Cuando la madre, temerosa, le advertía de los riesgos que corría al pretender sacar a la luz los negocios turbios de los jefes de la compañía donde trabajaba, el hijo le respondía invariablemente: “La verdad está de mi parte”.
Ninguna de las intrigas urdidas por los implicados le impidió concluir sus pesquisas y tan contundente fue el expediente que presentó sobre los hechos, que los responsables fueron separados de sus cargos pero también resultó despedido el valiente autor de la denuncia: el joven estudiante de ciencias comerciales y trabajador de la Frigidaire, Boris Luis Santa Coloma.
Ya desde antes se había ganado el odio de los patronos, a quienes se enfrentaba constantemente como secretario general del sindicato que él mismo había organizado.
Cuando se produjo el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, Boris organizó un mitin en el centro y movilizó al personal para repudiar el cuartelazo.
Un mes después, la audacia de Boris se volvió a poner de manifiesto al dirigirle al dictador una carta, que el joven firmó con su nombre completo junto con su dirección para que el aludido le contestara.
“En el día de ayer —escribió— traté en vano de enviarle un telegrama o inalámbrica, que dada la negativa de los empleados competentes de pasar el mismo, vengo por este medio a remitirlo directamente, y dice: VI ‘LA CHATA’ FALTA ‘KUQUINE’ PARA COMPROBAR CUÁL NOS COSTÓ MÁS”.
Era una abierta acusación del robo al tesoro público que practicaban los gobernantes de turno, concretada en lo que Boris denominó “los palacetes de nuestros grandes hombres”. La misiva quedó sin respuesta.
Mientras laboró en la Frigidaire tuvo como compañeros de trabajo e ideales a Jesús Montané y a Vicente Chávez. Los tres se convertirían en dignos integrantes de aquella generación que dio continuidad con las armas en las manos a la prédica emancipadora de Martí en el centenario de su natalicio.
El 27 de noviembre de 1952, mediante Montané, Borisconoció a Haydée Santamaría, Melba Hernández y Elda Pérez.
Esa noche, Boris visitó el apartamento de 25 y O donde residía Haydée con su hermano Abel y pronto se sumó a los planes insurreccionales que se gestaban bajo la dirección de Fidel Castro, al punto de integrar la dirección civil del Movimiento que encabezó las acciones del 26 de julio de 1953.
Su partida al escenario del combate no tuvo nada de solemne, simplemente entró a la casa corriendo, tomó un pequeño paquete, salió también de prisa, le dio un beso a su madre y le anunció: “Voy a Varadero”.
En el juicio por los sucesos del 26 de Julio, Ramiro Valdés Menéndez declaró que cuando en el Moncada se dio la orden de retirada, él se encontraba en compañía de Boris. Más tarde supo que había muerto pero no en combate, porque el joven había salido ileso hacia Siboney. “Boris fue asesinado”, denunció Ramiro con valentía.
Los detalles de lo ocurrido formaron parte del desgarrador testimonio de Haydée ante los jueces: “En cuanto a Boris, había ido a Siboney y regresó al hospital para ayudarnos, así lo hicieron prisionero, ya él estaba a salvo”.
Y a instancias de los miembros del tribunal, la muchacha continuó aportando dramáticos pormenores de la suerte corrida por el joven combatiente: “Un guardia preguntó cuál de nosotras era Haydée, le respondí que Haydée era yo, entonces me pidió que dijera quién era Boris y le dije que Boris era mi novio. Le pregunté dónde lo tenían, me dijo que al lado, en una habitación; le pregunté qué le habían hecho y lo que me contestaron es lo que yo no quería decir al tribunal por pudor… me dijeron que le habían extirpado los testículos… y todas las demás torturas que le habían hecho para hacerlo hablar. Uno de ellos me dijo: ‘No lo hemos matado todavía, puedes salvarle la vida, di quiénes son los que están metidos en esto…’ Yo le contesté: ¡Si él supo guardar silencio, no voy a traicionarlo ahora, criminales!… Rechazaron eso de criminales, me contestaron los guardias que ellos no eran criminales sino que cumplían con su deber, que cumplían órdenes…; ¿de hombres o de bestias?, les pregunté, y me respondieron: ‘De nuestro jefe, el coronel Chaviano, y de Batista’”.*
Así, a los 24 años, cuando solo le faltaban dos asignaturas para concluir su carrera universitaria, fue segada la vida de Boris Luis Santa Coloma, que murió como había vivido: con la verdad de su parte.
*El testimonio de Haydée está recogido en el libro La Generación del Centenario en el juicio del Moncada, de Marta Rojas.