Estar en el epicentro de acontecimientos memorables y la resistencia consciente ante las más complejas y difíciles circunstancias, les son afines a los que habitan esta tierra bravía, gracias, entre otras cuestiones, a una legendaria herencia genéticamente condicionada por miles de razones, díganse la mezcla de razas, una peculiar geografía, una ética y una moral sui géneris, un Sol que le calienta el espíritu.
Un breve recuento muestra y demuestra que las mujeres y los hombres cubanos, no importa la época, han protagonizado empeños libertarios que bien merecen un pedestal: los pioneros enfrentamientos de los aborígenes ante el yugo español, el cimarronaje, los alzamientos armados del siglo XIX, las huelgas y protestas durante la seudorepública, el Moncada, el 30 de Noviembre, la lucha clandestina en las más insospechadas ciudades, la Sierra Maestra, el Primero de Enero y la construcción del nuevo proyecto social, incluyente, auténtico, perdurable.
Cada uno de estos hechos ha trascendido fronteras y le ha demostrado al mundo la estirpe de Cuba y su pueblo, de ahí que llegado el momento de honrar las glorias vividas todos reconozcan la valía de este archipiélago y de quienes lo habitan.
Como ejemplo tangible está la conmemoración del aniversario 60 de los sucesos del 26 de julio de 1953, cuyas vivencias están latentes aún, no solo en aquellos que estuvieron físicamente en el acto, sino también en quienes en la distancia corroboraron las razones que tenemos para continuar apostando por un futuro más próspero.
La presencia de los mandatarios latinoamericanos y caribeños, y cada uno de sus discursos, avivan la certeza de estar acompañados por hermanos de luchas y de sueños, los mismos que han bebido del ejemplo de esta nación y hoy, sin miramientos, sin tapujos, sin miedos, pregonan a voz en cuello su amistad con la patria de Martí.
En su intervención, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, ratificaba el agradecimiento por tal actitud, la cual no repara en amenazas, y sobrepasa los intentos de división para hacer cada vez más sólidas las relaciones entre las naciones de la región.
Cada palabra de condena al bloqueo de los Estados Unidos, de gratitud por la colaboración en los sectores de la Salud o la Educación, de reconocimiento por el legado de Cuba, de admiración por el liderazgo de Fidel, y de exigencia de respeto a los pueblos y las naciones del área, confirma el hecho de que los tiempos son otros, de que la unidad tantas veces anhelada por los próceres de la independencia latinoamericana y caribeña es una realidad que se defiende de corazón y convicción.
Mecanismos como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, la Comunidad del Caribe, la Unión de Naciones Suramericanas, o el Mercado Común del Sur, refuerzan los intereses integradores de los Gobiernos y los pueblos de esta zona geográfica.
En medio de todo ello Cuba continúa como faro de esperanza, como paradigma de lo que es posible conquistar.
Pero esta nación, sus máximos dirigentes y su gente laboriosa y alegre saben bien que resta camino por andar, que desde adentro, aún en medio del despiadado bloqueo de los Estados Unidos, mucho puede hacerse para mejorar los indicadores económicos y sociales que tributan al incremento de la calidad de vida.
Ha ahí una meta constante, un empeño que une a todas y todos, a los de las generaciones de ayer, y a los jóvenes que llegan con espíritu rebelde, con unas ganas inmensas de conquistar presente y futuro, y unos bríos enormes, tan gigantescos que contagian e inspiran.
Con absoluta certeza lo aseguraba Raúl en las palabras centrales del acto conmemorativo por el aniversario 60 el Moncada: “esta sigue siendo una revolución de jóvenes”.
A ellos, con la guía de sus mayores y desde cualquier sitio —el surco, la fábrica, la trinchera, el aula, el laboratorio…— les toca defender lo conquistado, continuar la obra, ser fieles al legado que heredan.
Los “pinos nuevos”, junto a quienes que en la misma tierra tienen raíces sólidas, les corresponde honrar el privilegio de haber nacido en Cuba, una nación plena de acontecimientos memorables, de sucesos de trascendencia universal, de hechos marcados por la osadía, la locura y el amor, de épicas hazañas como la de aquella mañana de la Santa Ana, la misma que 60 años después inspira a decir que siempre es 26.
Sin dudas, tamaño privilegio merece ser honrado.