Europeos y latinoamericanos impusieron la hegemonía del buen fútbol, del juego convertido en magia y sin demasiados apuros avanzaron a la siguiente fase, en la cual salen como favoritos, tampoco eso extraña, ibéricos y brasileños.
Los anfitriones lideraron invictos el grupo A, con tres victorias en idéntico número de salidas. España hizo lo propio en la llave B y justo ahora millones en el mundo apuestan por el espectáculo de una final entre estas escuadras.
Pero antes, la canarinha debe sacarse de encima a los siempre competitivos uruguayos, en tanto España enfrentará a una azurra ávida de desquite por lo ocurrido en la final de la Eurocopa de 2012. Clásicos de ambos continentes que, sin dudas, harán los honores de quienes aman este deporte.
Brasil, con Neymar como cara visible, ha cautivado con un “jogo bonito” heredero de lo mejor de una nación que lleva el fútbol en la médula. Los brasileños, actuales campeones del evento, tratarán de reeditar en casa lo conseguido en Sudáfrica 2009 y frenar a los ibéricos que han dominado a placer el fútbol mundial desde 2010.
De concretarse será un choque de trenes, estremecerá los cimientos del histórico Estadio Maracaná y dejará leyendas en la mente de los hombres. Al fin y al cabo, ya es sabido, a eso debería aspirar el deporte.