Una estrategia es una mirada crítica y objetiva al futuro, que desafía amenazas y debilidades, y aprovecha las oportunidades y fortalezas, matriz DAFO dirán los entendidos, para transitar con éxitos desde una situación presente hacia la deseada en cualquier esfera de la vida económica y social.
El plan es el conjunto de acciones a más corto plazo que devienen pasos seguros o no, pero susceptibles de replanteamientos, en el camino hasta el objetivo propuesto, a partir de su constante evaluación de impacto, para la cual los actores principales disponen de diversas herramientas científicamente validadas: entrevistas, encuestas…
Por tanto, no pueden verse como entes aislados. Los teóricos de la planeación estratégica proponen diferentes modelos y enfoques, y en la mayoría de los casos consideran pertinente su adecuación a los intereses del propósito que sugiere su implementación; aunque entre ellos hay coincidencias en la necesidad de un diagnóstico inicial y de otras exigencias que se repiten en la diversidad de propuestas.
En algunas de esas definiciones conceptuales pienso en estos días, cuando apurados por la inminencia del verano y el interés de proporcionarle a la familia cubana recreación sana y feliz, los responsabilizados con esta tarea hablan de estrategia y en su lugar esgrimen papeles nuevos que soportan viejas proposiciones en escenarios maltratados por el tiempo y el descuido.
A pocos días de la inauguración oficial de esta esperada etapa del calendario, en las playas del norte de los municipios de Puerto Padre y Jesús Menéndez, yacían muchos de los escombros generados por el plan de reordenamiento de planificación física en esa área; sombrillas maltrechas esperaban reparación; las áreas exteriores de villas y restaurantes requerían de saneamiento…
Entonces estamos frente a un plan acogido por la urgencia, que es en definitiva muestra palpable de falta de previsión y de programas de mejoras continuas asociadas a la pretensión declarada de garantizar en la etapa estival espacios revitalizados.
Porque en nuestro caso, una planeación estratégica no puede concebirse sin tener en cuenta las limitaciones de recursos, las carencias financieras y el imperativo de planificar, hasta en el más mínimo detalle, lo que se pretenda hacer.
En Las Tunas, una concepción de futuro encaminada a satisfacer esas expectativas, tiene que incluir la solución definitiva del abasto de agua a los balnearios de Puerto Padre y Jesús Menéndez, y la reparación duradera de los viales que comunican con El Socucho, el Puerto de Manatí y Guayabal, tres ejemplos de sitios codiciados en estos tiempos, cuyas carreteras dejan mucho que desear.
El litoral norte requiere la construcción de baños, levantar más sombrillas típicas que sustituyan la utilización de cualquier aparato protector del sol, que hiere la belleza natural de ese entorno.
Estoy seguro que los tuneros y visitantes aplaudirían la rehabilitación de El Sendero y un programa que les diera la posibilidad de acceder por el mismo a El Cornito en bicicletas, coches –que no pachangas- o en caballos con puntos de recogida y entrega en ambos extremos y pequeños parques de descanso en el trayecto…
A ese proyecto habría que incorporarle una intervención fuerte en lo que ya muchos llaman complejo recreativo cultural El Cornito, para devolverles belleza y funcionalidad a las cabañas del motel, a las áreas de los parques zoológico e infantil y a la calle que une a este combinado con la Carretera Central urgida de elementos que le proporcionen colorido. También tendría que sumarse el Parque 26 de Julio, cuyas instalaciones subutilizada pueden ser espacios de múltiples atracciones.
Y no estoy soñando, sino pensando en una estrategia que defina metas a más largo plazo y constituya brújula que indique el desarrollo y fuente nutricia de esos planes que reclaman acciones todo el año y, sin embargo, son atendidos con premura cuando el verano acecha