Cuando comprobé que ningún ingenio en el país produce hoy más azúcar que 10, 20, 30 o 40 años atrás, comprendí con crudeza que más allá de ilusiones y promesas, los debates entre los delegados a la actual Conferencia del Sindicato Nacional de Trabajadores Azucareros tienen que ubicarse necesariamente en la certeza de que la reactivación de ese importante sector depende esencialmente de quienes allí laboran.
Ello constituyó la principal enseñanza en la primera jornada del foro, iniciado la víspera en la Escuela de Cuadros Sindicales de la CTC Lázaro Peña, y se sustenta en que la implementación de las más recientes normativas y propósitos de la economía cubana ofrecen a los trabajadores de esa agroindustria la posibilidad de perfilar los cauces por los que deben transitar.
Pero la realidad parece reafirmar el criterio de que son muchos los azucareros que aún deben aprender a ser dueños, y no pocos se aferran a la tradicional tribuna de pedir a otros la solución de sus problemas.
Si en un central falta caña —lo que ocurre en casi todos, para no ser absolutos— o hay solo tal cantidad de dinero, es ese colectivo el encargado de trazar la estrategia para aumentar volúmenes cañeros y determinar el número de trabajadores necesarios para cumplir sus compromisos productivos y que los fondos se puedan distribuir entre menos bolsillos.
El problema de aquel central no se va a resolver desde La Habana, o lo que es lo mismo, la forma de comprometer y hacer partícipe al colectivo en los propósitos comunes se deben ventilar allí en el propio ingenio, Unidad Básica de Producción o lote cañero, pues las recetas en tales asuntos tienen que prescribirlas los propios dolientes.
Si los planes productivos aprobados gozan en la actualidad del necesario financiamiento, por qué año tras año los compromisos nacionales, tanto de cantidad de gramínea como de azúcar, quedan por debajo de las previsiones.
Y mientras ello sucede, al final de la etapa se dice que se cumplió —por ejemplo— al 94% y se creció determinado nivel con respecto a un año antes, pero no se parte del análisis de cuánto se dejó de producir con ese incumplimiento del 6 por ciento.
El debate de los temas fundamentales este viernes —económico, funcionamiento sindical y trabajo político ideológico— reflejó lo mucho que aún resta para que las pobres 40 toneladas por hectárea que hoy exhiben los rendimientos cañeros en el país se eleven hasta las 65 toneladas y más que prevalecen en el mundo.
Al mismo tiempo, los dividendos del trabajo en la industria reflejan niveles bien alejados de los que podrían considerarse como adecuados, entre ellos comienzo tardío de la molienda, insuficiente capacitación, disciplina, orden y exigencia, además de absolescencia técnica.
La jornada inicial de la Conferencia Nacional del Sindicato de Trabajadores Azucareros puso también de manifiesto que el diapasón de asuntos por resolver pasa por la capacidad de los cuadros de dirección y por el más dinámico e integral accionar de la organización sindical y el resto de los factores políticos y administrativos.
Para hoy, día de clausura en el teatro Lázaro Peña, de esta capital, los delegados de la otrora primera industria cubana debatirán en plenaria el informe central y se presentará la dirección nacional electa del Sindicato Azucarero.