Recoger desechos es uno de esos trabajos que las personas hacen cuando no tienen otra opción. Eso pensaba hasta que encontré a Teo, Teobaldo de la Paz Vanega; montero de nacimiento y basurero por elección.
No es un hombre de maneras finas, pero su verbo revela la mucha y diversa lectura con que ha cultivado su inteligencia natural. Habla pausado y convence. Su vida parece como escapada de una telenovela del espacio Horizontes: bajó de las lomas tras el amor de su vida y el primer empleo que tuvo fue el de recolector de desperdicios sólidos. Treinta y seis años después, lo sigue haciendo. Fue diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y, casi a punto de la jubilación, recibe el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
¿Por qué basurero?
Yo vivía bien en la Sierra, en el municipio de Bartolomé Masó, donde nací. Allí me enamoré de una muchacha de Bayamo y cuando ya teníamos dos hijos, quisimos acercarnos a sus padres que vivían en la ciudad, pero a mí nunca me gustó la “recostadera”, por eso acordamos que bajara yo delante para conseguir trabajo. Por la radio había escuchado de una plaza de barbero. Tenía alguna experiencia en eso pero no me la dieron porque pedían noveno grado y yo solo había llegado a séptimo.
Cuando casi me daba por vencido, un amigo me ofreció trabajar en Comunales. Gracias a él pude venir con mi familia para Bayamo y siempre me ha parecido una ingratitud dejarlo. Me han hecho varias ofertas, pero estoy seguro de que ninguna me hubiera hecho tan feliz.
¿Qué ofertas rechazó?
En una ocasión el entonces primer secretario del Partido en la provincia, Lázaro Expósito, y el presidente, José Antonio Leyva, me propusieron administrar un hotelito que estaban preparando para estimular a los mejores trabajadores; pero yo les dije: Si me quieren ayudar, déjenme tranquilo donde estoy. Igual fue cuando quisieron que aceptara el cargo de subdirector de la empresa.
¿Qué le ata a Comunales? ¿Nunca se ha enfermado?
En este trabajo hay muchos riesgos, una vez estuve como tres meses sin poder caminar, al parecer producto de una infección, pero le soy absolutamente sincero cuando le digo que si me voy para otro sector siento como si traicionara al que me lo dio todo cuando yo no tenía cómo mantener a mi familia. Además, los trabajadores de Comunales, ya no de Bayamo sino de todo el país, son como de mi familia. En cualquier provincia que yo esté, si veo a un barrendero, voy y lo saludo, le saco conversación. Creo que eso parte de un profundo sentido de pertenencia. Soy feliz en mi carro de la basura; cuando voy en él me siento tan orgulloso como un piloto en su nave.
¿Qué piensan sus hijos de eso?
Tengo tres hijos, dos varones y una hembra. Dos son ingenieros (mecánico y químico) y una licenciada en Cultura Física. Ninguno siente vergüenza del trabajo que hago y recuerdo que cuando me eligieron diputado la primera vez, intervine en un momento en que se estaba debatiendo acerca de la ley forestal. Al parecer mis palabras tuvieron cierta repercusión y salí en la televisión. Mi hija, que entonces estaba becada en un preuniversitario de Las Mangas, me vio y comentó con orgullo que yo era su papá. Se rieron de ella y hasta el director le dijo: “Ya quisieras tú”.
A mi regreso de La Habana ya había pasado el fin de semana y no pudimos vernos, y aunque nunca he sido un padre que le guste andar molestando en la escuela con visitas, mi esposa me contó que la niña se había ido llorando y fui a verla. Al llegar le pedí permiso al director por solo cinco minutos. Evidentemente él me había reconocido de la intervención y me contestó:
“¿Quién es su hija, Anisleidys de la Paz Vargas? Entonces era verdad. Mire, no se preocupe, que ahora sí vamos a interrumpir las clases para que todos los alumnos y profesores vengan y puedan hablar con usted”.
¿Cómo recuerda la experiencia de convertirse en diputado?
Cuando en 1992 dijeron mi nombre en una asamblea en la que estaban presentando a los candidatos a diputados, pensé que era un error y no me puse de pie como había hecho el resto; solo cuando insistieron fue que me paré y a pesar de eso seguía pensando que era absurdo. Un periodista me preguntó qué planes tenía y le respondí que ser la oveja negra. El tiempo me demostró que estaba equivocado, siempre que pedí la palabra, me la dieron y pude expresar abiertamente lo que pensaba.
A estas alturas creo que mucha razón llevaba Ricardo Alarcón, entonces presidente de la Asamblea Nacional, cuando decía: “Teobaldo es un símbolo de la democracia en Cuba”. Haber sido diputado es más un mérito del sistema democrático cubano que un reconocimiento a mis cualidades.
¿Cuál fue su mayor aporte como diputado?
Mi participación en las modificaciones que se le hicieron a la Constitución en el año 2002. En esa ocasión pude improvisar un discurso que muchos compañeros valoraron como importante.
De esa etapa guardo con orgullo lo mucho que aprendí gracias a la preparación que reciben los diputados para discutir con seriedad y profundidad los diferentes temas que se abordan.
¿Pudo seguir estudiando?
Leo mucho, pero en la escuela solo llegué hasta el noveno grado; no obstante le aseguro que con eso y la experiencia vivida, me basta para batirme ideológicamente con cualquiera que pretenda venir a decirme que el capitalismo es mejor que el socialismo.
¿Qué opina de ser Héroe del Trabajo?
Siento una gran alegría, pero la de mi familia es mayor y los comprendo porque fue parte de mi tiempo de estar con ellos, el que entregué al trabajo. Yo nunca pensé recibir un reconocimiento así, ni ninguno. Cuando empecé a trabajar en Comunales me pagaban 141 pesos al mes. Los días feriados y los domingos los hacíamos gratis. Así estuve 16 años sin que nunca me sacaran ni trabajador ejemplar. Fue entonces cuando alguien me propuso como vanguardia nacional y a pesar de las horas voluntarias y demás datos, viraron el expediente para atrás porque le faltaban argumentos. Por eso creo que también hay que navegar con suerte, hay quien se pasa toda la vida trabajando, pero si sus compañeros y la sociedad no se lo reconocen, nunca será vanguardia ni Héroe.
Durante las sesiones de junio del 2002 en las que se discutían las reformas a la Constitución, Teo fue uno de los oradores. Así reseñó el diario Granma su intervención:
El diputado Teobaldo de la Paz Vanega expresó que no era ni profesor, ni domina la pedagogía, “pero quisiera impartir una pequeña clase, y no copie nadie, porque es para un solo alumno. W. Bush”. Si usted viviera en un país libre, dijo, no estuviera en el poder, porque un pueblo libre no elige a un burgués para gobernar.
Este singular orador ofreció esta tarde del 24 de junio una clase magistral de lo que puede un pueblo socialista, porque él, Teobaldo de la Paz Vanega, es un barrendero de Bayamo, oficio digno con el que mantiene limpia su Ciudad Monumento.
Jamás un hombre de tan humilde oficio podría ocupar un escaño en la tan cacareada democracia representativa que el Gobierno de Estados Unidos pretende implantar como único y válido modelo para el mundo.
“Señor W. Bush, es una pena que no hubiera dedicado ni media hora a estudiar nuestra historia. Nos propone volver a un pasado de hambre, de muerte de niños, de analfabetos, de dominio imperial. Usted no ve este presente de libertad digna, de prosperidad. Sabemos bien su filosofía. Cuando Estados Unidos dice ayuda humanitaria, quiere decir aviones cargados de bombas, y cuando dice ayuda alimentaria, los mismos aviones se las lanzan a los muertos. Nosotros no, nosotros preguntamos cuántas escuelas necesitan, qué cantidad de maestros necesitan, qué cantidad de médicos necesitan, qué cantidad de sangre necesitan.
“Por eso aquí, W. Bush, también hablamos por el mundo, porque usted tiene en peligro al mundo. Desde aquí, al votar por nuestro socialismo, estamos votando por salvar a la especie humana cada vez más en peligró”, concluyó Teobaldo.