¿Cómo escribir la historia de la patria sin las mujeres? ¿Qué contienda ha podido prescindir de su presencia? Han sido el verso y la inspiración, el sostén de las grandezas y los pequeños detalles, el aliento para emprender nuevas batallas y también empuñar ellas los fusiles.
Fue así en el devenir de nuestras gestas independentistas, contra la neocolonia y en la lucha insurreccional. Por eso, no resultó casual que ocuparan su lugar en los preparativos a los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Compromiso, pasión por la libertad y la independencia, determinación y lealtad; todos esos sentimientos formaron parte de la decisión que las llevó a estar junto a Fidel Castro y el resto de los asaltantes que siguieron el supremo ideal de reivindicar al Apóstol en el año de su centenario.
Las mujeres bordaron con letras de oro la historia que se inició aquel 26 de Julio de 1953. Fueron protagonistas, cómplices, madres, esposas, hermanas y amigas leales. A ciencia cierta, no sabían de qué se trataba, pero tenían la seguridad de que algo grande se preparaba contra el tirano Fulgencio Batista.
La vivienda de los padres de Melba Hernández, en Jovellar 107, se tornó centro de conspiración. De las amorosas manos de Elena Rodríguez del Rey, Delia Terry, Dolores Pérez (Lolita), Elda Pérez, Elita Dubois, esposa de José Luis Tasende, y Natalia Revuelta salieron parte de los uniformes que se utilizarían en las acciones.
Melba Hernández y Haydée Santamaría entraron de lleno en el combate. Aunque Fidel les orientó quedarse en la Granjita de Siboney, nada pudo frenar la decisión de ellas de participar en el asalto.
Formaron parte del grupo que, con Abel al frente, ocuparía el Hospital Civil. En los momentos más difíciles, este les diría, según contó Melba: “Lo que más me interesa es que ustedes las mujeres no se arriesguen, conserven la vida de cualquier manera. Tiene que quedar alguien para contar lo que pasó aquí”.
Las alumnas de enfermería del Hospital no pudieron permanecer inertes ante el horror que allí se vivía. A riesgo de todo, curaron a algunos de los heridos y escondieron a otros, tan jóvenes como ellas.
Varias féminas bayamesas mostraron su solidaridad. Nombres como Bélica González, Narcisa Rodríguez, Esmeregilda, Inés María y otras modestas campesinas –según recoge Marta Rojas en el artículo Mujeres en el Moncada, publicado en Granma–, le salvaron la vida al combatiente torturado Andrés García.
¿Y qué decir de la otrora mambisa, Leocadia Garzón, quien como si hubiera podido leer el futuro, ayudó a Fidel y pidió a su nieto Esmérido Rivero Rúa que lo guiara por un camino seguro?
Con pequeños y grandes detalles; arriesgando sus vidas, las mujeres también estuvieron en el Moncada.