A algunos la idea pudo parecerles exageradamente pesimista, mas el profesor sabía lo que decía, su grado de lucidez era absoluto. El primer capítulo de la historia fueron las derrotas por 1-3 sets frente a Serbia, en la Ciudad Deportiva, y el segundo las barridas sufridas ante Italia en Turín y Florencia, una semana después.
La serie ante los alemanes, en esta bella ciudad, permitía soñar con la reacción por tratarse de un oponente más asequible, pero el debut sabatino fue un cubo de agua fría sobre nuestra aspiración (18-25, 19-25, 16-25), porque lejos de avanzar los muchachos se mostraron más desconcertados.
Esa noche, en un improvisado diálogo en la habitación, Samuels me confesó: “En el tope contra Argentina valoramos a los jugadores y apreciamos sus problemas técnicos, tácticos y de actitud. Regresé a Cuba convencido de que las opciones de obtener un resultado positivo en la LMV eran remotas”.
La charla repasó en brevísimo tiempo su carrera como voleibolista y estratega, cargada de triunfos y gratos recuerdos. Lucía sereno, aunque muy serio. Habló del pesado lastre de perder figuras importantes en cada temporada y de las múltiples limitaciones para alistar a un equipo cuya categoría actual es la de subcampeón mundial y bronce en la LMV.
“Se cometen demasiados errores en el ABC del voleibol, casi ningún jugador logra realizar varias acciones positivas consecutivas y así no puede ganarse en un evento como este. La mayoría de estos hombres no tiene nivel mundial, en este momento no pasan de ser hombres de cambio”, sostuvo.
“Quizás si hubiéramos tenido 10 partidos de preparación estaríamos en mejor forma, pero no sucedió. Siento pena con los aficionados, no estoy habituado a las malas actuaciones, jamás viví algo similar. Las personas son muy cariñosas en la calle y uno desea retribuirlas con victorias, pero ahora es imposible”, expresó.
Minutos después se despidió y fue a dar las orientaciones para el entrenamiento dominical. Al amanecer supe que no hubo actividad sobre el mondoflex, ni estudio de videos, como sucede cada día religiosamente. Me contaron que reunió a sus huestes para hablar a “camisa quitada” durante casi una hora. Y pidió lo mismo del primer día: “jueguen con carácter, con alegría, con compromiso, empujen al rival y no le regalen nada”.
El resultado fue otra derrota, pero más peleada (23-25, 22-25, 26-24, 23-25). La demostración estuvo a punto de hacer realidad su única promesa posible: ganar algún partido. Ojalá pueda cumplirla ante Rusia o Irán en los próximos días.