A Eduardo del Llano le gusta el cine corto (de metraje) pero largo (de ideas) como demuestran sus más recientes filmes: el recién salido del “horno”, Casting (2013) y el anterior, Exit (2011), que hasta ahora no se había estrenado comercialmente.
Ha sido acertado el hecho de exhibirlos juntos, no solo dada su condición hasta ahora de inéditos y porque se trate del mismo autor, sino porque a ambos los enlaza un tema común, o al menos muy semejante pese a sus evidentes singularidades: las angustias del artista, muchos de sus problemas y preocupaciones existenciales y profesionales en un contexto tan complejo como la Cuba contemporánea.
En Casting, como su título indica, se convoca a varios actores para integrar el elenco de un filme que se realizará con un país europeo, algo, sabemos, tan habitual entre nosotros. Desde un guión ingenioso, al mejor estilo “del Llano”, asistimos a cuestiones intergeneracionales, a la elasticidad y legitimación del gusto, a la incidencia en el trabajo de los problemas personales, a manipulaciones , hipocresías y utilitarismos, a cuestionamientos en torno a las coproducciones (y sus respectivas concesiones), o algo tan candente ahora mismo como las gestiones independientes y diversas en torno al hecho fílmico… todo muy bien insertado y mejor plasmado en un relato donde sobresale la coherencia tras la aparente improvisación que la propia narrativa impone, y donde el humor ácido y corrosivo alberga realidades dramáticas y hasta trágicas.
Es notable el tremendismo de ciertos personajes y situaciones, como el llanto interminable de Jorge o el exabrupto que llega a la violencia de Tomás, pero en general, estas secuencias se suman a los objetivos del filme.
Se maneja muy bien el consabido “cine dentro del cine” —en una primera instancia el mediometraje implica todo un “ars poetica” del propio séptimo arte—; el recurso muestra su dorso cuando los personajes se nombran como los actores, algo que coquetea no solo con el realismo sino con la relatividad, con las transiciones a veces imperceptibles entre ficción y realidad, de ahí los cambios cromáticos y de textura que frecuentemente propone la acertada fotografía del maestro Pérez Ureta.
Las actuaciones son otro mérito indudable: las del propio Eduardo del Llano (casi siempre in off), Mario Guerra, Carlos Gonzalvo, Jorge Molina, Tomás Cao, Héctor Medina , Claudia Alvariño y Luis Alberto García.
Este último, el Nicanor del Decálogo que rubrica el guionista y director, vuelve a centralizar el otro título: Exit, esta vez con una problemática todavía más desgarradora y conflictual: hasta dónde el artista puede degradarse por brillar (o por cobrar); hasta dónde pueden llegar las concesiones, incluyendo el grado de desfachatez de ciertos “mecenas” de extramuros; qué limites hay (si los hay) entre ética y estética.
Lo circunscrito del tema funciona como metáfora de contextos mayores y más inclusivos: el ser humano se pone en la picota cuando conocidas “figuras públicas” se dejan deformar el rostro por un sencillo obrero, quien contratado por un célebre fotógrafo extranjero, desea montar una exposición que discurse en torno al “dolor y la agonía” del proceso creativo.
Esto, que como se aprecia a simple vista detenta ribetes muy generales, en Cuba adquiere aristas bien específicas, sobre todo en el contexto del relato: “período especial”, poca difusión internacional de los artistas aquí y los eternos dilemas entre arte auténtico y comercialización-banalización.
Del Llano eligió esta vez la desmesura de la hipérbole —incluso de la caricatura— para referirse a inquietantes problemas. Y de que logra inquietar —y más: preocupar, cuestionar(se)— , no cabe la menor duda.
Convencen la agilidad y organicidad del montaje, la expresividad de la fotografía, y una vez más las notables actuaciones (además de Luis Alberto, están aquí Néstor Jiménez, Enrique Molina, Ania Bu, Miriel Cejas y Osvaldo Doimeadiós.
Casting (que bien pudo haber sido un largometraje con todas las de la ley) y Exit son dos certeros disparos de ese original autor nuestro que es Eduardo del Llano, de quien ya esperamos otro anunciado “complemento” medicinal: Omega 3.