Se supone que sea la vitrina principal de lo que se hace en la radio y la televisión cubanas, pero muchas veces lo que debería motivar, llamar la atención… termina por aburrir.
La entrevista principal a veces no convence. Vamos por pasos: en la televisión, como en la vida, todo el mundo es importante, todo el mundo tiene cosas que contar. Pero hay que buscar para cada uno el espacio, el género, el tiempo. No significa que tenga que haber oportunidades solo para las estrellas, pero es obvio que un actor o un director reconocido interesarán más al público que un funcionario o un técnico.
Claro que eso podría relativizarse si la entrevista fuera buena, bien enfocada… pero ahí está el otro problema. Irela Bravo, la conductora del programa (muy simpática, muy locuaz, muy desenvuelta) ignora reglas elementales del género. Suele interrumpir al entrevistado, se va mucho por las ramas, no encauza bien algunas preguntas… Hay siempre un aire de improvisación en el diálogo… Alguien dirá que esa entrevista es más bien una conversación entre amigos, eso está bien en principio, pero incluso la más distendida de las conversaciones televisivas debe tener una columna vertebral.4
Estamos lejos de sugerir que se reemplace a Irela. Todo lo contrario: ella es el rostro del espacio, le ha aportado su frescura y personalidad. Pero vendría bien preparar mejor los cuestionarios, repensar quizás la jerarquía de la sección.
Al resto del programa le haría falta un poco más de profesionalidad. Hay demasiados conductores haciendo prácticamente lo mismo, muchas veces con resultados cuestionables: entrevistas vagas, imágenes insuficientes, avances mal escogidos, improvisación y cierto mal gusto. Se ha llegado al extremo de sentar a Alden Knight frente a una cámara a evocar momentos históricos, como si estuviera dictando una conferencia… ¿No sería más efectivo elaborar una crónica, musicalizada, con imágenes bien editadas?
Con una frecuencia semanal hay tiempo suficiente para realizar un mejor programa, es inaudito que de cuando en cuando haya que sufrir chapucerías inadmisibles incluso en propuestas diarias y en vivo. Más rigor, más empeño… eso es lo que hace falta