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Béisbol y guerra fría: El juego que nunca sucedió

En esta foto de 1975 aparecen Kissinger y el presidente estadounidense Gerald Ford. Ese propio año dijeron NO al partido entre Cuba y un elenco de la MLB.
En esta foto de 1975 aparecen Kissinger y el presidente estadounidense Gerald Ford. Ese propio año dijeron NO al partido entre Cuba y un elenco de la MLB.

 

A raíz de la celebración en 1999 del tope amistoso entre los equipos de Cuba y Orioles de Baltimore, el Archivo de Se­guridad Nacional de los Estados Unidos desclasificó 18 documentos que mostraban las ne­gociaciones sostenidas en 1975 entre el INDER y la Oficina del Comisionado de Béisbol de Grandes Ligas, con el fin de concretar juegos de exhibición entre elencos de ambos países.

El contenido de tales archivos fue analizado recientemente por el investigador cubano Félix Julio Alfonso, quien sintetiza los hechos y valo­raciones fundamentales en su ponencia Béisbol y Guerra Fría: El juego Cuba-Estados Unidos que nunca sucedió (1975).

Según los textos revelados, para el comisio­nado estadounidense Bowie Kent Kuhn los diálo­gos con la parte cubana se ceñían al aspecto de­portivo, sin desconocer que el intercambio podría tener efectos favorables para las relaciones entre las dos naciones. Por el contrario, los funcionarios del Departamento de Estado (DE)— encabezados por su secretario Henry Kissinger— manejaron el tema con reticencia y dilaciones, que derivaron en negativa, en sintonía con la lógica de la guerra fría y la política de bloqueo imperante contra Cuba.

El DE consideró, por supuesto, que una victo­ria sobre el plantel caribeño demostraría la supre­macía del deporte profesional en oposición a los éxitos del campo socialista. Y además ofrecería a la afición cubana un lado positivo de la realidad nor­teña, máxime sabiendo que el béisbol de las Gran­des Ligas gozaba de gran popularidad en ,nuestro país desde inicios de siglo.

Las peripecias del diálogo

El 14 de enero de 1975 Kuhn envió una carta a Kissinger en la cual comentaba cuestiones rela­tivas a un posible tope de béisbol frente a Cuba a finales de marzo, alrededor de lo cual existía una posición favorable en La Habana. La misiva suge­ría también la realización de una serie posterior en territorio norteño. Kuhn quería tener el con­sejo del Secretario de Estado antes de confirmar una entrevista con las autoridades del INDER.

El DE encargó a William Rogers, secretario asistente para asuntos interamericanos, ponerse en contacto con Kuhn, pues Kissinger no podía ocuparse del tema. El 18 de enero aquel recordó a su superior la nota recibida días antes, con el comentario de que la visita podría resolverse me­diante la política de ofrecer visas a atletas olímpi­cos. Junto a tal recomendación, Kissinger anotó la palabra “NO”.

El 21 de enero, Rogers escribió otra vez al Se­cretario de Estado, para hacerle saber que Kuhn había ratificado el mes de marzo como la única fecha posible para que un equipo de la Major Lea­gue Baseball (MLB) viajara a Cuba. También ex­plicaba que para ajustar la transmisión televisiva y el calendario de las Grandes Ligas se requería el visto bueno del DE antes del 15 de febrero.

Con posterioridad, Rogers hizo saber a Kuhn —siguiendo instrucciones— que “no estaban da­das las condiciones para que se produjera la emba­jada deportiva”, a lo cual este apuntó que la MLB siempre había sido colaborativa con el Gobierno.

El comisionado prosiguió las comunicaciones con la parte cubana hasta acordar un encuentro en México el 8 de febrero. Nuestros directivos se habían mostrado reticentes a la reunión mientras Kuhn no estuviera facultado para cerrar trato, algo que él les aseguró sin ser un hecho todavía, y de lo cual dio cuenta a Rogers en carta del 30 de enero, en la que de nuevo solicitaba la aprobación del DE.

El 13 de febrero Kissinger recibió un memo sobre los resultados del contacto entre Kuhn y los funcionarios del INDER. En esencia, Cuba rati­ficaba su aceptación para recibir un equipo de la MLB con el fin de disputar un partido el 29 de marzo. Rogers adicionó al mensaje su criterio de que el encuentro poseía una connotación simbóli­ca y proyectaría hacia América Latina una ima­gen de acercamiento a Cuba.

Sin embargo, un memorándum del día si­guiente llamó la atención de que si se daba luz al proyecto, el presidente Gerald Ford debería anun­ciar que los deportes eran un asunto separado de la política. En su respuesta Kissinger dejó clara su oposición y preguntó a Rogers por qué estaba de acuerdo.

La contesta de este último fue realizada de conjunto con Culver Gleysteen, de la Oficina de Asuntos Cubanos. Insistieron en el significado del tope de cara al mejoramiento de las relaciones en­tre los dos países; y en lo referido al efecto positi­vo de una victoria en la población de los EE.UU., afectada por los triunfos del campo socialista. Añadieron que el béisbol formaba parte del “imagi­nario proestadounidense” de los cubanos y que con­tribuiría a socavar la propaganda antinorteamerica­na que según ellos se hacía acá.

La postura de Rogers cambió drásticamente en días sucesivos, al punto de manifestarle a Kuhn su desaprobación respecto al evento, pues se trata­ba de “un problema que sobrepasaba al béisbol”.

El 17 de marzo Kuhn escribió a Fabio Ruiz, vi­cepresidente primero del INDER, disculpándose por no poder cumplir el acuerdo tomado en Méxi­co y le aseveró que estudiaría otras alternativas para concretar el encuentro en marzo de 1976.

En verdad sus esfuerzos se mantuvieron al menos hasta julio de 1975, pero Kissinger conti­nuó recomendando un perfil bajo para el tema, y asegurando que comunicaría a la MLB el momen­to adecuado para la celebración de aquel ansiado juego de pelota.

Ya sabemos que millones de aficionados debie­ron aguardar hasta 1999 para que un equipo de las Grandes Ligas se midiera a la selección cubana de béisbol tras el triunfo revolucionario de 1959.

Un detalle del partido en Estados Unidos.
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