Raydel López tiene 43 años y desde el 2002 integra la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA). Quizás algunos ni siquiera lo conocen en su natal Matanzas y les parezca algo raro que hablemos de arte en una página deportiva. Tampoco dice mucho que estudió mecánica y gusta desde hace más de dos décadas del trabajo con barro, piel y pintura.
Sin embargo, si les digo que se trata del autor del cocodrilo que sirve de mascota oficial para el equipo de béisbol de la provincia, muchos comenzarán a entender esta historia. De su pequeño taller, con un grupo de creación artística —cinco jóvenes entre 23 y 25 años—, han salido mascotas para las 16 selecciones de la serie nacional, expuestas en el estadio Victoria de Girón.
“Todo empezó en el Juego de las Estrellas del pasado año. Se me ocurrió hacer el cocodrilo, porque aunque representa a Cuba, es símbolo de nuestra Matanzas. Lo hice pitcheando, corriendo, fildeando, pero el de mayor aceptación fue bateando. Suman ya miles de cocodrilos”, comentó feliz el artesano.
“La idea de extender a otros equipos las mascotas ha sido bien acogida por algunos territorios, como La Habana, con sus leones. Quisiera seguir esa línea del deporte e incursionar en figuras humanas, aunque me haría falta un horno más grande”, acotó Raydel, quien tiene hoy pedidos para hacer cocodrilos médicos, gastronómicos, músicos y hasta karatecas.
Los muchachos del grupo de creación también tienen mucho que contar sobre esta experiencia. Malbis González reconoció que trabajar con barro es bastante engorroso porque es muy frágil, en tanto Jorge Antonio precisó que limpiar las piezas es lo más difícil de las horas que permanecen en el taller.
Rodolfo Valido y Yosel Hernández coinciden en que el mejor barro es el proveniente de Pinar del Río, mientras Víctor Torres agradece a Raydel la oportunidad de ser parte de un proyecto que cada día va tomando más fuerza, específicamente en el deporte, con nuevas ideas.
Sin ánimos de sellar la conversación, el autor de las creativas mascotas defendió la posibilidad de que los artistas de todas las provincias se acercaran al béisbol y otras disciplinas. “Di un jonrón con mi cocodrilo, pero necesitamos más iniciativas para complementar el espectáculo sociocultural que es la pelota”, dijo.
Más allá del relato sobre a quién le regaló su primera pieza, las innumerables anécdotas vividas en las ferias o en el propio estadio yumurino, así como el apoyo total que recibe de su familia, nos despedimos de Raydel convencidos de que es posible encontrar personas en este país capaces de unir cultura y deporte con buen arte y luz propia.