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Caminos más viables

Foto: César A. Rodríguez
Foto: César A. Rodríguez

La economía cubana tiene, inexorablemente, que transitar por caminos más viables.

Eso significa perfeccionar el modelo de gestión, fortalecer el papel de la empresa estatal socialista y las nuevas formas que aparecen en el entramado económico del país, como las cooperativas no agropecuarias, y resolver de manera definitiva los problemas estructurales existentes, sobre todo aquellos que limitan el avance, el perfeccionamiento y el imprescindible desarrollo.

Esa es la línea fundamental, marcada por la actualización del modelo y la implementación de los Lineamientos. Pero las decisiones, pasos y soluciones transcurren de forma gradual, porque en términos económicos las equivocaciones se pagan demasiado caro y debe andarse, como ha insistido el Presidente Raúl Castro Ruz, sin pausa, pero también sin prisa.

Que hay vías factibles lo demostró el recién efectuado VII Congreso de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC), en cuyas sesiones fueron presentados más de 200 trabajos investigativos y cada uno de ellos constituye una propuesta, una posible solución.

Por ejemplo, en la comisión encargada de analizar sobre la marcha y las posibilidades del cooperativismo en Cuba quedó evidenciado que esa forma de gestión desata las fuerzas productivas, eleva la eficiencia y propicia mayor organización y eficacia. Es oportuno entonces ampliarlas a sectores no agropecuarios, como el comercio, la pesca, el transporte y la gastronomía, sin temor y con la garantía que significará comenzar bien, sobre la base de múltiples razonamientos y seguras convicciones.

Énfasis particular requirió y requiere la agricultura, por su extraordinario peso en la economía y la vida del país. Primero que todo está llamada a materializar un modelo de desarrollo integral que permita mantener un avance sostenido y un aporte significativo cada año al producto interno bruto (PIB).

Ese sector presenta notables diferencias en las formas productivas que lo integran. Solo las cooperativas de créditos y servicios (CCS) descuellan por sus resultados. Con el 35 % de la tierra cultivable aportan el 68 % de la producción general. Pero las demás tienen demasiadas asignaturas pendientes y se necesita en ellas, por tanto, una transformación profunda y radical.

La comercialización, sobre todo en las grandes ciudades, sigue siendo notablemente problemática, tanto en los mercados de oferta y demanda como en los estatales. Ese panorama tiene que cambiar con el establecimiento de nuevas fórmulas más factibles y menos perjudiciales para la población y el país.

Para hacer la economía cubana más competitiva hay que pensar también en la transformación gradual de la matriz energética, pues producir electricidad a partir del petróleo resulta demasiado costoso.

El valor de un barril de crudo en el mercado internacional supera en estos momentos los 100 dólares. Generar un kilowatt cuesta entre 20 y 22 centavos de dólar. Para una nación pobre como la nuestra esa erogación se hace insostenible.

Hay que ir entonces a tecnologías que se alimenten de fuentes no renovables, como la eólica, la solar y la biomasa, esta última positiva en Cuba sobre todo por la disponibilidad del bagazo y la paja de caña que generan la cosecha y la molienda durante las zafras azucareras.

Con regularidad el Consejo de Ministros, en sus reuniones, establece políticas para hacer más eficiente la economía, como las relacionadas con el reciclaje y el ahorro de agua. Por la trascendencia que tienen deben ser atendidas con el mayor rigor y prioridad a fin de materializarlas y fortalecerlas.

No puede dejar de tenerse en cuenta tampoco la influencia del control interno en la garantía de la administración de los recursos y la eficiencia y el imprescindible fortalecimiento del papel de la contabilidad, la que, como bien señaló el Doctor en Ciencias Joaquín Infante, premio nacional de Economía, “es una sola y no tiene apellido”.

Importante resulta en ese sentido pasar de los enunciados generales, las concepciones teóricas y los aspectos metodológicos a la práctica, la demostración, y la materialización concreta en cada centro, con las direcciones administrativas y sindicales al frente y la participación activa y consciente de todos los trabajadores.

Hay que tener presente que los problemas económicos, máxime los estructurales, no pueden resolverse a corto plazo, por lo complejo que resultan y porque requieren de decisiones gubernamentales estratégicas.

No obstante, hay que tomar —eso sí— los caminos más viables.

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