Fueron seis los jóvenes villaclareños que participaron en las acciones del 26 de julio de 1953: Pablo Agüero, Elpidio Sosa, Heriberto Mederos, Osvaldo Socarrás y los hermanos Haydee y Abel Santamaría Cuadrado. Cinco lo hicieron en las acciones desarrolladas en la ciudad de Santiago de Cuba. Uno, Pablo, en el cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.
A ellos el pueblo de este territorio central les rindió tributo en el aniversario 60 de aquellos acontecimientos. Flores, canciones, poemas, se le dedicaron en estos días a quienes asaltaron la gloria y no dejaron morir al Apóstol en el año de su centenario.
Abel Santamaría se evoca con vehemencia en su pueblo natal, Encrucijada. Quienes hablan de él recuerdan al niño que pedía leer a Martí o al infante que una vez confesó que le tenía miedo a los fantasmas: él que fue toda luz.
Este pueblo le sigue diciendo “El Polaco”, por el rubio de sus cabellos y el azul de sus ojos. En el museo Casa Natal se muestra la carta de renuncia como empleado de la tienda del central Constancia, donde pone como excusa que debe emprender otros caminos. Para ese entonces Abel soñaba con la justicia y la libertad.
En Sagua la Grande decir Elpidio Sosa es sinónimo de nobleza. Es el joven que tenía por virtud ser justo hasta el infinito, no le gustaban los atropellos ni los abusos, una persona íntegra, recta, honesta. Alguien que lo dio todo, hasta su empleo y su vida, por la causa revolucionaria.
De la Villa del Undoso es oriundo también Roberto Mederos. Al hablar de él sus familiares recuerdan su carácter llano, animado y el don de dejarse querer. Afirman que la abuela los reunía a todos en “Nochebuena” y que él venía de La Habana, donde ya vivía, para participar en la fiesta.
Aseguran que nunca se lo hubieran imaginado con un fusil en la mano, incluso que hasta después de muerto Roberto los sorprendió cuando supieron de su hidalguía, entereza y valor en aquella acción donde perdió la vida.
En Santa Clara, Osvaldo Socarrás Martínez es símbolo de humildad y víctima de la discriminación de su raza. Se le rememora en sus múltiples oficios: limpia botas, recogedor de botellas, o barbero. También se habla del parqueador de autos del Parque de la Fraternidad en la capital cubana, del hombre que repudió el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 y que realizó declaraciones al periódico Hoy, órgano del Partido Socialista Popular, donde denunciaba los males de la época. Pero sobre todo es célebre la anécdota de que un día le confesó al padre que había conocido a Martí en persona, al referirse a Fidel Castro.
De Pablo Agüero Guedes hay pocos recuerdos en Caibarién donde nació, porque de muy niño sus padres se trasladaron a La Habana, pero no obstante se le tiene presente. Se sabe que Pablo siempre estuvo interesado por su superación cultural y política, y en el poco tiempo que le quedaba libre se dedicaba a la lectura. Siempre prefirió los temas sobre la Gran Revolución Socialista de Octubre, ideas que se las inculcó el padrastro.
En Caibarién cada año, frente a su casa natal, se le rinde homenaje a este joven que con solo 17 años se convirtió en símbolo de la juventud cubana.
Haydee Santamaría, una de las dos mujeres que participó en las acciones de Moncada, sigue enérgicamente dulce, viva, íntegra, de entereza probada, de altura ilimitada, quien se volcó en sensibilidad exquisita y supo conquistar horizontes, comprender, fundar y hacer a pesar de la soledad y las angustias de su vida.
A ellos seis se les sigue amando en la hora de los hornos y la verdad, porque son inspiración profunda e impulso para continuar haciendo.