico de Latinoamérica.
La Fundación
El primero de enero de 1882 los doctores en Farmacia Juan Fermín Figueroa y Ernesto Triolet Teliebre abrieron las puertas de una botica francesa construida al estilo neoclásico doméstico del siglo XIX. Juan Fermín, emprendedor científico cubano, decidió unir sus conocimientos y la tradición familiar —los Figueroa rectoraban el negocio farmacéutico en Matanzas— a la sapiencia del francés Triolet, quien años más tarde contrajo matrimonio con María Justa Figueroa, hermana de su socio.
Pero María Justa murió tempranamente y Ernesto decidió contraer nuevas nupcias, esta vez con María de los Dolores, también de la familia Figueroa. Ella fue la primera mujer cubana graduada de Doctora en Farmacia, título que recibió en 1886.
Para entonces el socio fundador le había vendido a Triolet su parte de la Botica y, junto a María Dolores, como únicos dueños, fomentaron una familia de artistas y científicos y un negocio que aún algunos recuerdan en Matanzas.
El profundo conocimiento de la ciencia farmacéutica le permitió a Triolet presentar en la Exposición Internacional de París de 1900, 11 nuevas formulaciones para que fueran patentadas, entre ellas el jarabe Triolet Café Compuesto con el que se combatía el asma y el catarro que se alzó con la medalla de bronce. Pero no pudo el científico regresar a Matanzas y disfrutar de su éxito. Durante su estancia en la ciudad Luz, enfermó y murió. Sus restos reposan en el cementerio de la Atenas de Cuba desde abril de 1901.
La viuda y sus hijos siguieron adelante con la Botica. Allí se preparaban más de 150 fórmulas medicinales en forma de jarabes, tinturas, pomadas, esencias, elixires, ungüentos, píldoras, entre otras. El prestigio ganado hizo que a sus puertas acudieran las familias más ricas del país en busca de tan famosos remedios. Pero cuenta la leyenda que hasta allí llegaban también muchos pobres. Sabían que para ellos no se activaría la caja registradora que aún permanece en el lugar para contar la historia.
El Museo
El primer director del museo fue Ernesto Triolet Figueroa, el menor de los hijos de la familia. Nadie mejor que él para cuidar de los bienes, que a pesar de la nacionalización del negocio, seguían siendo propiedad de los dueños. Esta es otra de las circunstancias que permitieron que la Botica llegara a nuestros días como una foto. Todos los equipos y productos que allí se exhiben, incluso los líquidos, esencias y preparados contenidos en los frascos, ámpulas y botellones, son los que estaban el 16 de enero de 1964, día en que se prestó el servicio farmacéutico por última vez.
Triolet Figueroa preservó la Botica del desmembramiento de su colección, uno de los males que más afecta al patrimonio, y consiguió contagiar con su sentido de pertenencia al personal encargado del Museo. Incluso a los que vinieron después.
Marcia Brito, la actual directora, argumentó hace un tiempo a la prensa que la humanidad entera estará en deuda con la familia Triolet Figueroa porque “lo dejaron todo tal cual estaba”. Más de5 millones de piezas integran la colección, desde etiquetas, instrumentales, envases, medicamentos, además de textos de farmacia, medicina, química y botánica en español, inglés, francés y alemán. Todo adquirido por los dueños para el funcionamiento del establecimiento.
En el Museo se aprecian las dos líneas de comercialización empleadas en la Botica. Productos que se importaban de laboratorios de España, Francia, Alemania y Estados Unidos, por citar algunos países, que hoy son piezas de un enorme valor, y medicamentos que se preparaban en el lugar y quedaban registrados en los libros de asentamientos de recetas.
Estos textos, de los cuales conservan 55 ejemplares con más de un millón de formulaciones, fueron recientemente digitalizados y puestos a la disposición del Ministerio de Salud Pública. Son documentos de gran valor científico y patrimonial en los que se indica, por fecha, las recetas preparadas, con sus componentes y cantidades exactas, el médico que la formulaba y la persona que la adquiría.
Otra de las hijas de la familia, Celia Triolet, se dedicó a las artes y parte de esta afinidad se respira en la planta superior de la edificación, incluso a pesar de hallarse parcialmente cerrada este verano por obras de restauración. Allí funciona el taller y expo venta de vitrales inspirado en esa modalidad tan cultivada por Celia. También se preserva el piano, empleado ocasionalmente para conciertos o amenizar tertulias literarias.
La Botica Francesa Triolet es, sin duda, uno de los auténticos encantos de la ciudad de Matanzas.