¡Qué Bárbara!

¡Qué Bárbara!

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Bárbara no pone límites en la atención a sus pacientes. | foto: De la autora
Bárbara no pone límites en la atención a sus pacientes. | foto: De la autora

Nada mejor que el tiempo para curtir las anécdotas, para añejarlas con exquisitez, y permitir que uno pueda saborearlas con lentitud, degustarlas con pausas cíclicas, para descubrir, hasta en el más mínimo detalle, los matices que la hacen grande y trascendente.

Así, reposada por el paso de medio año, conocí la historia de Bárbara Acosta Montero, una mujer con un nombre que le viene como anillo al dedo, que le saca a flote la firmeza y el arrojo que lleva adentro.

Si alguien duda, que le pregunte a cualquier vecino de la comunidad marina de cayo Granma, en la ciudad de Santiago de Cuba, una porción de tierra anclada en la entrada misma de la bahía, donde la gente que la habita sabe bien la clase de médica de la familia que le tocó tener.

“Sí, crucé a nado desde el muelle de Ciudamar hasta el cayo, unos 300 metros de mar abierto y revuelto, para salvarle la vida a un paciente —cuenta Bárbara sin mucho énfasis en la voz, más bien restándole importancia a lo que dice—, después de eso, muchos de los que han conocido del hecho vienen al consultorio, me felicitan, me expresan su admiración y yo le juro a usted por lo más sagrado que muero de la pena, pues sigo creyendo que no hice nada extraordinario, solo cumplí con mi deber”.

A diferencia de lo que Bárbara siente, quienes saben los pormenores de su gesto lo asumen con asombro y admiración, y no es para menos.

“Sucedió el 27 de noviembre pasado, a dos días del paso de Sandy, precisa la doctora, el panorama del cayo era desolador, imagínese que de unas 248 casas, 242 fueron arrasadas, y para agravar todo aquello comenzaron los indicios de un brote gastrointestinal.

“Al consultorio llegaban personas con diarreas abundantes, como de agua de arroz con olor a pescado, y aunque de inmediato aplicamos quimioprofilaxis, hubo pacientes que se complicaron.

“De manera particular tenía dos que me preocupaban mucho; con uno salí de inmediato en la lancha que presta servicio a las comunidades del litoral, lo llevé hasta Ciudamar, en tierra firme, y me quedé con él hasta lograr mandarlo en un vehículo rumbo a Santiago de Cuba; eso me tomó un tiempo, y cuando llegué al muelle ya la lancha no estaba.

“Mi desesperación fue total, sabía que otro paciente tenía la vida en peligro, y en aquellas circunstancias solo yo podía salvarlo, pero ¿cómo llegar hasta él?

“El mar estaba que espantaba, era negro total de tanta suciedad, flotaban las cosas más impensadas, desde animales muertos, troncos de árboles, despojos de las viviendas destruidas, hasta balitas de gas; aquello era increíble… pero yo tenía que cruzar; di dos o tres vueltas en el mismo lugar, me mordisqueé las uñas, respiré profundo y ¡zas! me tiré.

“¿Miedo? Vaya que sí, el corazón se me salía por la boca.

“Cada braceada me costó un mundo, tenía que apartar todo lo que aparecía a mi paso, no sé ni cuantas cosas se me enredaron en los pies, pero yo pa´lante, no había otra forma, y valga que no titubeé, porque cuando llegué el paciente estaba casi inconsciente, con mucha falta de aire, sudoración profusa, los ojos brillosos y la boca reseca.

“A esa hora, ¿quién iba a pensar en bañarse?, así mismo, toda desgreñada, mojada y hasta sucia, le canalicé una vena en cada brazo, le puse sendos sueros a chorro y movilicé a todo el que pude para buscar una lancha y llevarlo al hospital”.

Hoy, cuando estetoscopio en ristre anda feliz por cayo Granma, la gente que la saluda a cada paso suele decirle: “qué tal, la bárbara”, y es que así sienten a su médica de familia, así la asumen, así se ufanan de tenerla cada día.

En casa, en el consultorio donde comparte quehaceres hogareños con su esposo y sus tres hijas, no hay trofeos, ni medallas que la reconozcan como campeona en natación, pues nadar ha sido siempre un hobby y nada más.

Pero a falta de tales distinciones Bárbara disfruta de otros reconocimientos no menos valiosos.

“Tengo el cariño de mis pacientes, y guardo con mucho agrado los diplomas que recibí de la dirección de Salud en la provincia, y de la Federación de Mujeres Cubanas.

“Aunque para mí lo mejor es sentirme bien conmigo misma al hacer lo que me corresponde, al cumplí con mi trabajo, con mi deber de salvar vidas, y estoy absolutamente convencida de que soy una más entre tantos, porque, ¿usted se ha puesto a pensar cuántas Bárbara más habrá en nuestro país?”

Acerca del autor

Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.

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3 comentarios en ¡Qué Bárbara!

  1. Soy de la tierra de quisqueya,patria del insigne maximo gomez.Me da orgullo leer cosas como estas,barbara,eso es lo que no entiendo de la mayoria de nuestros medicos aqui donde vivo y en mi pais de origen,que toman esta profesion para enriquecerse y no para servir,sin embargo en cuba,vilipendiada y calumniada tienen ustedes muchas cosas que nos falta a nosotros,esa calidad humana,que solo una revolucion puede dar.Doctora barbara,usted es mas grande que todos los millonarios juntos,tu amor y tu entorno,valen mas,que todas las porquerias materiales que podriamos tener aqui,por que caremos de eso que te sobra,humanidad.

  2. Me siento muy orgullosa desde donde me encuentro en angola cumpliendo una misión internacionalista, haber leído en un periódico de mi país esta hazaña tan heroica que realizo una doctora santiaguera de mi propia provincia donde vivo en cuba, demostró que cuando hay amor no hay nada imposible, puso todo su amor a la profesión para poder salvar la vida a un enfermo arriesgando la propia vida de ella, esas son las personas que hoy necesita la salud publica en cuba para seguir cultivando la medicina humanista totalmente desinteresada, para ella todo mi amor y mi cariño desde tierras africanas. que dios la bendiga siempre por su altruismo.

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